El Real Valladolid, en tierra de nadie

En este marasmo institucional, federativo y liguero, un sindiós para qué engañarnos, las entradas y salidas de jugadores se convierten en una burla consentida hacia la competición, el aficionado y el propio fútbol.

A este paso no duden que algún año de estos, un presidente nervioso cese al entrenador sin que éste haya tenido la ocasión de conocer a las nuevas y últimas incorporaciones.

Pero hablando del aspecto técnico no nos olvidemos de lo que ayer salió a relucir de inicio en el estadio albaceteño.

Mal asunto ese de tener que alinear a falsos delanteros y falsos extremos para desempeñar la tarea de los verdaderamente útiles en esos puestos.

Me causó mala impresión ver a Rosa de falso extremo, para luego demostrar que es un verdadero lateral, y a Kenedy peleando en la punta junto a Iván Sánchez. ¡Que floja la idea!

Desde el banquillo nos hemos empeñado en buscar la cuadratura del círculo para terminar despreciando la lógica redondez de la circunferencia.

Hemos pasado de intentar jugar un 4-3-3 con cabecero y volantes, lógico si queremos tener centro del campo, a terminar por jugar con dos volantes defensivos juntos.

Sin embargo, al final se me quedó en la retina que con André en la punta y Tunde en la izquierda, a pesar de su bisoñez, le daban otro aire a la intención atacante del equipo.

Para entonces, todos los centímetros de estatura buscados no acabaron de dar la talla en los balones aéreos. Si se molestan en mirar los centímetros de estatura de Daniel Pasarella y la talla mundial de sus actuaciones, comprenderán aquello del valor y el precio.

Si en lugar de mapas de calor, los nuevos tecnócratas nos enseñaran los mapas de bondad, no en número sino en calidad y efectividad de pases y remates, por poner un solo ejemplo –sin hablar de la conveniencia o no de los mismos– seguro que entendíamos mejor todo esto; pero ese es otro debate, como se dice hoy en día.

El mapa que necesitamos ahora mismo no es otro que aquel que fije un sistema estable junto a los hombres idóneos para su desarrollo... ¡y no tocarlo!