Sergio González. A- MINGUEZA
Sergio González

Sergio González, un hombre en racha

En doce partidos en el banquillo ha llevado a Primera a un histórico que ya daba por pérdida la temporada

J. A. Pardal

Valladolid

Sábado, 16 de junio 2018, 22:24

Sergio González (Hospitalet de Llobregrat, Barcelona, 10 de noviembre de 1976) vive en la cresta de la ola casi desde el día en que recibió la llamada definitiva para hacerse con la riendas de un desanimado Real Valladolid.

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Su bautismo en el Nuevo José Zorrilla ... no pudo ser más complicado (0-1 ante el Sporting, con gol de Rubén García en el minuto 3 de partido), pero a partir de ahí el catalán logró subir a la plantilla a su barco y navegó con éxito, junto con todos ellos, sobre los siguientes arreones que le tenía preparado el mar picado de la liga regular y el 'play-off'.

Desde que llegó a Zorrilla (hace dos meses y seis días exactamente) ha sido capaz, junto a su segundo Diego Ribera, de tomar el mando de un club histórico de Primera División que naufragaba más allá del décimo puesto en Segunda y devolverle al lugar en el que todos quieren estar. Como buen timonel, lo ha hecho de forma calmada, sin aspavientos, pero con mucho trabajo y más diálogo.

En medio de este apasionante periplo, en el que ha logrado enganchar al fútbol a toda una ciudad que ya no se fiaba de los suyos desde hacía mucho tiempo, ha sido padre de su segunda hija y de paso se ha convertido en todo un ídolo en la ciudad. En los últimos recibimientos brindados por la afición al equipo ante los decisivos partidos de las últimas semanas, ha sido el más aclamado, junto al goleador Jaime Mata.

Lo bueno de todo esto es que, al contrario que el pichichi de la categoría, Sergio sí que seguirá la próxima temporada en Valladolid. Su contrato con el club de la ciudad del Pisuerga incluía una cláusula por la que este se ampliaba automáticamente en caso de clasificación para la liguilla de ascenso, algo que se consiguió con extraordinaria solvencia en la última jornada de liga (2-0 ante el Osasuna), pese a que una semana antes se había sufrido una dolorosa derrota en Zaragoza. Tras ella, Sergio dejó claro cuál es su actitud ante el fútbol cuando las cosas vienen mal dadas. «Hemos empezado a ganar el partido de la semana que viene con la piña de los jugadores». Siempre saca algo positivo de todas sus experiencias, sea cuál sea el resultado que refleja el marcador.

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Y todo esto (primero el cambio radical del equipo, después la clasificación para el 'play-off' y la comunión con la ciudad y finalmente el ascenso a Primera) lo ha logrado el técnico catalán de una forma callada y, especialmente, moviendo el foco hacia los futbolistas, a los que ha derivado desde el primer día todos los méritos de estas buenas nuevas que proceden del estadio ubicado junto a Parquesol.

De nuevo, un ejemplo sirve para mostrar de qué forma maneja el vestuario y los egos de cada uno. Cuando los futbolistas han salido a saludar al centro del campo en las victorias en casa o cuando se han acercado a los aficionados blanquivioletas tras los partidos lejos de Zorrilla, Sergio siempre se ha mantenido al margen, observando de lejos. Siempre algún futbolista, integrante del cuerpo técnico o un empleado del club le ha cogido por el brazo y le ha intentado animar a unirse a la celebración, pero Sergio en todas las ocasiones ha rehusado hacerlo. No quiere medallas, huye de las fotos triunfales y de las grandes algarabías, pero sí que mantiene un contacto permanente con sus futbolistas. Les habla continuamente dentro del vestuario, en el campo de entrenamiento o durante el partido. Reparte gestos de cariño y aplausos a lo largo de los noventa minutos de juego y después, ya en rueda de prensa, se afana en repetir que el mérito es de los jugadores, no de él.

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Es su trabajo callado pero, como la lluvia fina, cala. Se le ha visto charlar con Masip nada más terminar un partido ocon Gianniotas en privado tras un entrenamiento. Los futbolistas cuentan maravillas de él y le consideran un compañero, no un jefe; ahí radica su mérito. Su estrella brilla hoy con fuerza.

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