Fueron los pioneros madrileños del pop; aquel grupo surgido entre los años 68 y 72 del pasado siglo los que nos dejaron títulos como 'El sol brillará en invierno' o 'Balada corta' los que ayer me sugirieron las emociones de un partido que no pasará ... a la historia por el juego, pero sí por su resultado y la forma en la cual se consiguió.

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Yo no sé cuanto durará el brillo del sol blanquivioleta por este triunfo, pero sí que sé que lo de ayer se trató de esa balada tan corta como necesaria para que al público le llenara un corazón huérfano de sentimientos afectivos por parte de la practica totalidad de las instancias deportivas del club.

También me consta que ayer los aficionados que habían pasado de la indiferencia al grito de '¡Pucela!, ¡Pucela!' cuando se sintieron tan espoleados por la pelea de los jugadores como heridos por las circunstancias.

El de ayer, que futbolísticamente fue un partido pobrísimo en juego, resultó enormemente enriquecedor en lo emocional; algo tan necesario casi como los puntos en juego. Porque no nos engañemos, lo que a día de hoy se pide es luchar con dignidad y esfuerzo supremo... y ya si se puede ganar, pues genial.

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Y ayer eso se dio; y fue gracias a que Anuar –un día más y van...– tiró de coraje y presencia para sacar a equipo y afición de ese marasmo de negatividad que nos tiene hundidos.

Tanto como que las lágrimas de unos y el grito unánime más parecían celebrar la consecueción de un título que los tres puntos de un duelo en todo lo bajo de la clasificación.

Sin embargo, ayer el Real Valladolid dejó claro que, a pesar de la inferioridad numérica y un fútbol muy primitivo y peleando como lo hizo, se puede sacar adelante el compromiso.

Recuperar a Moro, Iván Sánchez y Amallah es prioritario para que el equipo suba nivel de calidad futbolística; tanto como no seguir repitiendo los absurdos errores posicionales en las bandas.

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A día de hoy, no caben ni el optimismo por un final feliz, ni un pesimismo acérrimo por pensar en estropear lo conseguido. Seguimos estando descendidos, y ayer, ante un Valencia con nombre pero sin juego, hemos sacado adelante un partido con diez jugadores.

Algo que debería dar que pensar a todos, dirigentes y secretaría técnica en primer término, al tiempo que servir para rectificar errores garrafales.

Y mientras tanto borrar esa imagen de abandono presidencial que se viene dibujando día a día para decepción de toda una masa social y una ciudad que no se merecen esto.

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Tras lo visto, o ¡hacerse un Anuar! o volver al pozo.

¡Háganse todos un Anuar!... se lo recomiendo.

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