Reflexiones de pizarra sobre el Real Valladolid
Desbordar, he ahí la clave
Reflexiones de pizarra sobre el Real Valladolid
Desbordar, he ahí la claveSi algo caracteriza la posición del extremo a la vieja usanza, es decir pegado a la línea de banda en el inicio de la jugada, ello es la habilidad para el regate junto a la velocidad de ejecución para progresar en el juego.
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Un trabajo ... que se facilita estando bien situado –posición inicial abierta y retrasada–, así como en disposición de poder utilizar su pierna dominante como arma ejecutora del regate, conducción y pase.
Algo que ha venido enmarañándose en los últimos años con el tan manido ejercicio de colocar al jugador en el lugar contrario al de su extremidad dominante; ejercicio este dedicado a quien busca mucho más el disparo que el centro; disposición que han venido disfrutando quienes de la banda hacen su plataforma de disparo en busca del gol y los réditos que este genera.
Sin embargo, la historia del fútbol ha venido demostrando a través del tiempo que los grandes extremos eran futbolistas que, jugando sobre su pierna natural, utilizaban la finta, el quiebro y el engaño para progresar en busca de esa línea de fondo desde donde la pelota busca al rematador de frente y no de espaldas.
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Ignoro si Raúl Moro este lunes último decidió de forma expresa sacar el 'Manual del perfecto extremo en el fútbol', aprovechando la coyuntura de estar en la derecha, o bien surgió de su talento natural para desenvolverse en esa demarcación.
Desconozco, asimismo, si pensó que ahí dominaba la pelota y a su adversario de forma perfecta, y que, por tanto, había que aprovechar la coyuntura, o simplemente se vino arriba… nunca mejor dicho.
De lo que no albergo ninguna duda es de que la jugada del tercer gol, con el lujo de adorno técnico con el que nos obsequió, jamás la hubiese protagonizado en la banda contraria por razones obvias de motricidad.
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No sé si los sesenta minutos de espera en el banquillo le dieron para pensar en ello y viéndose en la banda natural optó por tirarse al monte y cazar la pieza. Lo que si sé, es que su centro hacia atrás, después de haber transitado la línea de fondo, le dejó la pelota a Víctor Meseguer para empujarla y al adversario convencido de lo difíciles que son estas situaciones de defender.
El fútbol a día de hoy es proclive, sus técnicos me refiero, a colocar volantes que jueguen por fuera y a denominarles interiores aprovechando que juegan en el exterior del terreno. El extremo, como tal, está en extinción.
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Sin embargo, son los mismos que se desesperan porque cuando el balón llega a ese terreno, el futbolista que no sabe desbordar, porque sus condiciones naturales son otras, se da la vuelta y toca hacia atrás; desbordar, esa es la auténtica clave para desempeñarse en esos terrenos.
Esa ausencia de progreso con la pelota por la banda natural ha terminado por vulgarizar el fútbol, y solo podemos salir de esa vulgaridad cuando, como este pasado lunes, un extremo rápido y driblador colocado en su sitio natural, comparece a la hora de juego en el césped.
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Como siempre he pensado que es más fácil conservar un resultado que tenerlo que revertir cuando se está en desventaja, me atrevería a insinuar si no sería mejor que estos jugadores, que son definitivos por definitorios, compareciesen de salida y se dejase el minuto 60 para la despedida con todo ya hecho.
Y digo lo del minuto referido, por si los analistas entienden que los 90 son demasiada carga para un chico de su edad que no esté lesionado. Es solo un apunte.
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