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Me cuesta tanto separar las sensaciones sufridas durante la tarde de ayer, que de inmediato, y para no dar pie a lo emocional –siempre injusto– ... me voy a ceñir a lo puramente técnico para intentar explicar, que no comprender, lo ocurrido este domingo. La sensación primera tras conocer la alineación e intuir el dispositivo táctico fue de profunda decepción, porque esto ya lo hemos visto antes y siempre de forma negativa final.
En el fútbol, cuando hablamos de marcajes zonales, muchas veces nos olvidamos de precisar que la marca a realizar es sobre el hombre que invade esa zona y que si no lo haces generas un problema.
De igual forma, y cuando asignamos zonas y marcajes, recordamos a nuestro central que se ocupe en la marca del delantero más avanzado mientras que al otro central le requieres atención para intervenir en la espalda del compañero. Por ello me imagino recordando que a Maroan lo marcaría el central más próximo para que el otro librase; pero el tercero en discordia ¿a quién debería marcar? ¡A nadie!, añado yo.
Obviamente si queremos parar el ataque de un equipo que juega con extremos, delantero centro y media punta (Sancet), lo lógico es destinar dos laterales ¡encima! en las jugadas de proximidad, y en zona cuando la pelota se aleja, al tiempo que del media punta se ocupa el cabecero. Por tanto, sobra el tercer central.
Lo que no te sobran son dos volantes próximos a sus medios y tus dos extremos ¡sí, dos! cerrando bandas en defensa y penetrando en ataque.
Para ello, es muy importante sacarlos de inicio –extremos y laterales– y que sean válidos de verdad, no de mentirijillas.
Cuando no eres capaz de 'agarrarte', derribar ni perseguir al contrario que tienes contigo, y solo reculas con las manos entrelazadas en salva sea la parte, estás dando por sentado que olvidaste el orgullo colgado en la percha del vestuario.
Para entonces, ya de nada sirve que al final pongamos cara de mogigatos frente a una grada repleta de gente decepcionada y en espera del perdón, ya que ese se gana en movimiento y no a pie firme.
Cuando con cuatro goles en contra nos entra el sentido común y sacamos extremos para quitar un central y equilibrar el equipo, entonces nos damos cuenta que marcamos y volvemos a marcar, y que aquello nos cambia la lividez de la muerte por el rojo del esfuerzo; ya es tarde... ¡pero no está mal!
Y si en el colmo de las desgracias te quedas con uno menos, es norma universal ponerte de forma inmediata, y sin esperar a que te metan otro, en dos líneas de cuatro y un punta. De no hacerlo, el equipo se parte por el medio campo y el final se te hace tan eterno como bochornoso.
En medio de tanta desgracia, dos apuntes positivos; el primero, la reaparición de Raúl Moro, que junto a Machis son las dos bandas que nos quedan; junto a ello constatar que tanto Florian Grillitsch como Tamás Nikitscher tienen cabida en defensa y medio campo.
Recomponer esa defensa es tan imprescindible como tener un '10', un '9', un '8' y un '11'. O sea, hacer un equipo de verdad que tenga tres líneas y en cada puesto un especialista. Haylos.
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