Secciones
Servicios
Destacamos
La mejoría observada, y reconocida por todos, frente al Sporting este pasado sábado ha venido a producir entre el aficionado una sensación de alivio como preludio de un definitivo convencimiento de que el éxito final puede estar al alcance de la mano.
Como la felicidad ... completa solo te la proporciona la victoria, convendremos en que esta puerta abierta a la esperanza, tras lo presenciado en El Molinón, es el clavo al que agarrarse de cara al futuro más inmediato. Un triunfo que el equipo tuvo cerca y que vino a escaparse porque no todas las heridas técnico tácticas que posee el equipo están aún cerradas, y las defensivas aún no tienen el alta.
Sin embargo, la más profunda de todas, la que se ubicaba en ambas bandas, ha sido donde el remedio, en forma de medidas lógicas y adecuadas, ha surtido de inmediato el efecto deseado.
Cuestión no menor que habrá que agradecer a quien las ha importado desde fuera, paliando así el grave error cometido a comienzos de temporada. Algo que ya ocurrió en el pasado ejercicio y que lamentablemente no evitó, a pesar del acierto de las contrataciones, que el óbito deportivo se produjese.
Si de forma reiterada y machacona por mi parte –lo reconozco– venía poniendo el acento en el tremendo error que suponía colocar a un medio volante zurdo en la banda derecha y al mejor diestro en la izquierda, este pasado sábado quedó patente que un diestro de oficio extremo, y con extremo oficio en estos menesteres, era la pieza necesaria para cubrir dicha demarcación.
Amath Ndiaye, de pasado canterano blanquivioleta, se encargó de dejarlo meridiano con su velocidad –finta y regate incluido– para desbordar de forma permanente a su par. Su impactante actuación, de cara a futuro inmediato, culminada con el gol, abren la esperanza a pensar que hemos encontrado un fijo en esa demarcación, a menos que el cuerpo técnico le destine otros cometidos.
Si el trabajo en la primera mitad del encuentro tuvo a Amath como protagonista destacado, no es menos cierto que en la segunda mitad el croata Stipe Biuk, un chaval de 21 años recién cumplidos, los mismos que Raúl Moro –ambos de diciembre de 2002–, rompió por la banda izquierda, a pesar de ser diestro, para constituirse en el arma atacante más importante de esa segunda mitad. Y si ambos, Amath y Biuk, fueron los triunfadores, no debemos olvidarnos de otros tres nombres por significados bien diferentes.
El primero es Raúl Moro, lesionado según parece y de forma importante, un futbolista dotado para la posición con unas condiciones excelentes y al cual se debería tener muy en consideración de cara al futuro inmediato.
El segundo es Robert Kenedy, ese jugador brasileño de clase excelsa y comportamiento futbolístico variado y difícil, al que lastran el tremendo potencial que posee. Jugador complicado por su variabilidad al que solo puedes ayudar dialogando y exigiendo mientras esperas su positiva respuesta.
El tercero no es otro que Iván Sánchez. Futbolista de máximo nivel técnico con una extraordinaria visión de juego, al cual su reticencia –siempre al parecer– a jugar por dentro le han condenado a quedarse fuera tras la aparición de Amath y Biuk.
Son las cosas que tiene el empeñarse, tanto jugador como entrenador, en ubicarse en una demarcación para la cual genéticamente no está diseñado.
Lo tiene todo para ser el 10 del equipo –dorsal que luce- porque aúna visión, calidad, desborde y un golpeo de pelota adecuado a la demarcación. Iván es el hombre definitivo de un medio campo excelente junto a Monchu y Juric.
¿Ya eres suscriptor/a? Inicia sesión
Publicidad
Publicidad
Te puede interesar
Publicidad
Publicidad
Esta funcionalidad es exclusiva para suscriptores.
Reporta un error en esta noticia
Comentar es una ventaja exclusiva para suscriptores
¿Ya eres suscriptor?
Inicia sesiónNecesitas ser suscriptor para poder votar.