Sergio González entra en el césped al terminar el Real Valladolid-Granada mientras se retiran sus jugadores. Alberto Mingueza

Epopeya

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«Debemos liberarnos de la dictadura del conformismo y la autocomplacencia que nos obliga a valorar como positivo hasta el ridículo más absoluto»

Alberto cuesta

Lunes, 12 de abril 2021, 19:32

Sonaban las trompetas y los timbales. El rey había convocado al pueblo. La caballería rodeaba la plaza con los pendones y las lanzas en alto. La guardia real custodiaba el portón de entrada al castillo ataviados con sus mejores armaduras, aquellas que solo lucían en ... las batallas más importantes. Los juglares cantaban y danzaban mientras la plebe se agolpaba en la plaza bajo el balcón de las más grandes e ilustres ocasiones. No era para menos. Se había logrado vencer en la batalla más épica jamás conocida.

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Después de escuchar al entrenador del Real Valladolid tras la derrota ante el Granada, en otra rueda de prensa bochornosa, no tengo ni la más mínima duda de que se imagina una situación como la descrita anteriormente siendo el todopoderoso y magnánimo rey que se asoma al balcón para ser aclamado y recibido entre loores, vítores y alabanzas. Otra posibilidad es que no se crea nada de lo que dice y que después de tantas declaraciones ensuciando la imagen del club al que representa sin ningún tipo de reprobación se haya visto a si mismo con un poder que nadie se atreve a discutir. Tampoco tengo dudas.

Este equipo puede perder y puede descender. Con esa realidad contamos todos. Ni ese es el problema ni el objetivo es ganar todos los partidos. Se trata de liberarnos de la dictadura del conformismo y la autocomplacencia que nos obliga a valorar como positivo hasta el ridículo más absoluto. Y es que estoy harto de que después de haber ganado cinco partidos de treinta o solo dos de los últimos diecisiete me digan que tengo que estar feliz y contento porque no estamos tan mal, que hay otros que están peor y demás tonterías que no puedo añadir por falta de espacio.

Señor González, rey de las excusas y maestro de los acomodados, ahora me dirijo a usted: el equipo al que se empeña en hacer cada día más pequeño tiene 92 años de historia. Ni lo ha fundado ni, por suerte, lo enterrará. Y ahora que estamos en abril no se me ocurre mejor momento para decirle que no nos hable de épicas estúpidas a quienes hemos tenido la inmensa suerte de nacer en Castilla y de crecer con el ejemplo de los Comuneros, símbolo de lucha, entrega y honor y héroes capaces de dignificar la derrota llevando siempre la cabeza alta hasta que se la cortaron. ¿Habla usted de épica? Primero aprenda lo que significa.

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