Vencidos y agachados

Siempre he creído que una parte importante de lo que finalmente se ventila en el terreno de juego viene sustentado desde el vestuario con las decisiones que los entrenadores tomamos. Es nuestro trabajo.

Y en ellas, muchas veces caemos en el error de plantear el juego en base a lo que el contrario es, más que a lo que tú realmente eres.

Y el Real Valladolid, como bien sabemos, porque ya es abril, es ese equipo que construye bien en el medio, llega arriba con cierta gracia y acierto, pero defiende de forma impropia en el fútbol de nivel por el centro de su defensa.

Me pareció anecdótico lo de los cinco defensas, y realmente paradójico y suicida el alinear en modo «castigo» a Fresneda como central derecho, -ni central ni derecho-, mientras el pobre chaval acompañaba a unos deficientísimos Joaquín y Yamiq, auténticos espectadores de privilegio de las hazañas de Benzemá, Rodrygo y compañía.

Estoy realmente convencido de que para perder vale cualquier sistema; así pues, si resulta que eres inferior al contrario al que te enfrentas, lo mejor es ser tu mismo para no equivocarte mas de la cuenta.

El modelo defensivo de ayer resultó tan burdo y flojo, que José Pacheta optó por deshacerse del mismo en el propio vestuario aprovechando el descanso.

Sin embargo, los principales artífices de tamaño desaguisado continuaron en el terreno para que desapareciera el que vino como refuerzo. ¡Una pena!

Este carrusel de cambios nos dejó un Real Valladolid mas reconocible por sus hechuras pero tan débil por el centro de la defensa como antes. Lógico.

Fresneda salió al lateral y tres volantes corredores sustituyeron a los aturdidos compañeros del primer acto.

De este modo se cambiaba mucho protagonista pero no se arreglaba lo verdaderamente sustancial; algo que nos va a llevar a situaciones límite como no se arregle de inmediato.

Sin Hongla, Larin y Machís, los refuerzos invernales, lo lógico es que volvamos a lo de antes; es decir, cuando salimos apresuradamente en busca de los mismos, asustados por la deriva que tomaba el equipo.

Que el Bernabéu no sea el lugar más idóneo para iniciar una remontada es obvio; sin embargo, es el lugar ideal como escaparate para salir a luchar y con el ánimo de ganar como dice el himno. Lo que no está escrito en esa leyenda es que al equipo no lo reconozca nadie, juegue encogido y asustado en defensa y se vaya a la ducha en modo apaleado. Resultó triste y doloroso verles marchar agachado