J. C. Cristóbal
Domingo, 13 de agosto 2023
Hay que mirar las jornadas futbolísticas de agosto con los ojos a medio guiñar, con la cautela que merecen los partidos entre equipos a medio hacer, todavía pendientes de encontrar una joya escondida, o más bien un saldo, hasta la última hora y los últimos ... minutos del 31 de agosto. Será al día siguiente cuando haya que hacer una valoración más exacta del potencial que tendrá el Real Valladolid para afrontar esta temporada 2023-24; las conclusiones que se sacan después del 2-0 contra el Sporting puede que no valgan nada dentro de un mes, entre otras cosas porque el once titular del viernes en la jornada 1ª sufrirá muchas variaciones con el que se presente, por ejemplo, en la jornada 14ª. Las tres primeras jornadas ligueras, todas con el mercado abierto, se antojan un fraude a la competición.
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La manera tan frustrante con la que se descendió contra el Getafe, la posterior rueda de prensa del presidente Ronaldo Nazário y la caótica política de entradas y salidas en la plantilla han traído un verano muy desgarrador para la afición del Real Valladolid, que respondió con una de esas contradicciones del fútbol: contra el cabreo general, o quizá también por eso, sacaron su carnet 21.000 abonados y asistieron al estreno liguero casi 17.000 personas. ¡Un 11 de agosto!
Como la previsión era la de resignarse a deambular por Segunda, con los optimistas mirándose en las barbas del Zaragoza o el Sporting, históricos sepultados en la liga de plata, y los cenizos acordándose del Deportivo o el Málaga, perdidos en el pozo de la Tercera o como se llame esa categoría, el 2-0 del Zorrilla se vivió con la alegría de una verbena de verano. Íbamos a la fiesta con el temor de que nos sirvieran aguachirri y terminamos brindando con unos cachis de sangría notables, con buena fruta y todo; las bebidas con burbujas las dejamos para Navidad, ya veremos entonces si descorchamos champán o gaseosa.
Como la mentalidad castellana se forjó con los nubarrones que se esconden tras las nubes de algodón, el mejor resumen del Valladolid-Sporting se dio en el minuto 6, cuando un buen arranque blanquivioleta se desmoronó como un castillo de naipes por culpa de la fragilidad defensiva del equipo. Cuesta pensar que Pezzolano repita en la zaga con la pareja Víctor-Boyomo, del canterano podría esperarse por su condición de debutante, no del franco-camerunés, que llega con la vitola de ser uno de los mejores centrales de Segunda de la campaña anterior; no se fue a la ducha en el minuto 39 porque el árbitro le había sacado la primera amarilla cuatro minutos antes y le pareció feo dejar a los de casa con diez antes del descanso, momento en que se fue al vestuario para ser sustituido por Quintana, otro canterano.
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El estreno liguero deja claro que el Real Valladolid necesita un central con la etiqueta de titular y, puede que después del partido en Zaragoza, haya que elevar la cuenta a dos. Con Boyomo, Javi Sánchez (cuando esté), David Torres y los canteranos el equipo no tiene una zaga competitiva; el Sporting del viernes fue un buen ejemplo, los de Gijón tienen muy poco para ganar un partido, y si los centrales cantan de esa forma en los centros laterales, la derrota es segura.
Si giramos la moviola a ese minuto 6, pararemos la imagen en otra de las nubes previas a las tormentas: las dudas en la portería. Masip se encogió en la salida, intentó tapar más que atacar el balón, y el brazo de Djuka se le adelantó; hubiera sido demoledor para el ánimo de la grada que solo bastasen seis minutos para alimentar uno de los debates del curso. Al de Sabadell todavía le cobran la pifia de Mestalla, y menos mal que tiene oficio y mili suficiente para salir adelante, como demostró con creces con sus paradas ante el Barça y el Almería, incluso el último día contra el Getafe. De momento, el VAR aparcó el debate en la portería.
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Tampoco hay por qué casarse con un amor de verano. Cédric lleva semanas enviando postales con un gol bajo el brazo, la última desde La Escalerona de Gijón (hay quien dice que con Insua de la mano, que le hizo ojitos en la jugada del 1-0), un 'nueve' en racha positiva es imparable, le entra todo lo que cae en un radio de acción de medio metro, parece que todos los centros, los rechaces y los despistes le pillan bien colocado; sin embargo, también sabe que, salvo que te llames Enrique Castro (ya que estamos con el Sporting) las rachas se van con la misma rapidez con que vinieron, y seguro que Cédric se preguntará en noviembre por qué no llegan los goles que le cayeron del cielo en agosto. El Real Valladolid necesita un delantero con tarjeta de goleador.
Además de la luz inesperada de Cédric, el 2-0 estuvo iluminado con otros talentos que a veces parpadean. Iván Sánchez y Monchu son dos futbolistas del montón en Primera, pero en Segunda son de esos que ahora llaman diferenciales, uno con esa zurda de seda que convierte esos centros que se cierran en lazos mortales, y el otro presenta una llegada que le puede mantener cerca de la lista del Pichichi en la categoría; uno y otro agradecen la presencia de una de las novedades, De la Hoz, un 'cinco' con alma de guardián de los que mejoran el juego de los compañeros que orbitan a su alrededor.
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La plantilla del primer equipo ya trabaja pensando en la segundajornada de liga que le llevará el viernes hasta el estadio La Romareda (21:30 h) para medirse al Real Zaragoza, uno de los equipos que más y mejor se han reforzado este verano. Para ello, Pezzolano ha dispuesto de cuatro sesiones en los Anexos a puerta cerrada, además de la celebrada ayer dividida en dos grupos.
Los titulares ante el Sporting hicieron trabajo de recuperación en el gimnasio, y el resto disputó un partidillo con el Promesas con las ausencias de Javi Sánchez y David Torres (lesionados), Fresneda (con molestias), y Narváez, El Yamiq, además de Anuar, Amallah, Kenedy y Malsa, que se ejercitaron al margen del grupo.
Esta terna del centro del campo, lo mejor del equipo, puede atacar los espacios interiores o abrirse por las bandas exteriores, donde Raúl Moro, otro de los nuevos, se encara con el lateral, hunde a la defensa y mete buenos pases al corazón del área en espera de un rematador, y donde Kenedy reivindica con furia la condición de futbolista que le negaron en Atenas y que él mismo emborronó en una temporada nefasta. Que dure.
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