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Suele decirse que es lo de menos en pretemporada, pero las victorias fomentan las sonrisas en época de construcción, y este Real Valladolid aún debe caminar mucho, y sonreir mucho más, si quiere alcanzar el objetivo que se ha propuesto. Sin muchas más referencias en ... las que apoyarse, el despliegue mostrado en su partido de presentación ante un Primera como el Rayo abren una puerta a la esperanza a once días de estrenar la competición en Las Palmas. Solo es una declaración de intenciones pero el trofeo que levantó Nacho al término de los 90 minutos deja las mejores sensaciones en el vestuario y un buen sabor de boca al aficionado, que este miércoles disfrutó por partida doble de su vuelta al estadio Zorrilla.
Marcaron tres de los 'jugones' (Olaza, Weissman y Toni), y en ningún momento se vio el clásico paso atrás que dejó la última temporada en cada partido.
Real Valladolid
Masip (Caro, minuto 31, y Roberto, minuto 61); Luis Pérez (Kuki, minuto 46), Kiko Olivas (Javi Sánchez, minuto 61), El Yamiq (Corral, minuto 46), Olaza (Nacho, minuto 46); Joaquín (Bruno, minuto 46), San Emeterio (Aguado, minuto 31, Sergio Benito, minuto 69), Óscar Plano (Orellana, minuto 46), Toni Villa (Roque Mesa, minuto 69), Marcos André (Sekou, minuto 46, Víctor García, minuto 69) y Weissman (Guardiola, minuto 46).
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Rayo Vallecano
Luca Zidane; Balliu, Saveljich (Pathé Ciss, minuto 43), Catena, Fran García, Óscar Valentín (Santi, minuto 60), Mario Suárez, Nteka (Moreno, minuto 73), Óscar Trejo (Qasmi, minuto 60), Álvaro (Bebé, minuto 73) y Andrés (Isi, minuto 60).
Goles: 1-0 (minuto 6): Olaza, de falta directa. 2-0 (minuto 41, Weissman). 3-0 (minuto 48): Toni Villa. 3-1 (minuto 71): Mario Suárez.
Árbitro: Oliver de la Fuente, vallisoletano, auxiliado en las bandas por Daniel Pescador y Samuel García. Amonestó a Joaquín por parte local, y a Saveljich y Óscar Valentín por los visitantes.
Incidencias: Partido correspondiente al XLVII Trofeo Ciudad de Valladolid celebrado en el estadio Zorrilla con 5.684 espectadores en las gradas, en la vuelta del público al campo después de 514 días.
514 días después, se palpaba en el aficionado las ganas por volver a ocupar asiento en el estadio. Por hacerse con la butaca y dejar una muesca que la haga propia toda la temporada. Han sido demasiados meses sin ritual. Sin enfundarse la camiseta de Orellana, de Hervías, Ünal incluso, hasta de Ronaldo Nazário. Demasiados sin cantar el himno, aunque sea con mascarilla.
Como digo, se mascaba en el ambiente la ilusión del abonado por recuperar hábitos. Y por supuesto, entre ellos, también el hábito de ver al Real Valladolid. Más bien de congraciarse con aquel equipo que dejó en Primera y de forma inexplicable encuentra ahora en Segunda División. Por el camino ha quedado una deuda pendiente, y ésa corre por cuenta del vestuario. Son los mismos jugadores -por el momento- los que tienen que ganarse el favor del aficionado. Partido a partido, que en Segunda son 42. Minuto a minuto, que en la categoría de plata son más largos.
La primera oportunidad la sirvió el Trofeo, partido de presentación en el que gran parte de la mirada crítica se la llevó Pacheta. Es la norma. Cuando la decepción es honda, el aplauso es para el técnico recién llegado. Es quien encarna la esperanza. El señalado para cambiar la cara a un equipo que acabó demacrado hace tan solo tres meses.
En ese escrutinio resulta inevitable buscar comparaciones, y el aficionado no tardó en ver un Toni Villa más ilusionado, un Weissman más metido en el juego, participativo incluso, un Marcos André comprometido pese a los cantos de sirena que le persiguen -y perseguirán hasta el último día de mercado-,... pero, por encima de todo, una idea de juego más ambiciosa, protagonista como le gusta decir al presidente. No necesita Pacheta un organizador tipo Míchel para ganar la posesión. Para disfrutar del balón más que el rival. La apuesta del de Salas de los Infantes, al menos su carta de presentación ante el aficionado, pasa por un 5-3-2 con laterales adelantados que pisan más la línea de fondo ajena que la propia, una medular con protagonismo casi único para un jugador-pegamento tipo San Emeterio, dos mediapuntas capaces de romper líneas (Plano y Toni) y un tercero escalonado (ayer Marcos André) con idéntica misión: buscar a Weissman.
La idea degenerará en el transcurso del curso, seguro, pero de momento atrae al futbolista. Le hace más participativo y le aleja del discurso temeroso del paso atrás cuando el rival tiene el balón. Sin el bagaje de kilómetros en amistosos del Rayo, el Valladolid se mostró mucho más metido e intenso, ganando segundas jugadas, balones divididos e incluso acciones de uno contra uno en banda. Durante muchos minutos pareció haberse detenido el tiempo, y que el equipo de casa era el de Primera y el Rayo el de inferior categoría. Tal como lo dejó el aficionado aquel 8 de marzo de 2020.
Los matices los puso la idea. La intención. La actitud. También la pretemporada, claro está, y las ganas de agradar al nuevo míster.
En ese escenario, gustó la idea de Toni, que disfrutó como un niño con zapatos nuevos gambeteando entre líneas. Gustó la intención de Álvaro Aguado en su reentré. Gustó la actitud en líneas generales. Y gustó también la solidez y compenetración del imponente tridente de centrales formado por Joaquín, Kiko Olivas y El Yamiq (todo un lujo en la categoría).
Con esta carta de presentación, y mucho antes de que el partido se consumiera en un carrusel de cambios, el Valladolid fue infinitamente mejor que su rival, dominando en todas las facetas del juego. Ganó la posesión, se impuso al cruce, no titubeó en balones áereos e incluso se permitió el lujo de marcar a balón parado, poco menos que un milagro hasta hace bien poco. Lo transformó Olaza, en una falta directa a los 7 minutos de juego que encarriló el partido muy pronto -el uruguayo ejecuta a balón parado las situaciones que antes eran para el centrocampista de turno-. Mucho más enchufado que el Rayo, las ocasiones fueron cayendo de lado local y Weissman -que pese a lo prematuro de las fechas, ya huele a pichichi de Segunda- amagó poco antes de hacer su gol. Perdonó primero a un centro de Luis Pérez y cinco minutos después cumplió con su condición de goleador, recortando al portero antes de rematar a la red un balón recuperado en banda por Marcos André, que le ganó la partida a Saveljich.
Con 2-0 puede decirse que el partido empezó a agonizar al descanso. Siete cambios más los dos de la primera parte dieron más sentido al término bolo y diluyeron a la mínima expresión la idea que enseñó Pacheta de inicio. El partido se convirtió en un desfile infumable que acabó en una sucesión de patadones de los centrales locales para despejar los intentos de acercamiento del Rayo. Antes habían encajado los de Iraola el tercero en una acción insulsa, un centro inocente de Toni que entre la defensa y Luca Zidane se encargaron de llevar al fondo de la red.
En una acción a balón parado llegaría el tanto visitante, con Mario Suárez solo al segundo palo rematando un balón botado por Isi. Poco después Roberto evitó el 3-2 en un mano a mano con Bebé.
Pero para entonces, el amistoso ya era más bolo que partido.
El viernes espera el SD Amorebieta, que este miércoles remontó para llevare la victoria ante el Eibar (2-1)
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