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La alegría proporcionada por el equipo en Mendizorroza, ayer saltó hecha añicos con el varapalo que sufrimos ante elVillarreal.
Vale que el resultado final es ajustado y que el equipo dio, hasta bien entrado el segundo tiempo, la imagen de un digno peleador al que ... sostenían vivo Karl Hein y sus postes.
Era tan patente la imagen de desigualdad de un Villarreal que jugaba al toque y bien apoyado, llegando por todas las zonas por las que movía la pelota, que era solo cuestión de tiempo que aquello cambiase de signo en el marcador.
En contra de opiniones, no es un problema de velocidad lo que tiene el Pucela, sino de rapidez, que, aunque parezca igual, no es lo mismo.
El equipo amarillo, salvo Baena y Parejo, que como organizadores tienen licencia, juega a dos toques y muy apoyado en la proximidad para no errar el pase; el Real Valladolid es lento en la transición hasta desesperar porque ni Cömert ni Martín son volantes al uso.
Es tan palmario que si se fijan, en la jugada inicial no se busca casi nunca la intervención de Cömert; y como Martín de '8' no goza del porte organizador que acompaña a esa figura, el equipo ayuna en el inicio y solventa el problema con un balón largo, una pérdida en zona comprometida o en el único y mejor de los casos encontrando a Selim Amallah para que resuelva el entuerto.
Oiga, y esto no pasaba en Vitoria se preguntarán. ¡Claro!.. pero ni el Alavés es el Villarreal, ni nosotros, tras el empate como allí, supimos tener la pelota y contraatacar con goles, aguantando el arreón final.
Pero ni allí ni aquí el medio campo juega lo exigible a un equipo de primera categoría.
Sin embargo me disgusta, y mucho, que gente como Iván Sánchez, Pérez o Juric calienten banco siendo mejores.
Algo que, al final, viene a provocar la ausencia total de juego de conjunto que venimos presenciando, y que, al igual que ha sucedido con la marcha de Boyomo en defensa, aquí se ha venido a poner de manifiesto con 'el vuelo' de Monchu, ese jugador que como '8' se alineó en ¡todos! los partidos de la liga pasada, con estos mismos entrenador y secretario técnico. Y de aquellos polvos, estos lodos.
Esa «pinza ideológica de piñón fijo» que atornilla a nuestro entrenador, hace de las suyas incompatibilizando a Juma con Javi Sánchez o a Kike Pérez con Amallah. Es la misma cerrazón que deja a Moro aislado en la izquierda para que quiebre hacia adentro o se quite el balón de encima en lugar de penetrar por la cal de su banda. Cierto y verdad.
Todo ello lleva a pensar que no estamos sacando el mayor rendimiento a lo que tenemos, mientras el equipo se nos va por el agujero generado en el medio campo al haber prescindido de la gente que, por condiciones, mejor maneja la pelota y el control del juego.
Es obvio que nos movemos a estertores en la zona de creación y que solo cuando le llega la pelota a Amallah, se abre una ventana a la posibilidad de éxito final o al menos de intento atacante serio.
O cambiamos el concepto, flexibilizamos posturas y repasamos lo elemental o morimos de idealismo fulminante. Y, sobre todo, que jueguen los mejores. Sin ellos no existimos.
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