Suele ser habitual en boxeo que el púgil que toma la iniciativa se apodere del centro del cuadrilátero para golpear en todas las posibles direcciones, bailando al contario en espera del momento oportuno para conectar el golpe definitivo.
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Por contra, el boxeador que se defiende ... escoge un rincón del ring para acularse sobre las cuerdas, esquivar los golpes mientras puede, y salir huyendo de ahí a las primeras de cambio.
En el rectángulo de Zorrilla, el viernes noche y lluvia mediante, el Pucela y el Athletic salieron a intercambiar golpes de balón en pos del gol que terminase por tumbar al oponente sin importarles a ninguno el lugar del tapiz que ocupaban.
Escupido el protector dental y con la mandíbula al descubierto ambos aceptaron el intercambio de golpes en los primeros asaltos del combate.
Mire usted por donde tuvo que ser en un braceo insulso, o sea golpe franco directo, cuando todo estaba bien atado y un jugador nuestro tirado tras la barrera, un balón que golpea en el pecho de Plano para desafortunadamente acabar en la red.
Si en ese momento, el muerto acostado tras la barrera hubiese estado acompañando a Plano en el marcaje a los dos jugadores del Athletic... a lo mejor hablábamos de otro lance.
El nuevo fútbol tiene estas cosas y la moda es la moda, aunque yo todavía no haya comprobado sobre el terreno de juego la utilidad del invento.
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Para el descanso ya echaba de menos a Monchu muy cerca de los centrales, a Kike junto a Iván en los terrenos del volante de cada lado y un extremo puro que sustituyese a Plano y lo intentase sobre ese costado. O sea, tras lo visto, Pozo hubiera sido el escogido.
Un nuevo fallo defensivo sobre un balón que recorre todo el ancho del área, lo empuja Guruzeta en la espalda de Joaquín para devolvernos al centro del ring muy aturdidos pero valientes, mientras aceptamos un nuevo intercambio de golpes que da con el Athletic encajando un gol de coraje y carambola a partes iguales.
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Lamentablemente el nuevo fútbol, ese que tanto odiamos en sus reglas los que siempre jugamos bajo otras fórmulas de reglamentación, nos manda al punto de penalti para finiquitar el combate.
Lo que empezó como pelea entre gallos aspirantes a un botín de tres puntos, se quedó en mero intento local gracias a los tres sopapos puntuales que encajamos por distracción y con la guardia baja.
A Hongla es tiempo de explicarle las consecuencias de un aplauso sin película y en un equipo cogido aún con alfileres.
Y que Roque vuelva al cabecero para que Hongla sea uno de los dos centrales. Con Plata y Asenjo cada vez mejores, basta.
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