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El importantísimo punto obtenido en Santo Domingo frente a la AD Alcorcón nos deja un grato sabor al tiempo que una cierta amargura por esos dos restantes que allí nos olvidamos. Cierto que ese punto es básico para apuntalar la carrera hacia el deseado ascenso, ... pero no es menos cierto que la sensación de dejarnos otros dos era patente. La pregunta es pues tan obvia, ¿porqué ocurrió?, como la respuesta, por la disfunción táctica acontecida.
Entiendo por disfunción, una alteración en la función que el sistema escogido propone como tal. Un dispositivo táctico, el elegido por el Cuerpo Técnico, basado en una idea correcta a mi entender en lo que a hombres y posiciones se refiere.
¿Qué falló entonces si el sistema es correcto y los hombres los habituales? Pues sencillamente lo que acaba definiendo al sistema como tal; es decir, los desarrollos del mismo así como sus variantes.
Y es que la idea que Pablo Pezzolano mantiene en su sistema de juego es buena per se. Colocar tres líneas de jugadores abarcando el espacio defensivo, el centro del campo y la zona de ataque es lo correcto con los jugadores asignados bien distribuidos; otra cosa es lo que el movimiento de los mismos provoca.
Y ello lo que viene a significar, es la pérdida del equilibrio entre las mismas, como consecuencia de haberse alterado dos posiciones: la del lateral izquierdo y la del cabecero. Y por ahí se comienza a romper el equipo.
Ese desajuste puntual de Lucas Oliveira, al que veo más como central manejador de la línea y la pelota que como cabecero, le llevó a cometer errores de bulto y a verse lastrado con una tarjeta casi desde el inicio. Algo que vino a repercutir tanto en un excesivamente adelantado Monchu como en un inconsistente Meseguer. Y en esa alteración tan importante de la línea que controla la elaboración del juego, desapareció el Pucela.
Si desde que llegó Stanko Juric he sostenido mi admiración por su rendimiento, ello se ha debido a dos factores fundamentalmente. El primero una inteligencia táctica innata que le hace dominador de los secretos que tiene la posición de cabecero, y otra el gran espacio que abarca, gracias a sus condiciones físicas naturales y al talento con el cual las utiliza.
Este jugador no solo no pierde la ubicación como medio centro, sino que , más bien, corrige los desajustes que otros compañeros provocan. Si se fijan, cuando este chico participa en el juego, corrige posiciones de los compañeros de línea al tiempo que equilibra centrales y volantes.
Es por ello, por lo que en estos momentos tanto le echo en falta, ya que su concurso enmascara la errónea posición a la que someten a Escudero; y lo hace muy sencillo ya que se tira tres metros atrás y cede espacio para que los volantes no pierdan posición ante la llegada de Sergio.
La decisión técnica de colocar a Escudero en la línea de volantes, en el inicio del juego por banda izquierda, descoloca a Oliveira, quien erróneamente optó por adelantarse y perder el frente al juego. Y como el orden posicional es básico –en cualquier deporte lo es- aquello comenzó a resentirse.
Ni acabo de entender el posicionamiento ni encuentro beneficio alguno demostrable con ese pase a medio volante izquierdo de Sergio Escudero, un futbolista magnífico que ha hecho de la banda su hábitat natural en equipos campeones. Su control, zancada, toque y golpeo a la pelota son de lo mejor de nuestro fútbol.
Sin embargo, si he comprobado que en esa posición se diluye al tiempo que su banda queda en manos del destajo de un extremo que sube y baja, si se quiere que cumpla con la doble función de lateral y exterior. Y claro, puestos a escoger, entiendo que el entrenador opte por Anuar, un futbolista de tanto recorrido como corazón, dispuesto a dejárselo todo en aras de jugar en «su equipo».
Lo que ya no meda tan claro es que sea Raúl Moro, al que se le escatiman minutos en pro de evitar una fatal recaída, quien asuma ese papel multifunción. No lo veo.
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