Coincido cada vez más asiduamente con gentes del fútbol de otra época, no tan lejana, que vienen a confirmarme la sospecha de que el actual no pasa por su mejor expresión conceptual.
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Repasando formas de juego, planteamientos tácticos iniciales con desarrollos de los mismos incluidos, ... la tendencia que percibo es la de un empobrecimiento generalizado tanto en el concepto de juego en sí mismo como en la de los verdaderos protagonistas: es decir, los futbolistas.
Con las excepciones que vienen a confirmar la regla, Manchester City o selección uruguaya actual –Guardiola y Bielsa–, el fútbol se ha igualado pero por la parte baja en lo que a conceptos y habilidades técnicas se refiere.
En el fútbol español, y dentro del máximo nivel, a día de hoy destacan dos equipos. Por un lado el Real Madrid aprovechando de forma interesante sus recursos humanos, con la figura de Bellingam como atractivo táctico y por el otro la forma en la que interpreta el juego en su conjunto el Girona. Partiendo de la base de que cualquier sistema de juego es válido si atiende al doble principio de utilizar a los mejores jugadores haciéndolo de manera racional, mientras desarrolla ese sistema en toda su extensión; es decir tanto en su fase defensiva como atacante, ya que ambas son diferentes aunque complementarias.
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Pongamos el ejemplo de la famosa línea de tres centrales y su posicionamiento en las fases ofensiva y defensiva del juego. Dos preguntas, junto a sus dos respuestas nos dan la clave para entenderlo:
– ¿Es Juric tercer central cuando se incrusta entre los otros dos jugadores de la línea o bien simplemente desarrolla esa tarea de forma temporal y hasta que el equipo gana la pelota y sale con el resto?
– ¿Se puede decir lo mismo en el caso de que esa posición la ocupe Gustavo Henrique? El posicionamiento es el mismo pero el desarrollo y su influencia en el juego es radicalmente opuesta.
Un central parado junto a otros dos, cuando tu equipo ataca, es una rémora que acarrea la pérdida de un jugador en el centro del campo y por tanto inferioridad numérica; mientras que un central que se incorpora al centro del terreno cuando sale el resto del equipo en posesión de la pelota, es la ayuda necesaria para generar igualdad.
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Esa figura de los tres juntos hace desaparecer extremos y da a luz a esos 'laterales del no quiero' y 'extremos del no puedo', denominados 'carrileros', que han dejado maltrecho el fútbol de banda; justo ese que preconiza que a este deporte se progresa por fuera y se materializa por dentro.
Y enlazando con esta figura táctica perversa me resulta insólito el contrasentido de la pierna cambiada de los jugadores de banda según sistema a emplear. Ayúdenme a encontrar un equipo que, jugando con tres centrales y dos carrileros, estos jugadores de banda sean de pierna cambiada. ¡No existe!
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Curiosamente, si utilizamos una línea de cuatro defensas, los dos jugadores de banda ahí ya sí se pueden 'cambiar la pierna' en aras del fútbol actual.
O sea, que el técnico decide que un zurdo centre desde la izquierda si juega como carrilero, pero si lo hace como extremo lo ejecute con la diestra. Me viene a la memoria inmediata los momentos de una línea de tres fijos con Escudero como adelantado y utilizando su 'pierna buena' y el actual sistema de cuatro defensas con Moro como extremo izquierdo apoyado en su 'pierna mala'.
La última pifia en el desarrollo táctico es la concerniente a la obligatoriedad de «sacar jugada la pelota». Y ahí ya me rindo. Si hacerlo supone iniciar el juego por el centro, con la pelota pegada al pié del defensa central para entregarla al volante que está de espaldas al juego, pues estamos liquidados de antemano, créanme.
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La ortodoxia es iniciar por el lateral para enlazar con el volante de tu lado, y dar salida al juego por el lado contrario; de esa forma el central es siempre un apoyo que corrige. Hoy día veo a centrales metidos en el área, equipos encogidos y fútbol miedoso. ¡Ni 'jogo', ni bonito!
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