El Real Valladolid tiene un problema de concepto. De fútbol también, pero el galimatías de su 'outfit' brota del armario. Pezzolano tiene prendas sueltas, amontonadas, algunas desparejadas, otras hechas jirones y algunas más llenas de polvo. El técnico no consigue ordenar el vestidor para quedarse ... con un estilo claro y conciso. Un 'look' reconocible, unas señas de identidad que le aporten solvencia, resultados al fin y al cabo. El Pucela a veces parece un gentleman británico, preciso e impecable (léase el partido ante el Sporting), y al día siguiente se disfraza de perro flauta, sin instrumento ni can.
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Esta indefinición es fruto del batiburrillo de entradas y salidas, de un mercado que no te deja enamorarte de una chaqueta porque no sabes si mañana estará en la percha de un rival. Y así, el entrenador blanquivioleta se ha hecho un ovillo que se traduce en un embrollo táctico que el sábado hizo cima contra el colista. Las costuras abiertas y el dibujo completamente emborronado, con las líneas desabrochadas, sin identidad. Inestable en las dos áreas y sin ideas en el centro.
Pezzolano debe decidir ya quién quiere ser. La pretemporada terminó a mediados de agosto y todavía sigue dando tumbos. El Pucela es un grande de la categoría, como comenté en este mismo rincón la semana pasada, y no puede permitirse que el colista le saque los colores en casa. Un equipo, cuyo único e inapelable objetivo es el ascenso, necesita tener los conceptos más que claros. La historia nos dice que los candidatos reales lucen una defensa inquebrantable, un nueve implacable y un centro del campo que añade consistencia a los dos extremos, aporta piernas en el repliegue y pone magia en la vanguardia para que el ariete haga su trabajo.
Si revisamos los movimientos tácticos de Pezzolano, el Pucela presenta muchos cabos sueltos. En la portería no sabemos si volverá Masip o seguirá John. En la retaguardia, Boyomo ha perdido crédito, Henrique llega y debuta; y De la Hoz, uno de los mejores en la medular, termina en el eje de la zaga. Quintana desaparece. Tunde ya no corre y le suple Kenedy, que está fuera de lugar. Imagino que la titularidad tendrá que ver con el escaparate. Sino, tampoco lo entiendo. Moro es fijo, como Monchu. Cédric juega porque no hay otro. Escudero no sabe dónde está su sitio. Y así, con este vaivén de nombres e incertidumbres, el cuadro vallisoletano se ha asentado en el drama de la tabla. Y lo peor es que si echas un vistazo a la cima, ves a clubes con potencia y músculo: Zaragoza, Espanyol, Levante, Tenerife… Queda mucho, pero las derrotas restan igual al principio que al final.
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Haría bien Pezzolano en sacar la plancha y ordenar el armario, que está hecho una leonera. Tiene que empezar por saber qué estilo quiere. Cuando lo tenga claro, entonces podrá ir eligiendo la columna vertebral de su atuendo y los complementos que le permitirán construir un once reconocible, con vigor en la presión, contundencia en la zaga y todo el filo posible para desbrozar el camino hacia la última frontera. En su mano está no llegar al 2 de septiembre con las perchas vacías y los cajones hechos un burruño. Tiene que escapar del enredo táctico e ir a lo práctico, sin volverse demasiado loco. Esperemos que el cierre del mercado le aporte estabilidad.
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