Moro de 7... o el juego es sueño

La iniciativa del juego la ejerció el Pucela cuando se la otorgó el filial amarillo que, dicho sea de paso, se encontraba mucho más cómodo en esa tesitura del juego y del partido.

En un implícito «te la dejo, porque enseguida te la quito» el equipo castellonense se replegaba fácil y no le perturbaba en exceso ni la pérdida del balón ni los ataques casi en exclusiva por arte y parte de Moro.

El Pucela parecía llevar el peso del juego, pero lejos de la realidad, quien ponía peso específico en sus acciones y calidad determinante en los momentos álgidos era el filial amarillo.

El Real Valladolid era ese equipo anodino al que solo las intermitencias, magníficas por cierto, de Moro y Juric aportaban esa pizca de esperanza necesaria para creer en remontar.

Y llegados a este punto, y por enésima vez, descubrimos a un Raúl Moro de natura diestra, llegando a la línea de fondo cuatro veces en los diez primeros minutos, para terminar centrando la pelota sin sobrepasar el primer palo.

Fue un momento trágico desde el punto de vista técnico, creánme. Un futbolista que gana la linea de fondo con la pelota en su pie sin que aquello trascienda es el mayor desperdicio futbolístico conocido.

¿Es tan difícil intentarlo por la otra banda? ¿Se tiene constancia de que Raúl sea menos rápido en el perfil diestro? ¿Sería inteligente intentarlo?

En esa doble figura de Iván y Raúl en veredas opuestas por naturaleza, sustentó el Pucela su incapacidad para doblegar con éxito al rival.

En ello y en esa aversión técnica manifiesta de dar oportunidad a la gente de abajo.

Lo digo porque Salazar, que tampoco es un divo, al menos de momento, fue ese chico que nos puso tan contentos hace una semana a resultas de un gol de oportunista típico.

Pienso en Kenedy y Moro por fuera y Sánchez de 10, con un 9 próximo. ¿Será solo un sueño?