Los jugadores saludan a la afición tras el partido en El Toralín A. Mingueza

Expectativas en los demás

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Por un lado, el aficionado se desvive durante la semana y se desgañita en el estadio el día de partido; por otro, queda fuera de su mano la consecución del logro al que aspira

Joaquín Robledo

Valladolid

Sábado, 2 de octubre 2021, 11:19

Con frecuencia, la desazón, el sufrimiento, incluso el bloqueo, nace de las expectativas que sobre alguien se generan los demás. En el fondo, esas esperanzas depositadas en segundas personas, por cercanas que sean, actúan como un chantaje, una presión adicional, que pretende imponer decisiones ... y ritmos.

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Esta forma de actuar forma la esencia del aficionado al fútbol. Por un lado, se desvive durante la semana y se desgañita en el estadio el día de partido; por otro, queda fuera de su mano la consecución del logro al que aspira. Sin embargo, junto al resto de aficionados, que básicamente comparten esperanzas, generan un clima que se traslada desde la ciudad, desde la grada, a los futbolistas. No sorprende que a los equipos descendidos les haya costado coger el pulso a la categoría. Sus jugadores palpan la presión del ambiente y les cuesta acomodar lo que pueden aportar a las exigencias de los suyos.

Cuando no llegan los resultados, asaltan las dudas, se genera un bloqueo que aleja al equipo de los buenos resultados. Hasta que la pescadilla deja de morder la cola y se dedica a nadar. Lo del fin de semana pasado, en casa y ante un flojo rival, no terminó de erradicar el remusguillo en el hincha. El partido de ayer, ya sí. Vale, no se gano, el adversario no tenía uno de esos nombres que asustan por historia, pero la Ponferradina es un equipo que te coloca en tu sitio y se le hizo frente en su estadio. Hubo intensidad para contener el ímpetu de su salida, ánimo para buscar el empate y voluntad de no quedarse ahí. No es poco, viniendo de donde veniamos. Vamos conociendo el percal y acomodando las expectativas a las posibilidades.

Lástima, más aún por innecesario, del penalti a última hora de Queirós. Al chico se le nota tanto la calidad como los dientes de leche. Ya le habían señalado uno que el VAR revocó básicamente porque no fue, pero brincar con el brazo en modo jota pudo darle un disgusto si el balón hubiera, que pudo, tropezado involuntariamente en la mano. Siendo así la norma, toca entrenar el salto. En el que sí señalaron, empujó poco pero de una forma tan visible que invitó al colegiado. Y como no es la primera vez, me deja la sensación de que Alende con su experiencia daba más cuajo que Queirós con su calidad. Otra cosa es que hubiera sido fichaje y no cesión.

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