Monchu Rodríguez, durante el choque ante el Real Zaragoza. Alberto Mingueza
Reflexiones de pizarra

La línea media del Real Valladolid

Pezzolano alineó ante el Real Zaragoza a un cabecero (Juric) y dos volantes en el inicio del juego (Iván Sánchez y Monchu); el entrenador dio la de cal con el once inicial y la de arena con los desarrollos posteriores

Martes, 12 de marzo 2024

Si algo vino a llamar la atención en el partido frente al Real Zaragoza este sábado pasado no fue otro que la composición en posiciones y nombres en la línea medular que el Real Valladolid, más en concreto su entrenador, decidió presentar de inicio; algo ... que venía a variar el concepto sostenido hasta ahora, y que daba paso a la polémica acerca de si lo visto será lo definitivo de aquí al final de la competición.

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En el fútbol, como en la medicina, todo es opinable; sin embargo el informe con el diagnóstico y su tratamiento, así como la decisión de quiénes juegan y cómo lo deben de hacer, son patrimonio del profesional respectivo. Lo demás, se queda en conjetura, y como tal, da para hablar y escribir largo y tendido.

Moviéndome en esa conjetura, apoyada en la experiencia de tantos años entrenando, así como en las enseñanzas recibidas de las mejores fuentes, siempre he mantenido dos cuestiones futbolísticamente inalterables. La primera: que el fútbol es un juego de tres líneas de tres hombres más un portero y un cuarto defensa y la segunda, que cuanto mas engordes una línea en el afán de aumentar éxito, lo que generas es desequilibrio y fracaso.

La expresión manifiesta de que no se defiende mejor con más defensores ni se ataca mejor con más atacantes, semana tras semana se va poniendo de relieve. Como ejemplo palmario, baste ver cómo el Atlético de Madrid se desangra defensivamente con más defensas cada vez menos atentos a la tarea encomendada; del mismo modo que no es casualidad que dos 'nueves' puros se estorben en el área en su afán de rematar el último balón.

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En ese contexto de tres hombres por línea, en el cual la sola alineación no basta, tan importante es la disposición inicial como los desarrollos posteriores. Y ahí fue donde el entrenador pucelano dio la de cal con el once y la de arena con los desarrollos.

Convencido o inducido, nunca por el libro de datos –eso lo tengo claro–, lo cierto es que Pezzolano dotó al equipo de un cabecero y dos volantes en el inicio del juego. Me estoy refiriendo a Juric, Iván Sánchez y Monchu. Hasta ahí, la novedad importante era ver a Iván jugar de volante, que dicho sea de paso ya de por sí justificaría el comentario.

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Sin embargo y durante los primeros 45 minutos, una errática posición del '10' blanquivioleta, pegado casi a la cal en añoranza a sus tiempos de extremo, daba al traste con las expectativas. Me resultaba insólito que una vez destinado al puesto de volante, se obstinase en pegarse a la banda ensombreciendo el trabajo de Luis Pérez y Biuk. Y más aún comprobar como desde la banda no se era capaz de corregir tan errática posición.

El vestuario le devolvió en su sitio, y de ahí y hasta que fue sustituido su aportación fue mucho más real y acorde a sus posibilidades. Y como dado que es notorio que el equipo no goza de un especialista auténtico en la posición de media punta, otra cosa es que se intente inventar ahí, lo inteligente es que tanto un volante como otro alternen esa función según el lado por el cual se ataca o bien inicia el contrario.

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Y todo ello en aras de poder conservar a los dos extremos que nos están proporcionando oxígeno y goles para seguir manteniendo intactas las posibilidades de éxito. Si queremos jugar con tres líneas diferenciadas no tenemos mas remedio que colocar volantes, centrales, extremos y laterales como ensamble de una columna formada por portero, cabecero y centro delantero. De otra forma, nos faltan dedos.

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