Santiago Llorente Merino (Valladolid, 1950) llega a la hemeroteca de El Norte de Castilla para repasar su trayectoria profesional junto al entrenador Javier Yepes. «Es una aventura que nunca habría soñado. Cuando empecé no pensé que llegaría a los logros que he conseguido», inicia la ... larga conversación el ex director deportivo y extécnico, después de que Yepes le recordara sus inicios en el instituto Zorrilla de Valladolid. «Allí llegué de forma casual. Un amigo mío, Carlos Herguedas, entrenaba al equipo juvenil del Zorrilla. Jugaban la final contra San José, pero él no podía ir y me planteó que fuera yo. Ahí empezó todo...», apunta Llorente. «Un entrenador por encargo...», apostilla Yepes.
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Santiago Llorente no tenía experiencia previa como técnico. Había jugado más al rugby durante su etapa en el colegio El Salvador, donde también había practicado atletismo. El fútbol entrañaba muchos más misterios para él. «Sólo había estado un año jugando en el Juventud San Pedro como federado. Conocía a Jesús Gallego y él me dio las directrices más primarias para iniciarme en eso de dirigir a un equipo. A Carlos Sabater, que estaba trabajando en el Racing Valladolid con Valentín Gallego, le sugerí que viniera conmigo y los dos juntos iniciamos todo».
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Yepes apunta otros tres nombres propios para que Llorente dé algunas pinceladas sobre ellos: Ramón Martínez, Fernando Sanz San Antonio y Julio Lasa. «Ramón es ese amigo del alma con el que compartes los momentos más importantes de tu vida personal y profesional. Los hemos compartido desde que coincidimos en el curso de entrenadores en el año 1971. A Fernando Sanz San Antonio le conocí cuando fui elegido como directivo de la Federación Oeste de Fútbol. Él era la Federación en sí mismo. Fue el promotor de la liga rural, con gran éxito y una persona que influyó en mi formación futbolística». Yepes apunta un detalle poco conocido: «Sanz San Antonio propició que la provincia de Valladolid tuviera el mayor número de licencias y que la Federación de Castilla y León acogiese su sede dentro de Valladolid». Sobre Julio Lasa, Llorente y Yepes comparten su fascinación con este «maestro del juego». «La gente decía que era un loco que se leía todos los libros, pero el fútbol que él explicaba no estaba en los libros. Tenia una gran capacidad de análisis y diseccionaba la teoría general del fútbol», relata Llorente. «Él entrenaba al Juvenil del San José. Yo tenía 15 años y ya veía que todo en él era diferente», subraya Yepes.
La llegada de Santiago Llorente por primera vez al Real Valladolid queda ligada a la de Ramón Martínez, al que se le encarga armar al Real Valladolid Juvenil para disputar la Liga Nacional de esta categoría, anunciada para la campaña 1976-1977. Cuando llega el momento de la competición, Fernando Alonso, presidente blanquivioleta, ofrece a Martínez convertirse en secretario general del club y éste recomienda a Llorente como entrenador del Real Valladolid Juvenil que había creado.
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«Hay un partido fundamental para la historia del Real Valladolid. Nosotros jugábamos contra el Atlético de Madrid y programaron nuestro partido en el Viejo Zorrilla antes de un partido de Copa del primer equipo ante Osasuna. Empezamos a jugar con el campo vacío, pero la gente fue llegando y en el segundo tiempo el campo estaba casi lleno para ver un rato al Juvenil. Jugamos un partido fenomenal, la gente se entusiasmó y ganamos en el último minuto con un gol en plancha de Aragón. A partir de ahí, cambió todo y la gente empezó a interesarse por las categorías inferiores», recuerda Santiago Llorente.
En el segundo año como entrenador del Juvenil, Fernando Alonso ofrece a Llorente el cargo de segundo entrenador en la plantilla profesional y éste acepta compaginarlo. La llegada de Gonzalo Alonso a la presidencia del Real Valladolid convierte a Ramón Martínez en gerente y a Llorente en adjunto y coordinador las categorías inferiores, sin olvidarse de su faceta como técnico.
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La década prodigiosa de los años ochenta en el Pucela contaba con pocos integrantes alrededor de la plantilla de futbolistas. «Viajábamos el entrenador, yo como segundo entrenador que ponía el club, Tomás, que era el utillero y Aramayo, el masajista. Ni médicos ni nada. Ahora hay cuerpos técnicos de más de veinte personas en casi todos los clubes: preparadores físicos, analistas… Ha cambiado todo a mejor. Tomás [Martín] era el encargado de hacer las compras de material. Iba la casa Cóndor en Madrid y traía seis juegos de la equipación oficial, dos juegos para cambios y treinta balones para toda la temporada. Las camisetas se rompían y se cosían».
Llorente empezó como segundo entrenador del Real Valladolid con Paquito en la campaña 1977-1978. «Él era muy novato e inseguro. Yo también tenía inseguridades y trataba de disimularlas. No contábamos con gran equipo, pero hicimos una temporada digna. Gonzalo Alonso trajo luego a Pachín como entrenador. No tenía mucha formación. Le gustaba que el equipo jugase bien al fútbol. Venía de ser internacional y jugar un montón de años con Di Stéfano en el Real Madrid. Hicimos una plantilla impresionante, la mejor en la historia de Segunda. A pesar de todo, quedamos cuartos y no subimos. Gonzalo Alonso contrató a Eusebio Ríos, con una plantilla inferior en calidad. Era una persona que hablaba a los jugadores con respeto y era muy ordenado en el trabajo. Acabamos subiendo. Al año siguiente volvió Paquito, que llegó más maduro. Todo funcionó francamente bien en las siguientes dos temporadas».
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«Y después de Paquito, llegó Felipe Mesones, el breve...», interviene Yepes. Llorente evoca los recuerdos a su lado: «Nunca se adaptó a la ciudad ni al equipo. Era una persona con un carácter muy fuerte. La plantilla era buena. Hicimos una pretemporada muy flojita y el equipo no funcionó. Se le cesó en la octava jornada y llegó José Luis García Traid. Tenía cierto ascendiente con los jugadores y fue un revulsivo. En la siguiente temporada, hubo un desgaste y no terminó en el banquillo. Llegó Fernando Redondo, que ya había entrenado al Real Valladolid sin éxito. El equipo se mantiene con él al frente y gana la Copa de la Liga [1984]. El gran éxito de Fernando Redondo fue ese título. El año siguiente, el equipo debutó en competición europea ante el Rijeka».
Después de un final de temporada de infarto en abril de 1985, llegó Vicente Cantatore, «una persona fundamental para el Real Valladolid y para el fútbol en general», en palabras de Llorente. «En aquella época se marcaba al hombre, algo que te descoloca. Cantatore propone jugar en zona, con la figura de la cabeza de área, que tú llamas cabecero», le dice Llorente a Yepes. «El cabeza de área es el 'cinco'. Cantatore pone a Minguela en esa posición, con marcaje en zona y el equipo juega de maravilla. Porque cuando recuperas la pelota ya tienes al equipo colocado. Los jugadores se revalorizaron y la gente se ilusionó. En la siguiente campaña, Cantatore dimitió por motivos personales tras la primera jornada y se marchó a Chile. Trajimos a Azkargorta, que vino con la pretensión de jugar con tres centrales, pero al final terminó jugando como venía haciendo el equipo. No se le renovó y volvió Vicente Cantatore».
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Llorente explica que Vicente Cantatore era un entrenador que «veía el fútbol con mucha facilidad». «Era simple tácticamente y tenía a una persona, Lucho Saavedra, para planificar y programar los entrenamientos».
Javier Yepes recuerda que a Cantatore se le asocia siempre con tres jugadores: el 'Pato' Yáñez, el 'Polilla' Da Silva y Jorge Aravena. «La llegada del Pato fue todo un acontecimiento», evoca Llorente. «A las 24 horas de estar en Valladolid, ya le conocía todo el mundo. El Polilla fue fundamental, un 'nueve' valiente que iba de verdad a por los balones y era goleador. Los centrales no querían enfrentarse a él. Jorge Aravena no tuvo suerte en el año que estuvo aquí. Era un jugador impresionante. Hay una anécdota con él. Los dos calzamos un 39 y yo tenía unas botas que él quería comprarme. Las estrenó en Valencia y falló un penalti. Él vino cedido con opción de compra, pero no se dieron las condiciones».
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La llegada de Miguel Ángel Pérez Herrán a la presidencia acaba con la primera etapa de Ramón Martínez y Santiago Llorente en el Real Valladolid. «Él no tenía una buena opinión de nosotros, ni de Ramón ni mía, influido por otras personas. Estuvimos un año con él. Ramón se fue al Barcelona. Yo estuve esta temporada como segundo de Cantatore y también me fui. Llegué al Real Oviedo, con la temporada empezada y acabé viviendo el ascenso a Primera, con Vicente Miera de entrenador. Al curso siguiente estuve trabajando bien. Miera no quiso renovar y fichamos a Jabo Irureta como técnico. Me dio tiempo a hacer tres incorporaciones. Yo estaba con cierta incomodidad en el Oviedo y me llamó el Tenerife, que estaba peleando para subir a Primera. Al final, quedamos en que si el Tenerife ascendía, yo iría para allí. Así fue, rescindí el contrato con el Real Oviedo y me incorporé al Tenerife en el mes de julio, con una plantilla de treinta y tantos jugadores, sin entrenador. Lo raro es que había dinero para fichar. Nos quedamos sin el técnico previsto a mitad de julio cuando el 'Indio' Solari dio la espantada. Así que hablé con Vicente Miera, que acabó yendo a Tenerife».
Por el club chicharrero pasaron después Xabier Azkargorta y Jorge Solari, el mismo entrenador que había renunciado previamente y que tuvo problemas durante toda la temporada después de sufrir una estafa de 30 millones de pesetas en un envío fraudulento y achacar al Tenerife que no le ayudara en esa circunstancia. En abril de 1992, llegó Jorge Valdano a la isla. «Fue un episodio fundamental en mi vida. Él estaba trabajando en la Cadena SER y preparado para comentar un partido del Real Madrid contra el Torino. Le llamé porque pensaba en él para el año siguiente, pero me dijo que iría inmediatamente. El aterrizaje de Jorge Valdano en Tenerife fue como la llegada del hombre a la luna. Nos salvamos y le quitamos la Liga al Madrid en la última jornada… o más bien la perdió el Real Madrid», matiza Llorente.
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El fichaje del futbolista argentino Fernando Redondo fue todo un éxito del director deportivo. «Era un jugador muy vistoso. Aparecía como 'cinco', pero en realidad era un 'diez' actuando de 'cinco'. Parecía jugar con chaqué, nunca se manchaba. En Argentina existía un derecho de retención, pero Argentinos Juniors no hizo bien la gestión y todos los jugadores quedaron libres. Hubo un pacto de caballeros con todos los presidentes de Primera de Argentina para no fichar a esos jugadores y que no desapareciera el equipo. Todos los futbolistas accedieron a seguir, salvo dos: Silvio Rudman, que fue a México, y Fernando Redondo. Yo mandé a Osvaldo Cortés para que le dijera al padre de Redondo que le queríamos fichar. Le dije que le ofreciera dos millones de dólares. El padre dijo que no. El representante nos llamó para venir a Tenerife y llegamos a un acuerdo por 2,4 millones de dólares. Cuando anunciamos el fichaje de Fernando Redondo, la prensa de Tenerife no sabía quién era. Casualmente, estaba Menotti en un torneo en Las Palmas y le preguntaron. Él dijo: 'Es el mejor proyecto de jugador que hay en Sudamérica en este momento'».
El ciclo de Jorge Valdano en Tenerife se cerró tras la campaña 1993-1994, cuando el entrenador argentino saltó al banquillo del Real Madrid. Llorente propuso a Vicente Cantatore como técnico y todas las partes afrontaron la nueva campaña con una ilusión que se desvaneció rápidamente. «Sustituir a Valdano es muy difícil para cualquiera. Cantatore, con lo gran técnico que era, parecía un viejo que no daba titulares en las ruedas de prensa y que no motivaba a los jugadores. No fue una buena temporada ni para el club ni para él ni para mí. Noté que había una pérdida de confianza por parte del presidente, que fichó a Jupp Heynckes. Tuve una oferta del Real Valladolid y otra del Real Oviedo. Me entrevisté con Ángel Fernández y pensaba volver al Real Valladolid, pero me producía desconfianza en ese momento, así que retorné a Oviedo, donde tenía una deuda pendiente».
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Santiago Llorente permaneció tres temporadas en el Real Oviedo (entre 1995 y 1998), con Ivan Brzic, Juanma Lillo y Óscar Washington Tabárez como entrenadores. Luego, saltó de nuevo al Tenerife, equipo plagado de jugadores de diferentes nacionalidades que acabó descendiendo. La llegada de Rafa Benítez en el curso 2000-2001 resultó clave para que el Tenerife volviese a Primera, pero Llorente no presenció ese ascenso porque en octubre de 2000 había vuelto al Real Valladolid.
«Nacho Lewin era el presidente. Ramón Martínez, que estaba como director deportivo, se había marchado al Real Madrid y planteó mi nombre. El entrenador en ese momento era Pancho Ferraro. Había un buen equipo. Ferraro era un técnico inseguro y desconfiado. Yo quería acercarme y tener 'feeling' con él, pero se mantenía muy cerrado. Dijo que no quería seguir y presentó la dimisión. Le dimos la oportunidad a Pepe Moré, que salvó al equipo y estuvo dos años más. Luego, no le renovamos y trajimos a Fernando Vázquez. Después de una gran primera vuelta, se lesionó Makukula, Jesús Sánchez, Sousa… y se entró en una dinámica horrorosa que acabó con el descenso. En Segunda trajimos a Sergio Kresic, fichamos a Germán Hornos, Aduriz… El equipo estaba en buena línea, pero Hornos tuvo un grave accidente de coche en Montevideo. Eso rompió la dinámica del equipo. Se acabó cesando a Sergio Kresic y se fichó a Marcos Alonso. El equipo no logró el ascenso. Carlos Suárez perdió la confianza en mí y me propuso la rescisión del contrato. Al principio sí tenía confianza. Luego, se notaba que ya no... Él hablaba mucho con gente de Madrid, con periodistas… Pero este es un cargo de confianza. Llegamos a un acuerdo y se acabó. Y llegaron Víctor Orta y Caminero a la dirección deportiva. Así terminó mi segunda etapa en el Real Valladolid, club al que había llegado en 1976».
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