El Yamiq, Nacho, Alcaraz. La derrota. A. Mingueza

La hierba seguirá siendo verde

El Instante ·

Nacho caminando cabizbajo y El Yamiq doblado formando un ángulo recto muestran la asunción del drama deportivo que acechaba

Joaquín Robledo

Valladolid

Viernes, 14 de mayo 2021, 06:45

El principio de este artículo es el certificado del fin de una etapa. No hay más, este ciclo en la calle de la vanidad se da por concluido. La desolación de la imagen convierte las palabras de este artículo en poco más que un susurro: ... transforma el estruendo que puede suponer un artículo en una vocecita callada que se esfuerza en no hurgar en una herida que aún supura, que pretende no obstruir los conductos por los que se desplaza el silencio del duelo que se vislumbra. Nacho caminando cabizbajo y El Yamiq doblado formando un ángulo recto muestran la asunción del drama deportivo que acechaba. Son circunstancialmente dos de los once que estaban en el campo en ese preciso instante, dos de los veintitantos de la plantilla, cualquier otro transmitiría una sensación idéntica. Si estirásemos el radio hasta formar un círculo que le englobe a usted, aficionado raso, tres cuartos de lo mismo. Nadie se salva del pellizco emocional cuando la esperanza ha quedado atrás. Por más que desde antes del óbito se diese por admitida la realidad.

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Cuenta la leyenda que un día cualquiera de mil seiscientos sesenta y tantos, Isaac Newton descansaba a la sombra de un manzano. El amodorramiento del joven fue interrumpido por el golpe de una intempestiva manzana que cayó del árbol. Cualquiera de nosotros, iracundo por el súbito e indeseado despertar, hubiera lanzado la manzana todo lo lejos que el brazo le hubiera permitido. Isaac, al contrario, la tomó con cuidado, observó y reflexiono sobre el modo de caer de todo objeto en perpendicular al suelo. De tal forma, el manzanazo le sirvió de inspiración para posteriormente formular la teoría de la gravitación universal.

Pues bien, a lo largo de este curso, cualquier aficionado del Pucela aventaja al eminente físico. Antes de recibir el golpe de la fruta en la cabeza, fue capaz de intuir cómo habría de ser la caída completa. Es más, con el equipo fuera de puestos de descenso, la tendencia -hagan cuenta de la pésima relación victorias/partidos jugados- apuntaba al epílogo que ya se puede dar por sentado. La gravitación blanquivioleta no dejaba dudas ni antes de golpear en la cabeza.

Alguno habrá frenado este impulso, pensando para sí que el Robledo se acelera dando por descontado un desenlace que aún anda por desentrañar. Quia. El coma es irreversible. Solo la máquina de la cabalística mantiene con vida. Para salir de tal estado será necesario un Pedro Regalado que transmitiera a los jugadores su capacidad para bilocarse de forma que multiplicaran su presencia en el campo de juego y les mostrase como amansar al rival como él logró con un toro de lidia. Y aun así puede que no sea suficiente.

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El fin de este artículo reabre un principio. Lo que pasó, pasó. Por un lado, no olvidando lo que vivimos manteniendo la recomendación de dos siglos atrás del poeta William Wordsworth en unos versos que dieron pie al título de la película 'Esplendor en la hierba', «Aunque ya nada pueda devolvernos la hora del esplendor en la hierba, de la gloria en las flores, no debemos afligirnos, porque la belleza sobrevive en el recuerdo«. Vaya, que nadie nos quite lo 'bailao'. Por otro, levantándose, irguiéndose y poniéndose a caminar. Toca alquilar un pisito en la periferia desde el que replantearse el porvenir. La desolación también pasará. Hasta la de enfrentarnos a ese fondo del estadio vacío.

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