Hace mucho tiempo me enseñaron que la imagen de un equipo en el terreno es la que transmitimos los entrenadores desde el banquillo. Como no jugaban igual, eran muy reconocibles los equipos de Guardiola o de Clemente por poner un ejemplo. El equipo vasco de ... la gabarra y los títulos, era tan identificable como el carácter que imprimía su técnico a los jugadores que llenaban San Mamés cada domingo. Equipo aguerrido, nervioso, dinámico y salpicado de jugadores de enorme calidad técnica que definían los partidos en la mezcla idónea de calidad y pelea alentados desde su banco.
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Pep Guardiola siguiendo fiel a su esquema de siempre, con cabecero, volantes y una delantera plagada de estrellas lo patento en el Barca de Messi y lo exportó al Bayer, mientras ahora lo exhibe en el City.
El caso de Mendilibar a día de hoy es paradigmático. En sus equipos siempre mantuvo la idea de la lucha y el juego como ecuación ganadora y aquí tuvimos buena muestra de ello.
Hoy, en un Sevilla muerto, ha venido a resucitar su discurso de jugar, arriesgar y luchar, pero siempre con la idea innegociable de un esquema básico y jugadores fijos, a los que alterna a causa de fuerza mayor.
En el Real Valladolid se ha venido a revertir la imagen del equipo a base de entradas y salidas de jugadores en las alineaciones de inicio, con errores groseros de concepto.
Hoy día estamos más preocupados en la zona técnica de lo que hacen míster y ayudantes contrarios que en lo que tenemos que corregir, que es mucho, en nuestro propio equipo.
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Hemos cambiado de dos a tres centrales, con Hongla y sin él, en esa demarcación, lo que hace pasar de la noche al día.
La ausencia de Roque Mesa, salvo que todos los entrenadores anteriores y el propio jugador estuviesen equivocados y fuese perjudicial su presencia, ha generado un agujero negro de proporciones siderales en el comienzo del juego, razón por la cual ni se inicia ni se continúa, ni mucho menos se da pausa y sentido con el balón.
Y finalmente un error de bulto en un golpeo de córner, impropio de un profesional como Monchu, acaba por mal posicionamiento en un contragolpe mortal.
Si Bongonda con cinco defensas nos saca los colores, entenderemos los otros porqués.
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