Inconformismo y autodestrucción en el Real Valladolid
A BANDA CAMBIADA ·
El autor pone la lupa sobre las críticas al equipo después de algunos partidos como el del Villamarín, el de San Mamés o el más reciente de Vigo
JESÚS MORENO
Miércoles, 4 de diciembre 2019, 19:30
En su momento, se leyeron y escucharon reproches después de que el Real Valladolid ganara en el Benito Villamarín o en Cornellá. Lo mismo ocurrió tras los empates del Bernabéu y San Mamés. Evidentemente, los juicios de valor hicieron acto de presencia tras la ... goleada sufrida en Barcelona. En todos los casos, la crítica se hace acompañar, como si se tratara de un perro lazarillo, del adjetivo constructivo, una manera de hacer pasar el estado de permanente enfado por paternalista necesidad de señalar los defectos que uno observa para que puedan ser corregidos ahora que todavía hay tiempo. Sin embargo, en esta época de inmediatez y redes sociales, de eslóganes y de posverdad, da la sensación de que la crítica no persigue construir nada, sino que busca simplemente el reconocimiento de aquel que la emite. Una suerte de 'que la realidad no estropee un buen titular' de nuestra era.
Ahora mismo, el razonamiento pausado valorando todas las circunstancias se ha visto sustituido por veredictos a vuela pluma, por comentarios más o menos cargados de ingenio, por medias verdades en un puñado de caracteres. Opiniones más rápidas, más fáciles y más seductoras, como si se trataran del reverso tenebroso de la fuerza. La némesis de todo juicio de valor.
El viernes pasado, el Real Valladolid empató en Vigo haciendo buena aquella predicción de don Miguel Delibes según la cual el equipo que después de perder en casa visita a otro que viene de ganar fuera, si no se alza con el triunfo sumará al menos uno de los dos puntos en litigio. No hace tanto, en los gloriosos años ochenta, empatar a domicilio y dejar inmaculada la portería blanquivioleta, solía ser sinónimo de buen resultado salvo que las ataduras clasificatorias obligasen a algo más. Hoy se aprecia como un nuevo motivo sobre el que asentar los propios prejuicios. Nadie puede negar, es una evidencia, que el equipo pasa por un momento de sequía goleadora. Tiene problemas para encontrarse ante situaciones que aceleran el pulso del delantero y del aficionado. El diagnóstico es claro pero las causas no tanto. Descargar toda la furia contra los jugadores -algunos, no todos, solo contra los sospechosos habituales- o los planteamientos del técnico, olvidando intencionadamente la grandeza del rival o del escenario en el que se compite, es tramposo. Deja el análisis obligatoriamente cojo y puede generar dudas sobre todo lo que se está haciendo bien hasta ahora. Parece inconformismo, pero es autodestrucción.
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