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En la Sierra de Ibio hay mucho verde pero el césped no está cortado a una altura de 2-3 centímetros ni preparado para jugar al fútbol. Rara vez a no ser que sea verano supera los 150 habitantes, por lo que las familias tienen ... que acudir a Cabezón de la Sal, Torrelavega tal vez, si quieren que sus hijos pasen de darle balonazos a la pared de la iglesia a jugar entre dos porterías.
El de Fede San Emeterio, también el de su hermano Borja, es uno de esos casos. Nacieron el mismo día –un 16 de marzo de 1997– con idénticas inquietudes, sueños parejos y la misma personalidad con el balón en los pies. El único problema cumplidos los nueve años eran los cuarenta kilómetros que separan el municipio de Mazcuerras de la capital. O más concretamente de los Campos de Sport de El Sardinero.
Quemada su etapa de formación en las filas del Textil Escudo, en Cabezón de la Sal, el salto a la cantera del Racing –y, con la perspectiva del tiempo, también su futuro– necesitó de un debate familiar. «Todo lo que somos ahora se lo debemos a nuestros padres», reconoce hoy Fede, una de las caras nuevas del Real Valladolid 19/20. «Mi padre nos llevaba hasta Santander, nos esperaba a que entrenáramos, cambiaba el turno de trabajo para poder estar con nosotros,... Fue un esfuerzo tremendo y de no ser por ellos hoy no estaríamos donde estamos».
Fue precisamente Ángel, su padre, quien les inculcó valores como el esfuerzo, la lucha y la humildad que han acabado por convertirse en señas de identidad sobre un terreno de juego. Lejos de los adornos y arabescos que caracterizan a otros jugadores más mediáticos, al nuevo mediocentro blanquivioleta se le distingue fácilmente por su entrega y capacidad para llegar donde no llegan los demás. En esto no ha cambiado mucho desde que empezó a hacer kilómetros en la cantera del Racing. «Recuerdo todavía la ilusión con la que llegué a la cantera del equipo del que soy hincha desde pequeño, al equipo al que soñaba con jugar como profesional. Ahora lo pienso y estoy feliz con lo que me ha dado el fútbol», apunta el protagonista, inmerso por unos segundos en el túnel del tiempo. «Son recuerdos bonitos porque es una etapa en la que juegas por diversión. Vives como en un sueño porque estás en la cantera del Racing, lo máximo a lo que puedes llegar en Cantabria».
El suyo es uno de los pocos casos que se dan en el fútbol. El de dos hermanos gemelos que inician carrera juntos y que han ido saltando de vestuario en vestuario hasta hace justo un año cuando el destino les separó. Salieron de la cantera del Racing, ficharon por el filial del Sevilla, compartieron convocatorias en la selección,... Uno como mediocentro, el otro en el lateral. Hasta que la pasada temporada, Fede firmó con el Granada y Borja se fue a Lugo antes de acabar cedido en la Cultural Leonesa. «Se le echa de menos. Siempre hemos estado juntos en el día a día y claro que se nota su falta porque siempre lo hemos compartido todo. ¡Si se nota siendo hermano, si eres gemelo mucho más!», exclama Fede, que ahora estará mucho más cerca de su Cantabria natal que Borja, que esta temporada militará en el Atlético Baleares. «Somos bastante parecidos. Muy guerrilleros en el campo y particularmente me sentía muy bien con él en el campo, pero los dos éramos conscientes de que en este mundo del fútbol no puedes ir de la mano siempre», apunta el mediocentro del Valladolid, quien confía que su hermano descolle esta temporada. «No ha tenido suerte con las lesiones y ha estado mucho tiempo parado pero es joven y espero que en Baleares le vayan bien las cosas porque potencial tiene».
Jugar en el primer equipo de tu tierra, hacerlo como capitán, la llamada de la selección en categorías inferiores,... Sueños que Fede San Emeterio ha ido cumpliendo y alternando con otros que se la negaron, caso de la consecución del Europeo sub-19 con una generación en la que compartió vestuario con Asensio, Ceballos, Vallejo,... Una lesión se lo impidió. «Me rompí el ligamento del tobillo justo en el partido anterior contra el Numancia, en un mal salto, cuando iba a salir la convocatoria con la selección», recuerda, sustituido entonces por Rodrigo. «Soy de los que piensa que todo lo que pasa es por algo. Al menos me alivió que sí pudiera estar mi hermano. Aquel fue un duro golpe porque me lo perdí por una lesión, pero luego han venido momentos muy buenos como el ascenso en Granada». Aquella y una luxación en el hombro han sido los únicos contratiempos que han frenado su evolución.
No recibió aquella llamada de Luis de la Fuente pero sí la de Miguel Ángel Gómez, entonces discípulo de Monchi en el Sevilla, para que se uniera –junto a su hermano, por supuesto– al filial del club de Nervión. «Miguel Ángel es una persona importante porque ha confiado mucho en mi, primero cuando me llevó a Sevilla y luego para venir aquí. Yo ahora intento devolverle esa confianza en el campo».
Fue precisamente en ese primer viaje lejos de la montaña cántabra cuando coincidiría con el técnico que mejor le conoce, y que clavó en una sola frase la definición que más se aproxima a su estilo de juego. «Es el cemento que todo equipo necesita en el centro del campo para unir líneas». Diego Martínez, que luego le llamaría también a filas en el Granada del ascenso, no tardó en hacerle un hueco en la medular. Él le colgó esa última etiqueta que antes otros habían cambiado por la de 'escoba' que mejor barre el centro del campo o 'el pitbull' que todo lo persigue. «Las tres más o menos son un ejemplo de lo que puedo ser dentro del campo, un jugador muy intenso. Mi estilo dentro del campo pasa por barrer todo lo que puedo, y luego también trato de unir líneas. Soy consciente de lo que puedo aportar al equipo, y creo que esto es clave. Saber dónde estás y cuál es tu labor. No soy un jugador tan vistoso como lo pueden ser los que juegan arriba, pero mi papel es tan importante para mí como marcar goles», reconoce el mediocentro, consciente de sus limitaciones pero también de sus virtudes. «Soy un jugador muy físico que intenta estar en todos los sitios, en segundas jugadas, robando balones,... Y luego tengo todo por mejorar. Incluso en lo que destaco. Tengo 22 años y me queda mucho margen de mejora. No me pongo metas».
Tal es así que pese a dar un salto de Segunda B a Primera en apenas tres años, su evolución como futbolista tiene unos cimientos sólidos. «He cambiado mucho desde que salí de Santander. Salí muy joven, un poco verde quizás, y tanto los años de Sevilla como el último en Granada me han servido para mejorar mucho como futbolista. Yahora mismo estoy en mi mejor momento, así que espero que éste sea un año para disfrutar. Es mi primer año en Primera y estoy entusiasmado», comenta Fede, que a todos los equipos llegó como incógnita y en todos acabó convirtiéndose en pieza clave. «Creo que con trabajo se consigue todo y con paciencia he ido jugando muchos partidos en los equipos en los que he estado», señala, sin importarle la competencia que tiene este año por delante en el Real Valladolid. «Es competencia sana. Me llevo muy bien con mis compañeros y la verdad es que hay mucha calidad, pero lo principal es que quien juegue lo de todo y se pueda beneficiar el equipo».
Por el momento nada le ha llamado la atención en las primeras semanas con sus nuevos compañeros. «La verdad es que he tenido suerte y me he encontrado muy buenos vestuarios allá donde he estado. En Granada el año pasado fue la clave del éxito y en éste también he encontrado gente extraordinaria. Me he adaptado muy bien gracias a ellos, y creo que buena parte de la permanencia de la temporada pasada fue por ese buen ambiente», sostiene.
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