
En el fútbol, desde tiempo inmemorial, antes de que los cambios estuviesen reglamentados incluso, o quizás por ello, se le daba un gran valor al ... equipo que saltaría al campo en ese domingo, que por cierto, era cuando se jugaba toda la jornada, hasta el punto de que un programa radiofónico llevaba por título 'Domingo deportivo español' y los aficionados a través de la prensa, especulaban con quien podría salir del once inicial como lo más trascendente que pudiese ocurrir.
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Por ello, el entrenador era enormemente cuidadoso, ante la imposibilidad de sustituir, a la hora de cambiar jugadores o posiciones absolutamente definidas. Es decir, el equipo habitual no se solía mover salvo lesión, sanción o excepción; algo que, a día de hoy tanto ha variado que la excepción rara es que no se varien hombres y puestos, varios generalmente, jornada tras jornada.
Siempre he creído que a un equipo mal alineado de inicio, como este sábado le ocurrió al Real Valladolid, solo le cabe el recurso del acierto en los cambios y siempre que estos sean realizados en tiempo y forma adecuados. En Mestalla, ni en el inicio ni en la continuación estuvimos finos, la verdad.
Y no lo hicimos porque la defensa, ese territorio minado en el cual se vienen deslizando los tres entrenadores que llevamos en la temporada, no alcanza estabilidad en sus hombres ni tranquilidad en sus patrones, ni mucho menos disfruta de la calidad necesaria y deseada para ser de nivel.
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En ese contexto aparecen y desaparecen Luis Pérez y Candela en derecha y Aznou, Torres y Anuar en izquierda; algo que se puede extrapolar al centro del campo para comprobar como Juric, sea el entrenador que sea, queda siempre por debajo del resto y sin que se pueda demostrar que su ausencia mejora el rendimiento del equipo.
En un marco crítico semejante, el pasar de un solo '9' a dos te garantiza que uno se salga de su zona de influencia y ocupe un papel diferente al suyo real. Llegados a este punto, yo no encuentro que Latasa o André sean mejores 'dieces' que Amallah o Iván Sánchez, mirentras que sí que me doy cuenta de que el marroquí es el mejor de tres cuartos hacia adelante. De largo, vamos.
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Si a estas alturas del campeonato, mercados y refuerzos dios mediante, utilizamos el cambio permanente como piedra filosofal de éxito, pues mal vamos. Y vamos muy mal.
En Mestalla, la aparición de Iván Sánchez en el once de inicio fue la buena noticia; la mala la constituyó una vez más, verle intentando poner centros desde atrás y sin pisar jamás la línea de cal para favorecer la acción rematadora de un Latasa que justifica el calificativo de rematador... si le ponen pelotas para rematar, claro.
Algo que en Valencia se acentuó mucho más aún con un Raúl Moro, hundido y abandonado en la banda contraria, y que sin pisar la línea de fondo y centrar con intención, se queda en nada. Algo ya muy visto.
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Posiblemente con el mejor once y un posicionamiento más acorde a las posibilidades individuales de sus jugadores, el Pucela tampoco hubiese ganado, pero seguro que hubiese lucido más acorde y mejor. Y eso te da mejores opciones y más posibilidades.
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