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El cerebro, a su manera, contribuye en el metafórico 'lamernos las heridas' diseñando escenarios alternativos a la realidad desoladora que se impuso, tachando procederes que conducían ineludiblemente a tal tormento, fabulando enmiendas a la propia respuesta consumada durante el trance que originó la aflicción. En ... el fondo, consciente de que la ficción nos sirve como bálsamo, el cerebro pretende mantener vivo el deseo simulando que podrá ocurrir lo que nunca aconteció, mantener viva la esperanza aparentando recorrer la historia que un día se truncó. Con este lametazo a nuestro interior ulcerado, vamos, paulatinamente, asimilando la irreversibilidad de lo perdido.
No son pocas las personas –sirva como referente Javier Yepes, mi inestimable vecino de página, para apuntar que no se trata de un lamento a humo de pajas, sino de una melancolía sustentada en criterios bien fundados–, no son pocas las personas, digo, que en este Villarreal que ha zarandeado al Pucela en una exuberante segunda mitad dibujan franjas blancas y violetas recreando el Valladolid que hubiera podido ser si la vida de Marcos Fernández no se hubiera truncado prematuramente, si con él no se hubiera enterrado su ambiciosa concepción, su modelo de club tan similar al que hoy refulge en la Plana Baja. Criterios fundados los de Yepes y compañía que edulcoran el amargo presente enfrentándolo a una irrealidad que consuela emitiendo un suspiro.
La realidad que no necesita criterios fundados ni sin fundar para explicar su verdad revela una distancia sideral entre lo que ciertamente es y lo que alguna vez pudo ser, entre el aluvión de calidad de un Villarreal colmado de internacionales y la menesterosidad de un Pucela que, para su regreso a Primera, aminoró el potencial de su plantilla y, cuando pudo revertir el proceso, insistió en la merma.
La llegada de Cocca –la marcha de Pezzolano– abrió el ventanal por el que se aireó el juego mohíno desplegado hasta entonces. Asumir la realidad no implica alimentar un complejo de inferioridad paralizante. Ahora, un grupo alicortado muestra orgullo al menos hasta que la calidad rival avasalla, descabeza. Hay lo que hay. Cocca ha de conformar un once con puestos huérfanos de especialista. Rosa se ha adecuado al lateral que no le corresponde, pero duele observar al corpulento Sylla ocupando el espacio natural del liviano Moro.
El desconocido húngaro Tamás Nikitscher y el ghanés Joseph Aidoo, del que conocemos tanto lo que fue como ignoramos lo que puede aportar tras su prolongada convalecencia son, de momento, los refuerzos –llamémoslos así– para restañar las evidentes grietas. Es tanta la escasez –el papel de la línea de centrales en Villarreal aporta una pista, sumemos la nula capacidad creadora, la carencia de desborde...– que la pareja advenida resulta insuficiente para potenciar el desempeño del grupo, para alimentar ilusiones. Aparecerán pintadas como en 'La vida de Brian': bien, ite domun, o mal escrito, eunt domus, con el 'Ronaldo y Catoira idos de aquí'.
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