6-0... Y Busto de portero
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Hace 69 años, los blanquivioletas le hicieron un set en blanco a los sevillistas en un partido de CopaJosé Miguel Ortega
Valladolid
Domingo, 24 de noviembre 2019, 08:24
Ocurrió el 14 de mayo de 1950. Ya ha llovido. Pero aún así, merece la pena recordar aquel partidazo del Real Valladolid, en la ida de la eliminatoria copera que le enfrentó a un formidable Sevilla, que tenía en sus filas a internacionales como Arza, Antúnez y Guillamón y a un gran portero llamado Bustos, que se convertiría en una leyenda sevillista, después de 16 temporadas defendiendo sus colores.
El Valladolid, que se había clasificado noveno en la Liga, un puesto por delante del Sevilla, comenzó el torneo copero apeando a la Real Sociedad, para medirse en la ronda de cuartos de final al equipo andaluz, que llegó a Valladolid con toda su artillería, incluido el delantero centro Araújo, un goleador que no se arrugaba ante nadie y solía traer por la calle de la amargura a todos los centrales de España.
El Sevilla, pensando en la vuelta, planteó el partido con muchas precauciones, más preocupado de desbaratar el juego local que de inquietar a Saso, y no le fue del todo mal…hasta que a los 21 minutos, Julián Vaquero abrió el marcador para llegar con esa corta ventaja al descanso.
La verdad es que de cara a la segunda parte, las cosas no estaban del todo claras, porque el Sevilla tenía gente rápida arriba y, presumiblemente, trataría de pillar adelantado a un Valladolid obligado a buscar la máxima renta de cara al partido de vuelta. El propio Vaquero volvió a hacer diana en la meta sevillista nada más reanudarse el partido, y ya con el 2-0 en contra, los andaluces abandonaron su actitud conservadora y se dedicaron a buscar las vueltas a una zaga en la que no estaba Lesmes I, lesionado.
Y el cambio de actitud de los andaluces fue mano de santo…para el Valladolid. Con espacios, los blanquivioletas bordaron el fútbol y desarbolaron completamente a un rival teóricamente superior, que acabó literalmente barrido del campo. Revuelta marcaba el tercero a los 60 minutos, Juanco el cuarto a los 66, nuevamente Revuelta batía al meta sevillista a los 72, y Coque cerraba la goleada con el sexto, a los 81 minutos.
Y pudo haber algunos más de no ser porque el árbitro, Bienzobas, no vio un clarísimo manotazo de Antúnez en el área, y porque el mejor elemento del Sevilla fue, aunque parezca increíble, su guardameta Bustos, que en realidad no se apellidaba así, sino Busto, sin ese, pero los periódicos insistieron en el error y, para el resto de España, se quedó con Bustos, uno de los grandes porteros vascos, pues había nacido en Portugalete y que, siendo un desconocido de 17 años, ya había jugado en el viejo Zorrilla contra el Valladolid en 1941, cuando ambos equipos estaban en 2ª división.
Miguel Delibes había empezado a trabajar entonces como caricaturista en El Norte de Castilla y, los martes, junto a la crónica del partido insertaba espléndidos apuntes de jugadas, tomados del natural, entre ellos el del «formidable portero del Baracaldo», que no era otro que José María Busto, que ficharía por el Sevilla en la temporada 1942-43 para convertirse en una de las grandes leyendas del sevillismo. En las 16 temporadas que estuvo en Nervión ganó una Liga, una Copa del Generalísimo y disputó nada menos que 412 partidos oficiales, 339 de Liga, 70 de Copa y tres de Copa de Europa, siendo una vez internacional con el equipo B de España.
Pero volviendo al partido en el que el Valladolid le endosó seis goles como seis soles, hay que decir que todos los blanquivioletas brillaron a gran altura y resultaría difícil destacar a uno solo, aunque tal vez por la importancia que tuvieron los dos primeros tantos, que llevaron su firma, hay que hacer mención a Julián Vaquero, el gran referente goleador del Pucela desde que llegó procedente del Salamanca, en la temporada 1945-46.
Naturalmente, la eliminatoria contra el Sevilla había quedado resuelta con la goleada de Zorrilla, pero en el choque de vuelta, los andaluces pusieron toda la carne en el asador para despedirse con honores de la competición, y ganaron por 4-2.
El Valladolid, encantado con su papel de equipo revelación, se cargó al Real Madrid en semifinales (2-2 en Chamartín y 3-1 en Zorrilla) y se metió contra todo pronóstico pero con pleno merecimiento, en la gran final que se disputó en Chamartín el 28 de mayo de 1950, frente al Atlético de Bilbao –lo de Athlétic estaba prohibido- que era conocido como el Rey de Copas por lo bien que se le daba esta competición. Antes de la guerra ya había conquistado 13 títulos, y después amplió su palmarés con otros 10, siendo además 14 veces finalista.
Lástima que el Real Valladolid, que empató a un gol en el tiempo reglamentario, no fuera capaz de mantener sus opciones en la prórroga, para redondear con éxito aquella formidable campaña de la temporada 1949-50, en el torneo del KO.
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Mikel Labastida y Leticia Aróstegui (diseño)
Óscar Beltrán de Otálora y Gonzalo de las Heras
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