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Efectivamente, no iba más. Era tan claro que la de ayer era la última oportunidad de redimir a un equipo, un entrenador y un sistema, que solo la valentía para aceptar ese envite servía como tarjeta de presentación para saltar al cesper de Zorrilla.
Una ... valentía que brilló por su ausencia a todos los niveles y que terminó por dejar en la retina cuarenta y cinco vergonzantes minutos.
En ellos, un equipo disfrazado de blanquivioleta era objeto de apaleamiento deportivo en el césped, mientras su sancionado entrenador presenciaba en silencio y soledad, el siete que nos estaba haciendo el equipo colchonero.
Es una imagen dificil de borrar que mete en fibrilación casi irreversible el corazón deportivo blanquivioleta, mientras le señala el camino de una UCI salvadora donde, probablemente un especialista en la materia, le propine un violento choque eléctrico, según protocolo, para estas ocasiones.
Una tan obligada como urgente posibilidad de cardioversión deportiva que posibilite la recuperación de un ritmo futbolístico normal y la respiración necesaria para seguir intentando seguir vivos en la pelea del campeonato.
Es obvio que este entrenador ha cerrado un ciclo deportivo en este equipo. Tiempo habrá de analizarlo con más sosiego, porque ni es el único responsable, aunque sí el principal, ni todo lo que le ha rodeado le ha sido propicio.
Demasiado miedoso y encogido en todos sus planteamientos, ha transmitido siempre un temor excesivo al fracaso... razón por la que se ha terminado de dar de bruces con él.
Errores graves a la hora escoger alineación nos llevaron a que nunca los mejores fueron de la partida; algo que unido al vaivén contínuo de sistemas y la escasa práctica y ensayo de los movimientos más elementales de las líneas, nos han conducido al lugar que ocupamos y a la forma tan sangrante en la cual lo hemos conseguido.
Esos caprichos de pierna cambiada, de encono con los futbolistas de más peso o de inventos posicionales con los jugadores de otras líneas, demuestran escaso bagaje conceptual y exceso de fabulación.
La dirección deportiva del partido ha sido borrada por las permanentes y absurdas discusiones con árbitros y asistentes que solo han generado desasosiego y antipatías.
No merece la pena analizar el partido de ayer porque no le hubo. El Atleti que venía a jugar contra el Real Valladolid terminó jugando con él, siempre con respeto y tremenda superioridad. Ahora, más que nunca, necesitamos de una afición tan enfadada como incondicional.
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