Estadio libre de humos
Pausa de hidratación ·
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Pausa de hidratación ·
A Zorrilla le toca pasar ahora la travesía que antes pasaron campos como el Nou Camp, San Mamés o MestallaDebe ser cosa de las redes o simplemente que estamos en Primera porque de un tiempo a esta parte, casi de desde que llevamos celebrando que en Valladolid no ha caído un jeque o un empresario de Singapur, salimos a debate por seman ... a. Y nos encanta. Y si no nos atañe, allá que vamos a posicionarnos para demostrar que somos más de nuestro equipo que nadie. Pasó de largo la supresión del foso, respiramos más tarde con los precios de los abonos, aparcamos la herejía que para algunos –me incluyo en este vagón– supuso prescindir del violeta en el uniforme titular, y ahora que no tenemos nada entre manos, nos la cogemos con papel de fumar por una ley vigente desde 2011 a la que se han acogido ya no pocos clubes. Hace ya dos años que en el País Vasco no se puede fumar en un estadio, tres en el Nou Camp, y una temporada desde que en Valencia respetan un Mestalla libre de humos. Es una evolución natural dentro de una sociedad civilizada que llevará su tiempo interiorizar, como así sucedió en los campos antes mencionados, también en Vigo, en Málaga y próximamente en muchos otros campos. En San Mamés, por ejemplo, hubo que recordar un día después de su implantación que la prohibición de fumar en el recinto incluía los baños y las zonas comunes. Una escena que se vivió el pasado domingo en Zorrilla y generó no pocas quejas entre los no fumadores no solo por ellos mismos sino también por los niños, cada vez más, que acuden al fútbol.
Hay que concienciarse. Como lo hizo Johan Cruyff –recordadas son sus dos estampas en el banquillo, primero con un pitillo en la boca y después con un chupa-chups, así como el vídeo en el que daba toques a un paquete de tabaco–, antes de rendirse a un cáncer de pulmón. Y pensar también que los cambios implican movimiento. Y el movimiento, evolución.
¡Que pase el siguiente debate!
Ba-lon-ces-to
Siempre ha sido Valladolid una ciudad de baloncesto. Pero también de selección. Y en ese punto cabe algo más que afición. Ahí entra el punto de pasión imprescindible para triunfar en cualquier reto que uno se proponga, y al que tanto se han agarrado los jugadores de Scariolo en estas dos últimas semanas para colgarse la medalla de oro con, probablemente, el tercero o cuarto grupo en un hipotético ránking de talento. Una lección de entrega y compromiso en las antípodas, por ejemplo, de los americanos, que entienden un Mundial como un pulgar en el ojo que te aparta de los tuyos en verano. Es un sacrificio, mientras para el baloncesto español los veranos se han convertido en una sonrisa permanente. Un privilegio. Un deleite.
Nos quedamos ahora con la última carcajada, entre ellas la de Javi Hernández Bello. Pero yo me acuerdo también de la pasión de Nacho Coque –protagonista en aquel primer Mundial de Japón y de tantas otras medallas–, la de Gustavo Aranzana, Porfi Fisac, Paco García, Mario Pesquera, Chechu Mulero, Roberto González o la de Moncho Monsalve, por citar algunos puntos de unión con esta ciudad de baloncesto. La pasión por un deporte que, como bien ha resumido Ricky Rubio, es también lección de vida.
Ciclismo
Hace trece años, mientras la selección se proclamaba campeona del mundo de baloncesto por primera vez, el murciano se enfundaba en el alto de La Cobertoria el maillot de líder de la Vuelta de España después de resistir un ataque furibundo del kazajo Vinokourov a seis kilómetros de meta. Ese mismo día, al igual que en el caso de los de Pepu Hernández, vino a consagrar a una leyenda del ciclismo que ya tenía escrita alguna que otra página, y que las sigue escribiendo hoy con 39 años a cuestas.
Con un palmarés único en el pelotón internacional, Alejandro Valverde ni se detuvo en aquel podio ni tampoco después de ganar el último Mundial. Buscó y rebuscó, consciente de que al talento hay que alimentarlo. En su caso ponerlo a dieta. Decidió perder tres kilos hasta ponerse en 58 –dice Greg Lemond que con 5 kilos menos se ganan seis minutos en un gran puerto– y la apuesta le salió bien. «He acabado mejor esta Vuelta que el año pasado», asiente, con la mente puesta ya en defender su maillot arcoíris en el próximo Mundial de Yorkshire. O en subir al podio. Como aquel 2006.
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