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José Anselmo Moreno
Valladolid
Jueves, 27 de junio 2024, 06:55
Cuando compras un jersey bonito a precio de ganga no sabes si encogerá al lavarlo. Así llegó Carlos Fenoy a Pucela, era el jersey bonito porque venía de ser una estrella en Primera y llegaba a coste cero a un equipo recién ascendido gracias a la habilidad de Ramón Martínez. Y Fenoy no solo no encogió, como ese jersey, sino que estiró su carrera en Pucela y nos duró casi toda la década prodigiosa de los 80. Ya está apartado de cualquier foco mediático por voluntad propia, según dice su hija mayor, Carla, pero en la final de la Copa de la Liga acaparó todos los focos para sí durante el tiempo reglamentario y si se llegó a la prórroga fue por él.
En aquella plantilla había hasta cuatro guardametas: Cendoya, Rodri y Sala (además del argentino) pero ninguno podía opositar a la titularidad con un Fenoy que se hizo famoso en España por ser un portero goleador. En su etapa en el Celta, llegó a estar en los primeros puestos de los goleadores durante algunas jornadas porque era el encargado de tirar los penaltis y lanzó cinco en muy poco tiempo. Sorprendentemente, acabó una temporada como máximo goleador del Celta. Y es que Fenoy le pegaba muy bien al balón pero «El Loco», por encima de loco era un portero bastante sobrio. Eso sí, con un carácter de mil demonios, que lo mismo le llevaba a abroncar a Aravena por haberle metido un gol en propia meta en San Mamés que a marcarse un Fernán Gómez y mandar a hacer puñetas a un seguidor pesado. Incluso en plena final de la Copa de la Liga le cayó una bronca de cuerpo a tierra a Richard.
En Valladolid Fenoy es una leyenda. Al final de su etapa pucelana solía frecuentar el Pepe's del Paseo Zorrilla, esquina con la calle Italia, para jugar a las cartas. En eso era un maestro, pero vayamos por orden cronológico.
Su trayectoria había transitado en Argentina por Newell's Old Boys, Vélez Sarsfield y Huracán, hasta que llegó a España, al Celta de Vigo para la temporada 1976-77 con el mítico Carmelo Cedrún, también portero, como entrenador de los gallegos. En aquellos años, que un portero lanzara un penalti no era frecuente, pero Fenoy empezó pronto a destacar en eso. Lanzó varios, casi todos fueron decisivos y dieron la victoria a su equipo.
Tras dejar el Celta y haber estado a punto de fichar la temporada anterior por el Barcelona, él ya (con 31 años) quería volver a Argentina y en ese plan se cruzó el Real Valladolid. Lo que no era previsible entonces es que «El loco» estuviera en Pucela hasta hallarse a las puertas de los cuarenta años.
Carlos Alberto Fenoy Muguerza, nació en Buenos Aires en 1948 y vive actualmente en Rosario. Allí tuvo un negocio, concretamente un supermercado, en el Barrio Casiano Casas. Fue el único, con Campos, que le quitó el puesto a Manolo Llacer, quien dice que tenía una buena relación con el argentino.
Curiosamente Llacer había temido antes por su puesto, cuando llegó Tito Benic. En pretemporada le vio tan grande y tan ágil que se dijo a si mismo que ese año no iba a «comerse un rosco». Sin embargo, Llacer también pudo con el serbio hasta que Fenoy le apartó definitivamente de la titularidad. En las ocho temporadas que el argentino defendió la portería, tuvo como competencia al propio Llacer, al ya fallecido Montes, Cendoya, Manzanedo, Sala, Rodri y el chileno Oscar Wirth, entre otros. Fue titular con Paquito Cantatore, Azkargorta, Pérez García, Santos, Fernando Redondo, García Traid, Mesones... Nadie le discutió en Valladolid. Nunca.
En 1988, tras no ser renovado, decidió retirarse e irse a Argentina. Allí ha cumplido recientemente 76 años y sus mejores recuerdos son de Valladolid, según admite su hija. Aquí ganó aquel título de la Copa de la Liga; jugó la UEFA y disputó 270 encuentros oficiales, haciendo un gol, en la temporada 84-85, en Sarriá, batiendo a N'Kono y dando el definitivo 2-2.
En su casa de Rosario siempre hay encendida una televisión con deporte. Y sobre todo con fútbol según, apostilla Carla, que estuvo en Zorrilla el día del ascenso de 2018 y en la fiesta del 90 aniversario del club, mojándose como todos los presentes.
A Fenoy se le recuerda en Valladolid por muchas cosas. No es leyenda, es verdad que en algunos entrenamientos le tiraban y él se quedaba en el centro diciendo: «balón parable», balón no parable«. Además, cuando un esférico se iba muy alto en un partido, él se daba la vuelta e imitaba a un tirador al plato con una escopeta.
Por esas cosas era «El Loco». En La Romareda le tiraron una cerveza desde la grada y él la abrió para simular que daba un trago. A veces, cuando se le presentaba un delantero solo en carrera, se dirigía a él andando como si el árbitro había señalado fuera de juego. Fenoy no ha vuelto a Valladolid, pero mantiene contacto con Aramayo y con Ramón Martínez a través de Carla, quien afirma que su padre sigue al Pucela.
En Valladolid no ha habido otro con su personalidad y su presencia. Imponía con su carácter. Pasarán muchos años hasta que un portero sea titular ocho temporadas consecutivas en Pucela sin que nadie lo discuta o se acuerde siquiera de su suplente. Aquí se quedaron sus guantes de la final de la Copa de la Liga, que lanzó a la grada en gesto de agradecimiento por el apoyo de la afición. Quien tenga esos guantes en su poder tiene un tesoro.
Son múltiples los factores que deben concitarse para que un club humilde como el Real Valladolid, a años luz en presupuesto de los grandes transatlánticos del fútbol español, conquiste un título nacional. Y todas esas circunstancias confluyeron hace cuarenta años para hacer realidad el que hasta la fecha sigue siendo el único trofeo oficial de la entidad blanquivioleta en sus 96 años de historia. Aquella imagen icónica de Pepe Moré levantando la Copa de la Liga, que hubo de pasar por los líquidos de revelado para ser publicada dos días después, continúa en el imaginario de los aficionados más veteranos. Y con esa foto acaparando la portada, El Norte lanza el sábado día 29 de junio un Suplemento Especial para recordar de la mano de los protagonistas todos y cada uno de los detalles que rodearon aquella gesta.
Una temporada irregular en lo deportivo, en lo que a la liga doméstica se refiere, que acabó en celebración gracias a una plantilla que se nutrió de la cantera y que hubo de sobreponerse a un cambio de entrenador. El relato de cómo se llegó a conquistar el título, las múltiples anécdotas que dejó el proceso para llegar a levantar el trofeo, y las vivencias de los jugadores que pasaron por aquel vestuario forman parte del Especial que publica El Norte de Castilla. También una conversación entre el director deportivo (Ramón Martínez) y el entrenador de aquel equipo (Fernando Redondo), que cuarenta años se han vuelto a encontrar para repasar, ya con la perspectiva y el poso que deja el paso del tiempo, todo lo que rodeó y acompañó a aquel éxito deportivo.
Un suplemento que es una pieza de coleccionista para los aficionados más veteranos del Real Valladolid, y que se entiende también como una lección de historia para los más jóvenes que no disfrutaron de aquel hito y que solo lo conocen por boca de sus padres y abuelos.
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Óscar Beltrán de Otálora y Gonzalo de las Heras
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