Cuando llega el otoño a tierras castellanas, el paisaje se cubre de ocres, amarillos y marrones. De viento y de lluvia. De atardeceres tempranos y noches cada vez más largas. De melancolía. De días desapacibles, de esos que invitan a no salir de casa. Sofá, ... peli y manta. En esas condiciones, desplazarse a Zorrilla se convierte, ahora sí, en una suerte de experiencia religiosa. Como de feligreses que acuden, entre la niebla, a misa de tarde. Con la esperanza de obtener la vida eterna que, en esto del fútbol, suele asemejarse a una victoria rutilante y un juego vistoso.
El desengaño surge cuando las expectativas no se ven colmadas. Acudir al estadio una mañana ventosa, desagradable, y observar que durante los primeros minutos se esfuma como el agua entre los dedos el partido perfecto, ese que todo aficionado imagina mientras cuenta los minutos que faltan para que el árbitro dé el inicio, genera frustración que suele ir acompañada de protestas en forma de pitos.
Ünal recibió un balón en su propio campo e inició una carrera de esas que parecen prometer un final feliz. Le acompañaban, bien colocados, algunos compañeros y, por delante, apenas un par de defensas que se interponía entre el ataque blanquivioleta y el portero. La jugada no salió bien, el delantero desperdició la ocasión y parte del público, guiado por todas las circunstancias que antes comentaba, le dedicó lo más granado del repertorio de los reproches.
Al finalizar el encuentro, el Real Valladolid publicó un video en sus redes sociales donde Sandro recibía la felicitación de todos sus compañeros por el gol con el que cerraba el partido y ahuyentaba sus fantasmas. Junto a él, un mensaje en el que resaltaba, en mayúsculas, la expresión 'la familia'. No fue casualidad, no tiene que serlo. Sergio González acababa de demandar en su rueda de prensa la necesidad de que todos, jugadores, cuerpo técnico, prensa y afición, vayan de la mano. Ese mensaje de unidad, ser una 'famiglia' al estilo de aquellas sicilianas que dominaban Nueva York en los años cincuenta, conlleva también apoyar cuando menos lo merecen porque es cuando más lo necesitan. Aunque haga frío, aunque el espectáculo no corresponda con el que cada uno había imaginado. Sergio, como Michael Corleone, pudo haber dicho: Nunca os pongáis de parte de nadie que vaya contra la familia. No lo hizo, pero se entendió igual.
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