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1
El control es al fútbol lo que la llave maestra a una cerradura. Domar el cuero gesta la diferencia entre el éxito y la vulgaridad. Si la pelota marca el paso, el desenlace suele convertirse en un enredo. Un buen control es medio gol. Monchu ... regaló una máster class sobre la materia en el 1-0. El Pucela tiró de los cánones del fútbol. Balón a la banda y comba tensa desde el extremo para buscar el segundo palo. En ese espacio muerto, apareció Monchu para convertir el interior de su bota en una almohada, con el rebote justo para esquivar la marca del rival y concluir la pincelada con un zurdazo tan preciso como el origen de la jugada.
2
Amath es el nuevo jugador franquicia. El mayor éxito del mercado de invierno ya genera réditos. Ayer no estuvo tan fino en la gambeta, pero se disfrazó de ariete para ejecutar al Oviedo. El senegalés apareció cuando el oponente se lanzaba a por el empate en los albores del segundo acto. Un cabezazo picado y un obús desde la frontal fueron sus credenciales. La excelencia por encima de la vulgaridad, la distancia entre uno más y el futbolista que puede encabezar la reacción para volver a colocar al Pucela en la cima de la tabla. Pezzolano le retiró antes del minuto 60. Doble lectura. Un cambio antes de su minuto mágico y el artífice de la victoria al vestuario. Imagino que el técnico buscaría conservar las piernas de su estrella incipiente.
3
El Pucela aguantó el pulso y partió los nudillos del Oviedo con tres golpes de muñeca demoledores. Pezzolano encontró el camino de la lógica ante el Sporting. Las bandas dibujan la ruta hacia el éxito. Nunca es tarde. Contra el Oviedo repitió planteamiento y once. Dos de los tres goles llegaron a través del vuelo por los costados y el remate preciso. El tercero se asomó al marcador tras un gazapo del cuadro asturiano en la salida, que Amath convirtió en un golazo. El fútbol-arte del Oviedo, cuidadoso en la elaboración e intenso en la presión, terminó engullido por la solvencia del equipo blanquivioleta. Si el encuentro se hubiera disputado en carnaval, el Real Valladolid se habría disfrazado de Ilia Topuria, rudo y firme en la defensa, implacable en la definición.
4
Suelo ser exigente con las andanzas de Pezzolano, pero no entiendo que parte de la hinchada pida su dimisión cuando el Pucela domina 3-0. Puede que todo sea producto del desquicie colectivo que provoca el uruguayo en cada intervención o de que el fútbol del Pucela no consiga escapar de la montaña rusa. En cualquier caso, un triunfo solvente es motivo de alegría, no de ira. Esto debe hacer reflexionar a todos, incluido al míster, que debe hacer propósito de enmienda. Los que siempre están enfadados son los del fondo Norte. Ayer abandonaron la grada tras el tercer tanto y volvieron minutos después. Siempre hay alguna excusa para desatender al equipo. Es lo que tiene creerse más de lo que uno es. El niño en el bautizo, el novio en la boda y el muerto en el entierro. En realidad, la nada.
5
La victoria ante el Oviedo llegó a través de la eficacia. El bingo antes de cantar línea. El equipo asturiano tenía el cartón medio lleno, pero el Pucela le partió la ilusión con tres mazazos inapelables. Los goles aplacaron la valentía del conjunto azulón y regalaron la paz que necesitaba al Real Valladolid. El triunfo debe representar algo más que tres puntos. Es el momento de bajarse del tiovivo para convertirse en un verdadero candidato al ascenso directo. Si Pezzolano no se sale del carril, el conjunto blanquivioleta tiene una nueva ocasión inmejorable para reengancharse a la zona noble. Buen partido para arrancar la resurrección. Ahora o nunca.
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