Tres acciones individuales nos vienen a dejar tres puntos extraordinariamente valiosos, al tiempo que tapan tres gazapos notorios de carácter técnico y terminan cerrando con palmas una semana que comenzó con pitos.
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El primero de ellos fue presentar una alineacción ilógica, descompensada, no entrenada y ... mal dispuesta sobre el terreno de juego, sacando dos de los tres delanteros natos a la banda mientras Monchu se descolgaba a posiciones no acordes.
El segundo fue precisamente alterar el orden táctico habitual en un intento de reconvertir un sistema con dos puntas claros en otro con tres delanteros y tres volantes, algo que el equipo nunca llegó a digerir a lo largo de toda la primera mitad.
El tercero, y más notorio aún, si cabe, fue el de no saber reaccionar de forma lógica ante la superioridad obtenida tras la expulsión del central eibarrés.
Era el momento de prescindir de un volante y dar entrada a un extremo de verdad, al objeto de comenzar a ensanchar el campo con dos exteriores y posicionar a dos extremos natos, uno en cada banda.
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En ninguno de los supuestos reaccionó el cuerpo técnico mientras moría el primer tiempo con un Eibar en superioridad en el marcador e inferioridad numérica en el campo.
Del estatismo nos vino a sacar una acción tan afortunada como virtuosa tecnicamente, de un vacilante Víctor Meseguer que recuperaba en ese instante el valor al tiempo que olvidaba lo escaso y acertado hasta entonces de su aporte.
Algo que repitió Mamadou Sylla diez minutos más tarde en la jugada del partido y en una de las mejores acciones individuales vistas en este campeonato de liga... si no la mejor. Su carrera driblando adversarios y llegando a las inmediaciones del portero para quebrarle mediante gambeta larga y alojar el balón en la red, justificó el importe de la entrada.
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El tercer gol, diez minutos después igualmente, obra de un magnífico Salazar, puso la guinda a un triunfo obtenido mediante tres acciones técnicas de gran mérito que terminaron por salvar la situación deportiva este domingo en Zorrilla.
Con media hora por delante y el equipo contrario claramentederrotado y en inferioridad numérica evidente, el miedo de un Pucela débil anímicamente, poco trabajado y convaleciente del vértigo posicional crónico que le genera el vaivén alineatorio semanal, ni tuvo agallas para irse a por el rival ni estímulo desde banda para tal cometido.
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El triunfo calmó las iras pero no vino a borrar la imagen de lo que somos y a lo que estamos sometidos en pro de esa «línea de procesos» que alimentan desde el club, y que tanto choca con el único objetivo que tiene metido la parroquia entre cejas: el ascenso a toda costa.
Ese 'espíritu basura' surgido en los minutos finales viene a ser el pie de foto de un equipo inseguro, débil en su ánimo al tiempo que debilitado por lesiones de última hora, cambios a tutiplén e inseguridades tácticas permanentes.
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Con todo y con eso, estamos ahí y ahí deberíamos seguir, en una liga de saldos por cierre de negocio. Es de bobos no aprovecharlo.
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