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El resultado victorioso del partido de ayer no es más que la expresión de un trabajado y sufrido esfuerzo por parte de jugadores y puesto al servicio de la lógica dictada por su entrenador.
Algo que ilusionó tanto a Zorrilla como que la ovación final ... con la que fueron recompensados jugadores y técnicos, más parecía la de la consecución de un título importante.
Sin embargo, y para no desviarme del análisis que se me requiere tras cada partido, es obligado centrarme en aquello que vino a constituir la lógica del juego blanquivioleta; es decir, lo que su entrenador dispuso, con jugadores y esquema de juego, para afrontar el compromiso frente a un rival teórica y prácticamente superior.
Resultados aparte, y tras los dos sonoros fracasos en Liga y Copa, tengo la sensación de que Martín Cocca, separando el trigo de la paja, ha empezado por la elemental decisión de colocar a los mejores.
Unos mejores, tanto en condición física como anímica, que estén preparados para dejarse la piel en el campo, atender las órdenes dadas y, de paso, demostrar su condición de 'primerdivisionarios'.
Por tanto, el míster argentino ya ha cumplido la primera premisa exigible a un entrenador de nivel. Y lo ha hecho porque ha escogido hacer un fútbol de tres líneas en las cuales todos los puestos estén cubiertos con solvencia al tiempo que ocupados por hombres idóneos para tal menester.
Ahí acaba, al menos tras lo visto ayer, ese equipo miedoso y encogido, refugiado en el borde de su propia área –colgados en el palo como aves en gallinero– para intentar un resultado siempre indefendible.
Y ahí empieza la idea de construir un equipo mucho más valiente, mucho mejor colocado e infinitamente mejor y adaptado jugador a puesto.
De ahí que Juric recupere sitio como cabecero y que Kike parezca otro, mejor y más esforzado, para demostrar que es válido, muy importante diría yo, para esta categoría y este equipo. Algo que empieza a atisbarse en los minutos dados a un Iván Sánchez del que nos queda por ver lo bueno que resulta jugando de medio volante frente a lo poco que aporta partiendo desde el extremo... diestro.
Junto a ello, la presencia de un Marcos André, ¡el bueno!, recién llegado a Valladolid para sustituir a ese otro «solo, fané y descangallado» que abandonó Pucela desde ayer. Tiene tanta calidad que poniendo de su parte lo que debe, el equipo cubre con garantía un puesto que resultará decisivo.
Con menos verso y gesto natural desde la banda, Martín Cocca se ha ganado el beneficio de la duda frente a la comparación derrotista anterior.
La lógica basada en el conocimiento de una plantilla denostada por su composición absurda y devastación programada junto al resultado de sus prestaciones, le han hecho tirar de experiencia para aplicar el sentido común y darle al grupo un giro importante... y posiblemente definitivo.
Quédense con el once de la partida porque les va a salir de carrerilla al inicio de cada encuentro. Y olvídense de las charlas magistrales sobre lo excelso del rival de turno, porque toca escuchar solo lo concerniente a lo nuestro... que no es poco. ¿Lógica ...? ¡Lógico!
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