Fichajes necesarios

Segundo, porque algo hay que cambiar. Esta es una de las balas que quedaban si, como parece, se sigue confiando en el entrenador. El recambio del técnico sería obviamente el último proyectil en la recámara de la pistola del Real Valladolid ya cuando quede poca vida.

La incorporación de nuevos futbolistas se antoja pues necesaria porque con lo que había hasta ahora quizás no fuera suficiente para salvarte de ser uno de los tres peores equipos de la categoría. Mejor dicho, el juego exhibido últimamente contaba con muchas papeletas de convertirse en carne de descenso. De ahí los refuerzos de enero.

Darwin Machis, hombre de banda, enganche, que demostró muy buenas cosas en Granada, aunque no se sabe su nivel actual; Cyle Larin, canadiense-jamaicano, un nueve alto corpulento, pero hábil y con gol que ojalá sea más Makukula que Manucho y, por último, lo que está por llegar: Selim Amallah, un centrocampista marroquí que cubre mucho campo en un puesto en el que el Real Valladolid está echando de menos a un jugador que no pierda nunca el sitio. A algunos nos gustaba más su compatriota Ounahi, pese a que su equipo, el Angers francés, es colista en la Liga 1. Sin embargo, el 'ocho' de Marruecos debe tener muchas novias con más pasta -entre otros el Almería- y es cierto que quizás sea un poco más interior.

Ninguna de las tres incorporaciones llega sin su correspondiente mochila. Es lógico. Si estuvieran jugando estupendamente en sus equipos no parece muy normal que forzaran su salida en una cesión o en una posible compra. Justo lo mismo que está sucediendo en el Valladolid, pero al revés. La pregunta es: ¿tres jugadores pueden hacer cambiar un equipo?

Honestamente creo que no. Pienso que tres jugadores -aunque de un día para otro se conviertan en titulares indiscutibles, que está por ver- no transforman una escuadra. Sin embargo, tres jugadores, dos victorias, un poco de confianza y el retomar a aquel juego de posesión alegre y de presión que te dio resultados, sí pueden dar con esa tecla. Se trata de mover un poco más el árbol sin necesidad de tener que agitar toda la tierra de la base o plantarlo de nuevo.

Mientras, Pacheta seguirá de jardinero. Por lo visto el técnico se lleva mejor con los jugadores y con los entrenamientos que con una sala de prensa repleta de periodistas después de un partido. En este huerto de micrófonos, según dice él, es en el lugar donde más fácil puedes echar estiércol como abono -encuéntrese el sinónimo de algo más escatológico- sobre tu carrera deportiva. Pues a ganar.