Los hombres fuertes de Ronaldo en el Real Valladolid
El brasileño se ha rodeado de un núcleo duro, con perfiles afines como David Espinar, Matt Fenaert, Paulo André y Bruno Mazziotti, que han dirigido el barco con el presidente siempre en la distancia
Ronaldo protagoniza dos docuseries en Dazn. Una versa sobre su vida futbolística. 'El Fenómeno', se llama. La última narra y relata su vertiente como dueño del Real Valladolid: 'Ronaldo, el presidente'. En ambas prevalece su enorme condición humana, su cercanía, su sentido del humor y su excelsa categoría como leyenda del fútbol mundial. Si la plataforma audiovisual construyese ahora la segunda parte, el encabezado del reality sería, 'Ronaldo, la gran decepción'. Su paso por el Pucela ha sido un bluf. Llegó como el Mesías y se marcha por la puerta de atrás, sumido en una profunda penumbra y con su marca personal como dirigente por los suelos.
La gestión de Ronaldo ha funcionado como un mando a distancia, en el que los botones han sido sus hombres fuertes, el núcleo duro que le ha acompañado desde el origen y que en la zona noble se ha ido desmembrando a medida que la propia entidad se deshacía en medio de una negligente gestión deportiva e institucional. Las decisiones del día a día han pasado siempre por las manos de David Espinar, director del gabinete de presidencia, y Matt Fenaert, CEO y consejero delegado. Esta bicefalia en la cima de la estructura funcionó con matices al principio, pero se fue deteriorando con el paso de los meses hasta que el choque entre Fenaert y Espinar terminó con el segundo en Oriente Medio y con el primero diciendo adiós en una de las etapas más crudas del curso, agotado personal y anímicamente. Mazziotti, que ha pasado de nutricionista a mandamás del área deportiva, y Paulo André, jefe en la sombra de muchas cosas, incluidos los fichajes con acento brasileiro, completan el elenco de afines a Ronaldo. Solo sobreviven los dos últimos. El resto es historia y su desvinculación de la entidad albivioleta exhibe las costuras del plan del presidente, que ha sido incapaz de frenar la descomposición porque ha centrado su proyecto, únicamente, en la rentabilidad llevada al extremo. Su principal mérito ha sido la renovación de las infraestructuras del estadio y los anexos, un aspecto que también delata su búsqueda constante de la plusvalía en la venta.
Un club de fútbol no es una empresa al uso. Lo que sucede sobre el césped condiciona todo lo demás. El éxito o el fracaso trascienden al resto de aristas del club. Si el primer equipo se estabiliza en Primera, los recursos se multiplican. Si no lo hace, como es el caso del Real Valladolid, con tres descensos en la era Ronaldo, da igual el desarrollo estructural, la reforma del estadio o una nueva ciudad deportiva. Todo gira en torno al balón y en ese ámbito, Ronaldo ha actuado como si fuera un delantero centro con las botas cambiadas de pie, muy torpe. O más bien, ha pensado que el resto del universo era idiota y el único avispado era él, con el pelotazo económico como único objetivo.
A Ronaldo le ha atropellado la incompetencia en lo que debería haber sido su fuerte, la parcela deportiva, donde ha sido incapaz, ni él ni si equipo, de dotar de estabilidad al club. Este sonoro fracaso ha provocado un efecto dominó que ha desembocado en una fractura irreversible con la masa social, curiosamente la más nutrida de la historia. Si escapamos del capítulo subjetivo y nos detenemos específicamente en los datos, la trayectoria del Real Valladolid con el brasileño en la butaca presidencial resulta históricamente negativa. Y no solo por lo que ha ocurrido en esta última temporada, sino por una negligente gestión deportiva que ha devorado la pasión de los hinchas y ha devaluado la marca del club en España e internacionalmente. 270 partidos, 84 victorias, 71 empates y 115 derrotas. Poco que añadir. 42% de derrotas.
El drama de Ronaldo arranca desde la cima de la dirección deportiva. Todo nace en el entorno del presidente, que ha ido colocando peones de su confianza, con más arraigo personal que pericia profesional. El acento brasileño ha marcado el ritmo. El ejemplo más evidente es la figura de Paulo André. Miguel Ángel Gómez, que ya estaba en el club cuando Ronaldo abrió la puerta aquel ilusionante 3 de septiembre de 2018; Fran Sánchez, despedido a diez días del inicio del curso; y Domingo Catoira solo han sido parapetos públicos de la zona noble. Especialmente grosera ha sido la actuación de Catoira, que ha encadenado gazapos y ha encabezado la peor temporada de la historia. Siempre fiel, siempre sumiso a la voz del presidente y su séquito. Su gestión pasará a la historia como la peor que uno recuerda, con una confección de la plantilla muy deficiente y un mercado de invierno esperpéntico.
Los disparates que han brotado de la dirección deportiva son innumerables. Desde la elección de André como capitán del barco en la sombra, hasta el nombramiento de Bruno Mazziotti, un fisioterapeuta y experto en nutrición, que ahora participa de forma decisiva en todas las decisiones deportivas del club. El resultado salta a la vista. Un peldaño por debajo, la elección del inquilino del banquillo y su gestión posterior también ha sido un profundo dislate. Todo arrancó con Sergio, que venía de certificar un ascenso inesperado antes del desembarco de Ronie. El presidente se empeñó, a pesar de los decrecientes resultados de Sergio en Primera, en mantener al catalán, que finalmente descendió. Esta cabezonada encendió la primera crisis con la hinchada. Sergio firmó 39 victorias, 45 empates y 53 derrotas. 1,18 puntos por partido de media. Su sustituto fue Pacheta, que llegó al club con mucha fuerza y un entusiasmo que pronto contagió a todos. Una goleada en el Bernabéu resultó insoportable para el astro brasileño. Su destitución resultó fulminante e inesperada. El conjunto castellano no estaba bien, pero se encontraba fuera del descenso. 75 partidos para rubricar 36 victorias, 15 empates y 28 derrotas. Los mejores datos de un técnico en la 'era Ronaldo'.
La salida de Pacheta, además de terminar con el Real Valladolid de nuevo en Segunda, se ha convertido en una profunda zanja de la que la entidad castellana no ha sabido escapar. Con Pezzolano comenzó una decadencia que ya no se ha detenido hasta la surrealista gestión del banquillo realizada en el presente curso. Con el uruguayo, Ronaldo y la cúpula se saltaron cualquier atisbo de lógica y coherencia. Aguantaron un fútbol hosco y rudimentario, unos resultados más que insuficientes, y un intenso enfrentamiento con la grada. Después llegó el casting para fichar a Cocca y el ascenso, caída y ascenso de Rubio, que ha terminado por enterrar cualquier atisbo de esperanza con un desenlace indigno.
Descendiendo un poco más en la estructura del Real Valladolid, el tercer pilar del fracaso deportivo de Ronaldo se acuna sobre la contratación y venta de los futbolistas que han jalonado su trayectoria al frente de la entidad blanquivioleta. A pesar de que ha llenado su discurso con citas constantes a la cantera y a la hipotética Ciudad Deportiva, la realidad es que solo se han consolidado en el primer equipo Anuar, Kike Pérez (ya traspasado) y Marcos André (vendido y repescado). El único denominador común que tiene la cantera en el proyecto de Ronaldo es el euro. El dueño del Pucela ve al filial como un fondo de rentabilidad económica. Lo deportivo pasa siempre a un segundo plano. De hecho, cuando un talento ha destacado en la primera plantilla, su destino siempre ha sido el traspaso. Fresneda, Juma, el propio André o Salisú protagonizan el mejor ejemplo en este sentido. De Frutos, Lunin o Pedro Porro triunfan lejos de Zorrilla después de ser suplentes en el conjunto pucelano. Esto explica también la pésima gestión deportiva de Ronaldo y su staff, incapaces de separar el grano de la paja. Más bien, poco hábiles a la hora de escapar de una ambición económica que ha terminado por destrozar toda la parcela deportiva.

Un club en constante amortización
Las operaciones de salida ensombrecen la gestión organizativa del club por parte de Ronaldo y demuestran que estaba de retirada bastante antes de abandonar el palco de Zorrilla. Solo así se explica que no haya fichado talento externo para suplir a figuras muy relevantes dentro de su organización. Amortizar una vez no está mal. Promocionar internamente tampoco. Pero una compañía que busca seguir creciendo no puede sobrevivir dejando marchar a sus cabezas pensantes para doblar las tareas a los profesionales que ya tiene en nómina. A esta operación se le llama liquidación de activos sin un objetivo futuro claro, más allá de ahorrar, engordar la caja y aliviar una operación de venta a la baja. En el Pucela de Ronaldo todo está en venta, el talento no se suple, se acumulan funciones, y el único fin es conseguir una cifra que justifique la embarcada de comprar el Real Valladolid como un negocio inmobiliario que nunca fue y una ruina deportiva construida desde la dejadez y la desaparición por parte de un presidente a la fuga.
Si fijamos la lupa en el balance económico de cada temporada, encontramos otra de las claves que explica el derrumbe que ha vivido el club en la faceta deportiva. Aquí es donde se empieza a entender el papel de Catoira, que en la temporada 23-24 firmó un superávit de más de 30 millones de euros. Con la ciudad deportiva en el limbo y sin opción de comprar el estadio, Ronaldo ha optado por hacer caja. Por eso no ha vuelto a aparecer por Zorrilla y todas las operaciones destilan un tufillo económico muy evidente. Esto también ha afectado a las oficinas. Ronaldo ha desarrollado de forma coherente la estructura del club, pero ha ido amortizando puestos que finalmente han corroborado su intención de rentabilizar su inversión por encima de cualquier circunstancia. De este modo, se marchó al Cruzeiro Gabriel Lima, posiblemente el mejor profesional que ha tenido el club, y no llegó nadie. Promocionó Nacho Oruezábal. También salió Marco Farah, director de Marketing, y promocionó internamente Mavi Papathanasiadi. Más tarde emigró David Espinar y Jorge Santiago ascendió a la portavocía. Después, Luis García sumó la dirección general a sus tareas financieras para elevar su estatus en el club después de la salida de Matt Fenaert, anterior CEO.
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