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Joaquin despeja un balón de forma acrobática ante la oposición de Lucas Pérez. Alberto Mingueza

Un gol de Joaquín en el minuto 88 le otorga al Real Valladolid la permanencia virtual

Un remate del almeriense dentro del área en el único despiste defensivo de ambos equipos decidió un partido plomizo y soporífero que mereció un reparto de puntos

Sábado, 4 de julio 2020, 21:35

Un gol de Joaquín en el minuto 88 le otorga al Real Valladolid la permanencia virtual en un partido espeso y soporífero, difícil de digerir, en el que los dos equipos se preocuparon más por defender el empate y resguardar su portería que de atacar ... el área contraria. Sin ocasiones claras de gol por parte de ninguno de los dos equipos, la victoria se decidió en el único error defensivo en 96 minutos de juego, un despiste que acabó en fiesta y cánticos en el vestuario local y que le pone la soga a Garitano tras cinco derrotas consecutivas y una dinámica de caída libre del Alavés.

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Decía Cantatore, don Vicente, que el único que se divierte es el que gana y esta vez le tocó al Valladolid y no tanto a su parroquia, que sin embargo pasado mañana no recordará si su equipo se asemejó ante el Alavés al Milan de Arrigo Sachi y sí que jugará un año más en la máxima categoría del fútbol español.

Real Valladolid

Masip: Moyano, Joaquín, Javi Sánchez, Raúl García Carnero; Hervías (Óscar Plano, minuto 57), Alcaraz (Kike Pérez, minuto 77), San Emeterio, Toni Villa (Waldo, minuto 57); Miguel (Ünal, minuto 62) y Guardiola (Kiko Olivas, minuto 77).

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Deportivo Alavés

Roberto; Martín, Laguardia, Magallán, Duarte (Adrián Marín, minuto 32); Fejsa (Pere Pons, minuto 58), Pina (Manu, minuto 88), Burke, Camarasa, Edgar (Borja Sainz, minuto 88) y Lucas Pérez (Joselu, minuto 58).

  • goles: 1-0 (minuto 88): Joaquín.

  • árbitro: Santiago Jaime Latre, del colegio aragonés. Amonestó a Miguel, Plano y Ünal por los locales y a Fejsa y Pina por los visitantes.

  • incidencias: Jornada 34ª disputada en el estadio Zorrilla sin público en las gradas.

Esta vez no hubo equipo A ni B y sí una mezcla de ambos con ocho cambios con respecto al último compromiso ante el Levante y el experimento de situar al canterano Miguel como pareja de Sergi Guardiola.

Como si de un pacto de no agresión se tratara, los dos equipos se emplearon a fondo en tareas defensivas y se olvidaron de pisar área rival. Se lanzaba el mensaje de que el empate era bueno para ambos, uno para acercarse un pasito más al récord de empates de la liga y con él a la permanencia matemática y el de enfrente para espantar la horrorosa racha que arrastra en la vuelta a la competición –cuatro derrotas consecutivas ayer antes de empezar a rodar el balón–.

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Ese conformismo quedó traducido en una primera parte en la que los dos equipos justificaron alguna de las estadísticas que más daño hacen a la vista en la era postconfinamiento. Una de ellas, la que tiene como único damnificado al espectador, dice que en esta vuelta, Getafe, Real Valladolid y Granada son los equipos que más han aumentado su número de despejes hasta con un 79% más en el caso de los blanquivioleta. Sin ser un día al que estuviera llamado el tiquitaca, unos y otros se olvidaron de construir y dedicaron buena parte de sus esfuerzos a maltratar al balón y por lo tanto a enfangar el partido y convertirlo en una sucesión de errores sin ninguna continuidad ni acercamientos al área. Se jugó, de este modo, en sesenta metros –los más lejanos a las porterías–con protagonismo destacado para los centrocampistas de ambos equipos. Alcaraz y San Emeterio por los locales y Camarasa, Fejsa y Tomás Pina por los visitantes se adueñaron del ritmo sin margen para la profundidad que, por ejemplo, lideraron Nacho o Hervías 72 horas antes.

Justificaron a un lado y a otro esa otra estadística que arrastra el neofútbol y que tiene a los equipos de Sergio y Garitano como los que menos elaboran, los que más prescinden del pase al pie, con un 13% menos que antes del parón en el caso del Valladolid y un 6% menos en el del Alavés.

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Sin una sola ocasión de gol, el partido entró en vestuarios como empezó, plomizo, soporífero y más difícil de digerir que un polvorón a 32 grados de temperatura. Ninguna amenaza, ninguna ocasión de gol, y a pesar de todo en el aire quedaba el beneficio de la duda tras lo visto horas antes frente al Levante en la mejor segunda parte de los de Sergio en lo que va de temporada.

No hubo de salida ninguna señal que hiciera pensar lo contrario. Sí una ocasión, la primera en 55 minutos de juego, en un disparo/vaselina que se fue por centímetros por encima de la portería Roberto... y cinco cambios casi consecutivos con los que ambos banquillos buscaban darle un pequeño pellizco al partido.

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En la pizarra local aire nuevo en las bandas con Plano y Waldo por Hervías y Toni Villa, además de un plus de energía con la entrada de Ünal; y en la visitante la amenaza de Joselu por un Lucas Pérez desconocido en este retorno –nueve partidos sin marcar–.

Movimientos que se quedaron en el amago con una sola intención en un centro milimétrico desde la banda de Waldo que encontró la cabeza de Ünal y la afortunada intervención del meta vitoriano.

Poco, muy poco que llevarse a la boca ante un rival hundido en dinámica y también en juego que encontró a un rival demasiado condescendiente.

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Si ante el Levante el tramo final fue una sucesión de ocasiones de gol de un Valladolid volcado en el área contraria, en esta ocasión todo quedó al albur de una acción aislada, un penaltito –descubrimiento en este neofútbol– o un rebote. Y a esta última opción se agarró el Valladolid en una falta escorada en banda derecha que Carnero puso en el área y que cayó a los pies de Joaquín ante la falta de contundencia de la defensa vitoriana. El central almeriense, ya reconvertido en todocampista tras la entrada de Kiko Olivas, agradeció el regalo para ponerla a la izquierda de Roberto son que el portero pudiera hacer nada por detenerla.

La permanencia es ya una realidad aunque aún no sea matemática.

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