El día que Miguel Ángel Gómez decidió contratar a Sergio González y Diego Rivera no tenia muy claro qué podía deparar el futuro del Real Valladolid. Solo sabía que con Luis César Sampedro el equipo se iba diluyendo y se alejaba del objetivo del ascenso. ... Y algo había que hacer. Gómez no manejaba informes sobre Sergio excesivamente optimistas. De hecho el catalán llevaba mucho tiempo fuera del circuito de entrenadores y su nombre era totalmente secundario en las quinielas e incluso había rumores que lo señalaban como entrenador descartado para sustituir al preparador gallego de los pucelanos.
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Sergio era un entrenador que había llamado la atención de Gómez desde la temporada en la que el Espanyol que dirigía eliminó al Sevilla en el que trabajaba Miguel Ángel. En ese partido, el actual director deportivo del Valladolid quedó gratamente sorprendido por el planteamiento de los pericos. Y el fogonazo se le quedó almacenado en el disco duro de su cerebro.
Gómez y Sergio, por lo tanto, apenas se conocían personalmente cuando el primero llamó al segundo, pero en cuanto tuvieron tres conversaciones quedó claro para ambos que la sintonía era especial. Ambos comparten una idea y una filosofía del fútbol y, sobre todo, depositan una enorme confianza en el otro. Si a estas dos virtudes se une la libertad y respaldo que les da el club, el cóctel que sale explica los tres objetivos cumplidos: un ascenso y dos permanencias, estas últimas siendo el menor y el penúltimo menor de los presupuestos de la Liga. Una gesta complicada de lograr que se sintetiza en cuatro claves.
1
Sergio y Miguel Ángel trabajan en la misma longitud de onda. Cada uno comprende muy bien las objeciones y los deseos del otro.
Forman un tándem con una relación muy fluida, más de lo habitual en el mundo del fútbol. Comprendieron hace tiempo que el trabajo de cada uno está para hacer mejor al del otro y saben perfectamente que complementándose les va a ir mejor porque al equipo le va a ir mejor. Los dos huyen de egoísmos y de actitudes egocéntricas. Sergio, por ejemplo, respeta muchísimo a Gómez por detalles que nunca afronta su renovación si antes no ha logrado la de su equipo. Y el entrenador es de su equipo.
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Las decisiones sobre los jugadores que llegan y se van son exclusivas de la Dirección Deportiva, que siempre escucha a los técnicos antes de decidir.
En el Valladolid las cosas son así, pero con matices. Gómez acostumbra a argumentar sólidamente sus decisiones ante Sergio. Las razones por las que debe o no debe seguir tal jugador o por las que tal o cual futbolista debe o no debe llegar están basadas en muchísimo datos, tanto numéricos como psicológicos. Y Sergio los analiza y muestra su aprobación o su disconformidad, pero ninguno de los dos tiene la última palabra. No hay imposiciones ni negociación, simplemente análisis y diálogo. Sergio sabe que Gómez intenta siempre buscar lo que él considera más necesario para el equipo; Miguel Ángel es consciente de que el entrenador no es ni caprichoso ni con veleidades técnicas, esas que se denominan ataques de entrenador. Y dos personas que van de frente y sin dobleces, acaban por entenderse.
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3
Entrenador y director deportivo comparten la misma filosofía sobre el fútbol: elegir el camino que lleve a cumplir con el objetivo en función de los recursos que se dispone. Y el camino bueno para ello suele ser formar equipos sólidos, unidos, vestuarios compactos. Y para ello es imprescindible escoger jugadores con determinados perfiles tanto en lo físico y técnico como en lo mental.
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Uno de los grandes logros de Sergio y su equipo ha sido conseguir que los futbolistas se creyeran que con la forma de jugar que él consideraba más adecuada para el equipo se iba a obtener la permanencia. Pero ese trabajo de convencimiento ha tenido también el vital apoyo de la Dirección Deportiva, que ha reforzado todos y cada uno de los mensajes lanzados por el cuerpo técnico.
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El mejor ejemplo de ese trabajo psicológico que ambos llevan a cabo al alimón se dio en el momento crítico de la pasada temporada, cuando el equipo parecía estar en caída libre. Entrenador y director deportivo decidieron resetear al grupo y recrear el ambiente que se produjo cuando Sergio se hizo cargo del equipo. Con su hablar rápido, sin titubeos ni dudas, el técnico recibió un buen día a los jugadores en el vestuario uno a uno presentándose y con un mensaje individualizado de aliento y confianza hacia cada uno. La novedosa fórmula funcionó, vaya que si funcionó. Una prueba de que ambos saben escuchar y adaptarse a las ideas del otro.
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La compra del club por parte de Ronaldo y los nuevos métodos que el brasileño ha ido implantando crearon en los primeros momentos cierta tensión. Gómez detectó lo que entendió como desautorizaciones y Sergio temió que se repitiera la situación que provocó su salida del Espanyol. Solucionados esos momentos de relativa tensión, Sergio y Miguel Ángel se ha encontrado trabajando en un ambiente de completa libertad. Se saben absolutamente respaldados por Espinar y Fenaert, lo que quiere decir Ronaldo, y esa confianza sin reservas les permite un desempeño mucho más ágil a la hora de tomar decisiones.
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Sobre estas cinco columnas ambos han ido edificando el armazón de su relación y la carretera por la que circula ahora el Real Valladolid. El objetivo, marcado por el presidente, es llegar a las competiciones europeas en un plazo de cuatro o cinco años. Empieza ahora, por lo tanto, el camino para cumplir ese objetivo. Hace tiempo ya que ambos lo están hablando y, desde luego, no les parece descabellado.
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