
Javier Clemente, cuando entrenar es una gozada y no un trabajo
El técnico de Baracaldo, el primero que perdió en el estadio Zorrilla, recuerda su estancia en Valladolid, donde casi salva a un equipo desahuciado. Califica de «equipazo» al Athletic campeón de dos ligas
José Anselmo Moreno
Viernes, 21 de febrero 2025, 06:43
Una mala patada le retiró del fútbol y le hizo entrenador, aunque para Javier Clemente entrenar no es exactamente un trabajo. Es «un disfrute» y, ... en medio de esa filosofía, dice que aquí disfrutó mucho y posiblemente fue donde mejor estuvo. No llegó a tres meses, poca cosa, pero dio con la tecla del Pucela y afinó el piano entero. La afición se ilusionó con una permanencia que parecía imposible.
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Dice que actualmente añora el olor a césped. «Estoy bien, pero no perfecto porque no entreno. De salud y demás ando bien, pero me falta lo que más me gusta: entrenar», asegura el técnico, al tiempo que puntualiza que en su vida siempre hizo lo que quiso.
Su llegada a Pucela fue un huracán y, lo que parecía una huida hacia adelante, estuvo a punto de cuajar. Se llegó a pensar que Clemente, el primer entrenador que perdió en Zorrilla, salvaba al equipo en aquella recta final de la 2009/10. Tuvo efectos curativos para los males del equipo, como aquella leyenda del bálsamo de Fierabrás que aparecía en los cantares de gesta y, precisamente, una gesta es lo que casi consigue el de Baracaldo. Fue como un «desfibrilador» para un enfermo que apenas respiraba.
«En Valladolid estuve ocho partidos y es donde mejor he vivido y donde más amigos tuve. Faltó un punto para la permanencia, que si es ahora, con lo que he aprendido, no hubiéramos bajado. Hubo circunstancias que si hubiéramos sido más listos no bajamos. Al equipo le faltó algo de experiencia», dice.
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«Si tengo un mes más lo logramos seguro porque, además, la actitud del público fue fantástica»
Asegura también que la clave fue el partido ante el Atlético. «Ellos no tenían nada en juego y teníamos que haberles ganado con un poco más de oficio y menos nervios».
Clemente eligió en Pucela el camino de tirar al equipo para atrás y generar espacios para la velocidad y el juego directo. En aquel equipo estaban Nauzet, Keko y sobre todo un Diego Costa explosivo. Atacaba con balones largos, aprovechando las condiciones de sus futbolistas y la envergadura de Manucho. Lo suyo funcionó hasta que en la última jornada había que «no perder» en el Camp Nou. Fue con lesiones y todo en contra. De hecho, ese día Raúl Navas tuvo que subir de un Promesas de Tercera. Clemente no se cortaba con eso.
«El Barca se jugaba la Liga, si no hubiéramos puntuado pero tuvimos la desgracia de que ese día nos tocaba un equipazo», dice.
Le hablo de un partido Real Valladolid-Sevilla en el que el Pucela tuvo mil ocasiones y Clemente sacó cinco o seis centrales, con laterales a pie cambiado. Le comento que al darme la alineación, no sabía ni cómo colocar a los jugadores y que en la primera media hora el Sevilla no pasó de medio campo.
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El fútbol y la prensa
No recuerda el detalle de la alineación, pero sí que ganamos y afirma: «La prensa en general no tiene mucho conocimiento de fútbol. Yo no digo que un entrenador no tiene idea porque no sé sus circunstancias. La prensa habla sin saber la problemática de cada entrenador, no sabe qué les dice a los futbolistas, hay veces que dices una cosa y no la hacen. Eso pasa muchas veces, todos ganamos en la pizarra y si todo saliera bien nadie perdería».
Afirma que en Valladolid no tuvo problemas con nadie e insiste en que está agradecido a la ciudad porque pasó aquí dos meses maravillosos. «A veces cuando voy a Madrid intento pasar a ver a la gente de Pucela y comer con mi amigo Kichi», subraya.
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«Entrenar no es para mí un trabajo, es una gozada, y si no lo tengo, me aburro un poco, la verdad»
Dice que el equipo era bueno y, por ejemplo, a Manucho lo califica de «chaval extraordinario», al igual que Pelé: «Me hablaron mal de él pero se portó fenomenal. Todos trabajaron bien y debimos salvarnos. Si tengo un mes más lo logramos seguro porque, además, la actitud del público fue fantástica», agrega.
Sobre la diferencia del actual Clemente y el de entonces dice que no hay ninguna. «Excepto el carné que pone más años, en lo físico y el gusto por realizar mi trabajo sigo igual, con más experiencia. Tuve ofertas de países complicados y no quise ir». Hay que decir que en Libia es un ídolo porque les hizo campeones de África.
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«Entrenar para mí no es trabajo como tal, disfruto de estar cada día con chavales jóvenes, ver un objetivo y qué hay que hacer contra el próximo rival, eso es una gozada para mí y si no lo tengo me aburro un poco, la verdad», agrega.
«¿Van a pasar frío los domingos y no abres los entrenamientos a los jubilados? ¡Yo abriría siempre!»
El 'no' gol de Julio Salinas en el Mundial
Del partido de este domingo asevera que como no entrena «ni aquí ni allí», no le importa a nadie «lo que diga el chorras de Clemente». Eso sí, dice que la permanencia será dura porque Barça, Madrid o Atlético «han dado petardazos y eso hace que se complique la cola».
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Respecto a las dos ligas del Athletic asegura que no tuvieron nada de milagro. «Era un gran equipo que trabajó a puro huevo, pero como éramos cuatro del pueblo no nos tomaban en serio».
Sobre la fotografía reciente que pido siempre a los protagonistas ironiza y nos insta a que pongamos una del año 2010 porque «estoy igual» y dice que desde la muerte de su padre no guarda fotos, ni medallas, ni balones ni nada. Era él quien lo hacía.
Hablamos del Mundial que pudo ganar y del gol fallado por Salinas en el 94. Dice que fue un paradón del portero. También de aquel partido en Eire, donde puso mil defensas y goleamos. Por último, de su complicada relación con la prensa pero eso ya pasó. Hoy Javier Clemente Lázaro tiene 74 años y es un abuelo feliz, que juega al golf y no evoca ese carácter de mil demonios cuando se enfadaba. Precisamente al decirle que el Pucela entrena a puerta cerrada se rebela como jubilado. «Van a pasar frío los domingos y no abres los entrenamientos para que vayan a tomar un café los jubilados.... Menos el día más táctico, ¡yo abriría siempre!». Clemente no es de periodistas ni de directivos, él sigue siendo «de la gente».
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