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La serpiente multicolor luce desde este miércoles en blanco y negro. Se nos ha ido un maestro, un referente en lo personal y en lo profesional, una de las mayúsculas de El Norte de Castilla, un adelantado a su tiempo, un periodista de raza y ... vocación, un escritor, un amante de la cultura y el teatro, de la Semana Santa. Un embajador, por derecho, de la cultura vallisoletana. Me hubiera gustado contar hoy en este rincón los desmanes del mercado de invierno o hablar de la racanería táctica de Pezzolano, pero no puedo. Hoy todo es secundario. La actualidad del Pucela es una broma. El cuerpo me pide hacer un paréntesis y dedicar estas líneas a Ángel María de Pablos. Se nos ha ido una persona entregada a su pasión, un profesional inigualable. El partido de vuelta tiene hoy tiene un crespón negro, una honda tristeza.
Crecí con la voz de Ángel María de Pablos que salía de aquella ITT de panza ancha y profunda. Su forma de entender las retransmisiones ciclistas marcó un antes y un después en el periodismo deportivo. Su riqueza de vocabulario, sus descripciones, su infinito conocimiento de los entresijos de un deporte, que salía del armario a través la voz de Ángel María. Parece que fue ayer cuando me bajaba al Moga Rosa con Raúl, Alfonsín y Paquito para recopilar las chapas sobre las que luego pegábamos a Chozas, Hinault, Fignon, Gorospe o Arroyo. Luego pillábamos una tiza y nos imaginábamos a la serpiente multicolor atravesando largas llanuras y cimas inalcanzables, con curvas y recurvas, que convertían el patio de Doctor Moreno, 26, en una mezcla de los libros de ruta de la Vuelta y el Tour de Francia. No jugábamos ni al fútbol. Vivíamos para ver la etapa, escuchar a Ángel María y bajar a la parcela para convertirnos en esforzados de la ruta y aspirantes a narradores deportivos.
Por aquel entonces yo soñaba con ser periodista. Intentaba imitar la voz de Ángel María y narraba cada golpe de uña sobre la chapa, daba paso a Emilio Tamargo y replicaba, con la bisoñez de un niño que admira a un ídolo, los ricos giros sintácticos y narrativos de aquella voz que nos había cautivado a golpe de pedal. Ahora nos hemos acostumbrado a De Andrés y Perico, pero el original es De Pablos, no hay otro igual. Cuando TVE le invitó a dejar el micro, las retransmisiones se quedaron vacías. Su riqueza literaria y su calidad humana quedarán vivas para siempre.
Cuando llegué a la universidad, me dieron la mejor noticia: «Ángel María de Pablos es vuestro profesor de redacción periodística»». Es como si al niño que sueña con ser futbolista le meten en un vestuario con Cristiano Ronaldo. Iba a clase como si fuera a un parque de atracciones. Todavía recuerdo la emoción del primer día. Cada lección era una cátedra de periodismo, de vida, de cómo encarar una profesión en la que cada uno vuelca sus sueños y que muchas veces tiene más espinas que rosas. Ángel María descorchó mi camino en esta bendita locura y aquí sigo, buscando la verdad e intentando honrar cada semana aquellas lecciones magistrales que Ángel María de Pablos me regaló con el cariño, la sensibilidad y la sabiduría que solo una persona inolvidable como él sabe dar.
DEP, MAESTRO.
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