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Pezzolano ha conseguido poner al equipo por delante del individuo. Es el sueño de cualquier entrenador. Si el bloque se sube a la grupa de los egos, el resultado siempre es positivo. De esta costura de lo colectivo brota la solidez y la solidaridad, el ... esfuerzo coral para cruzar abrazados la última frontera. El Real Valladolid ha pasado de ser un grupo de grandes nombres a ser un equipo con mayúsculas. El partido de Huesca pedía hormigón antes que anarquía y el cuadro castellano lo interpretó calzándose el mono de faena para enterrarse en la masa hasta las rodillas. En el Pucela corre hasta el utilero, lo que permite que la calidad, que al final marca la diferencia, encere un choque hosco a través de una victoria que refuerza la candidatura de un aspirante que otea el horizonte sin tortícolis.
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Confieso que miraba al encuentro de Huesca con cierto recelo. La coctelera estaba cuajada de ingredientes que suelen servir un cóctel amargo. El cuadro oscense llegaba al duelo con el depósito de triunfos caseros tieso. Estas efemérides son las que el Pucela suele convertir en aspirinas para el rival. La segunda variable inquietante residía en la historia blanquivioleta en El Alcoraz. Sin triunfos en Liga en el feudo aragonés. Por suerte (y por fin) el Real Valladolid se sacudió su condición de estrella en este extraño tipo de gestas y partió la mesa con un puñetazo, que extiende su vibrato más allá de estos tres puntos. Los ascensos se construyen en estadios ásperos.
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Sylla no solo es gol. La lesión de Marcos André le ha entregado una responsabilidad que va más allá de su eficacia. En Huesca no marcó, pero estuvo siempre ahí. La semana pasada escuché el discurso táctico de Míchel, entrenador de moda y líder de Primera. El delantero enciende la mecha del trabajo colectivo. Si el de arriba no curra, el resto del equipo se ve obligado a redoblar el esfuerzo. En el Real Valladolid la vida arranca con la primera zancada de Sylla, que ensucia la salida de balón del contrario, que salta y brega, que corre en el repliegue y pisa fuerte en el desmarque. El senegalés ha cosido galones a su uniforme y es cada vez más determinante. Sus prestaciones, eso sí, no deben relajar a Catoira, que tiene la misión de reforzar la vanguardia para que el ariete no termine el curso con el puño de goma.
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El Pucela parece que va en serio. No me la juego para asegurarlo categóricamente porque estoy harto de que la realidad me parta el deseo, pero las sensaciones que emite ahora el cuadro castellano son las de un bloque robusto, un once con hechuras de candidato al ascenso, que construye su hegemonía desde un dibujo reconocible. Ha madurado hasta Masip, que ayer otorgó consistencia a sus compañeros. Con el Huesca agarrado al fútbol directo, el guardameta blanquivioleta rompió la incertidumbre con seguridad y aplomo en las salidas. Pezzolano confirmó su estatus y el catalán no está dispuesto a volver al banco.
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La vida se ve mucho mejor desde la azotea. El Pucela se ha hecho fuerte en el ático, pero la dirección deportiva no debe dejarse llevar por la euforia. Pezzolano ha encontrado un once estable, sin duda. Esto no quiere decir que haya plantilla suficiente para mantener el bíceps prieto. El mercado de invierno es clave para enriquecer la pizarra del técnico uruguayo. De camino a la lonja, el Pucela sigue haciendo los deberes con victorias como la de Huesca, que refuerzan el compromiso y atiborran el depósito de energía para seguir manejando el volante con la pericia de un piloto de rallies. Que las curvas se conviertan en rectas y la tierra en asfalto, dependerá de los caballos que consiga regalar el club al vestuario a partir de enero.
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