¡Se nos han escapado vivos!
Partido de vuelta ·
La afición del Real Valladolid sabe de la importancia del punto conseguido frente el Atlético y celebra el trabajo de los suyosJuan ángel Méndez
Valladolid
Domingo, 6 de octubre 2019, 19:35
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Partido de vuelta ·
La afición del Real Valladolid sabe de la importancia del punto conseguido frente el Atlético y celebra el trabajo de los suyosJuan ángel Méndez
Valladolid
Domingo, 6 de octubre 2019, 19:35
Zorrilla ruge como nunca. Parece que el adiós al foso ha dado la bienvenida a una bombonera que empuja con una pasión inédita. Las gargantas rompen a capella durante el himno y cuando los guerreros pisan el césped la sinergia es perfecta. Ayer hice el ... ejercicio de convertirme en hincha por un día y la experiencia mola. La temperatura del estadio suele ser proporcional al fútbol que brota desde el verde y el conjunto pucelano encendió la mecha desde el primer envite. Así sí.
Qué gusto da ver cómo Zorrilla empuja con compás y arte. En preferencia destilan más delirio que en la tribuna, eso sí. Es como si el césped ejerciera de calentador, cuanto más cerca más pasión. Arriba, en la zona noble, los ademanes son menos bruscos, pero cuando el árbitro comienza con el recital de faltas y amarillas, los silbidos atruenan con idéntica contundencia.
Paco y Manolo, vamos a llamarles así, llevan media vida en el mismo asiento y se las saben todas. «Te digo que al final nos acordamos de este penalti», espeta el primero mientras el segundo asiente, justo cuando el chut de Sandro vuela rumbo a Carrefour. El duelo por el gazapo dura cinco segundos. Los fondos rompen el silencio con un sonoro aplauso que pronto se traduce en un «Pucela, Pucela» que se escucha hasta en el Metropolitano. Abajo, en una esquina, los hinchas del Atleti, como sobre el terreno de juego, aguantan a duras penas mientras el Real Valladolid percute sin descanso. «Estamos jugando mejor que nunca, pero ya verás cómo estos no perdonan. La que tengan, pa dentro», continúa Manolo, que tuerce el gesto mientras estira las piernas y los gladiadores de Sergio caminan hacia las escaleras que conducen al vestuario.
Sergio retira a Toni. La grada de preferencia se pone en pie. «Es uno de los nuestros». En la tribuna, el agradecimiento se hace sentado, sin aspavientos. En el fondo Norte parece que se retira Maradona, no pueden aplaudir más. El gesto se repite cuando se va Sandro, coreado con vigor para sacarle del atolladero cuanto antes. Y más después del penalti. El canario se marcha hundido, pero el hincha sabe que le necesita para que el gol deje de ser una utopía.
Cuando el Atleti aprieta, Manolo saca su carné de entrenador. Dos filas más arriba, otro aficionado coincide con la sentencia. «Sergio, no eches al equipo atrás que al final nos marcan». Nadie pronuncia ya la jugada maldita, pero sigue pululando en el ambiente. Un punto ante el equipo del pueblo -risas cargadas de ironía- vale como un triunfo. El partido enfila el epílogo y Zorrilla vuelve a la carga para exprimir cada garganta hasta la última gota. Silba el colegiado y el estadio bate las palmas y festeja el empate. Ya en los pasillos, el comentario forma una cadena infinita boca-oreja. «Es un puntazo, pero se nos han escapado vivos».
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