Es claro, tras lo visto ayer en Elche, que al cuerpo técnico vallisoletano la mayor –si no la única– preocupación es defender una porteria, la de Masip, que nos garantice al menos un punto.
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Y a ello se aplicó con afán juvenil y disciplina espartana ... el equipo para obtener el botín necesario que lo justifique.
No seré quien reproche tal afán, porque esa es la primera esencia de un equipo ganador. Sin embargo, en la vitola del triunfo va incluida la de marcar el gol necesario que te otorgue el éxito; y ahí, hoy por hoy, el Real Valladolid no se viene haciendo acreedor al mérito.
Y ello ocurre porque de salida se renuncia a los escasos, pero notorios, elementos de ataque que tiene este equipo, Moro es el ejemplo más claro, o bien se recurre a fórmulas de alinear a jugadores de otras demarcaciones para tapar esos huecos, casos de Rosa o Anuar.
Ayer el equipo sacó al terreno de juego a casi todos los jugadores que tiene en plantilla y que ocupan posiciones naturales en el medio campo.
De esta forma, salvo Montiel, curiosa la predicción del técnico acerca de sus posibilidades, y Malsa, el resto tocaron balón en el nuevo estadio ilicitano. Juric, Monchu, De la Hoz, Kenedy, Meseguer y Anuar, amén de Iván Sánchez, jugaron ayer.
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Si a ello le añadimos la singularidad de ver a Lucas Rosa en la posición de falso extremo por la izquierda, comprenderemos un poco mejor la situación.
Es obvio que en fútbol cualquier recurso es válido para obtener el logro, aunque no sea congruente. Y aquí tocamos fondo, porque siendo la congruencia hija de la razón, no la encuentro en la mayoría de las decisiones técnicas adoptadas.
Aplaudo el logro del punto y el afán y la lucha de los jugadores por conseguirlo, pero detesto el modo de vulgaridad impuesto que ha terminado por sumirnos en equipo ramplón.
Ayer un larguero afortunado y un aplomado y seguro Masip nos salvaron in extremis de una derrota que intentamos revertir con un solo tiro en cada periodo. Ese es el Big Data real.
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No parece que habiendo mejorado la carrera y la aceleración, como se nos contaba, sea suficiente; menos aún, si no se habla de nivel de juego, sistema que lo sustenta o alineación que lo acompañe.
He ahí la clave.
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