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Juan Carlos Cristóbal
Sábado, 10 de febrero 2024, 19:53
El partido dejó varias lecturas antes incluso de que la pelota empezase a rodar. Una, que el cierre del mercado invernal confirmó que los Anexos ... serán el hábitat de Quintana y Salazar, que podrán centrarse en su juego sin el vaivén con las rampas del Zorrilla. Aunque ya esté dicho, tampoco está de más recordar que el Real Valladolid tiene cuatro puntos más gracias a los goles postreros de los canteranos Cédric y Salazar ante Cartagena y Amorebieta.
Real Valladolid Promesas
Rafús; Koke (Íker Pérez, min. 78), Tito Peralta, Quintana, Ortuño, Chasco (Xavi Moreno, min. 54); Jesús Martínez (Verde, min. 78); Pozo, Chuki, Salazar (Víctor, min. 65); y Yago Paredes (Dani Fernández, min. 65).
1
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Rayo Cantabria
Germán; Jorrín (Mateo, min. 82), Carrascal, Gomeza, Corral (Entrecanales, min. 82); Neco (Goñi, min. 46), Dani González, Diego Campo, Isaac Obeng; Santamaría (Quicala, min. 65) y Delgado (Samu Calera, min. 78).
Goles: 0-1 (min. 35): Santamaría. 1-1 (min. 52): Salazar.
Árbitro: Oreiro Hermida, gallego. Amarillas a Jesús, Martínez, Chuki, Chasco; Diego Campo y al banquillo del Rayo.
Incidencias: Anexos. Jornada 22ª en el grupo I de Segunda Federación. Más de media entrada. Tarde luminosa y ventosa.
Otra, que Álvaro Rubio desmontó el tópico de que alinear a tres centrales implica un sistema táctico defensivo; no fue por el recuerdo del 4-0 en Santander, que esa goleada está en el debe de Julio Baptista, pero el dibujo de Rubio protegió la zaga y esa seguridad permitió al equipo desplegarse en ataque con más alegría, los laterales ampliaron el campo y se alinearon con el medio centro, un Jesús Martínez muy motivado por enfrentarse a sus paisanos y por su reciente cumpleaños, con mucha salida por delante al contar con una terna de jugones que pedían el balón, se movían como avispas por el frente de ataque y tenían en Chuki un buen enlace cuando se descolgaba unos metros para arrancar la jugada. La consecuencia fue una gran primera parte del filial, aunque caminase hacia el vestuario con un 0-1 en contra.
La primera llegada fue del Rayo, puro espejismo, y es que el asedio al área de Germán fue constante, casi siempre con intentos desde la larga distancia que se marcharon muy cerca de los postes; cuando los remates de Chuki y Pozo sí encontraron portería, se estrellaron contra las notables respuestas de Germán con su manopla y con el pie. Y como el fútbol no hay quien lo entienda, el que diga lo contrario miente, el gol estuvo muy cerca en la jugada más cómica de la tarde: Germán pensó que el árbitro había pitado, se desentendió del balón y tuvo suerte de que Yago Paredes reaccionase una milésima de segundo tarde para picotear la pelota a placer hasta el contacto con las redes. No fue el 1-0 de milagro.
De ahí se pasó al 0-1 en una jugada de oficio del Rayo. En un córner desde la derecha, Neco y Corral granujearon en una acción de estrategia y el primero, autor de tres goles en La Albericia, lanzó un puñal al corazón del área que Santamaría clavó en el portal de Rafús. Fue un despiste fugaz, suficiente para mover el marcador y castigar la falta de contundencia de los pucelanos. Así se plasmó después en otro chut de Pozo que rechazó como pudo Germán y Paredes mandó al larguero. No hubiera valido el gol ante el banderín en alto del asistente.
La segunda parte empezó muy bien. Salazar encontró medio metro en la frontal y lanzó un derechazo seco, ajustado a la madera, que inutilizó la estirada del portero cántabro. El Promesas celebró enrabietado el empate, parecía que el campo estaba abonado para la remontada, pero el esfuerzo de la primera parte pasó factura y la frescura ya no era la misma; Álvaro Rubio cambió de piezas, ya no fue igual, pese a los nuevos disparos desde lejos de Chuki y Xavi Moreno. El Rayo, que apenas había pasado de medio campo, encontró el minuto de pausa para adormecer el ritmo, tocar y ofrecerse, y así rompió líneas Jorrín desde la derecha para provocar una doble ocasión en la misma jugada, Dani González y Delgado lo vieron tan claro que dieron la oportunidad a los defensas a taponar los remates.
Para entonces, el Rayo, con una plantilla de gran mayoría cántabra (buen ejemplo a seguir), había dejado claro que el empate le parecía buen botín, suficiente para mantenerse en zona de promoción, y por si había dudas, el entrenador Loza montó un torreón de tres centrales, en este caso sí, con el único objetivo de quitarse de encima los pelotazos al área y con el portero haciéndose el remolón para arañar segundos en los saques. Los últimos minutos fueron de impotencia.
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