Tengo un grupo de Whatsapp, de amigos del fútbol de toda la vida, que radiografían los partidos del Pucela cual cirujano bajo los focos. Miguel Salán es el más visceral. «Lo de siempre, hace siglos que no veo una regularidad», espeta. «Corren a lo tonto», ... sentencia Tino. El problema no residió en el verbo. No es lo mismo correr que hacer kilómetros. En el fútbol, no sirve de nada el desgaste inocuo. La clave radica en la tensión, en apretar la goma para agobiar al rival y volar para anticiparte. El Pucela se pasó el partido mirando. Hizo como que sí, pero fue que no. Parecía que estaba tenso, de puntillas sobre el verde. Puro teatro. Sin actitud, sin ganas, sin determinación.
Cuando llega el autobús y el equipo no baja
El autobús es el nuevo icono de la comunicación de los clubes. Cuando asoma por el parking, ya estamos en el estadio. La diferencia radica en la distancia que hay entre el ser y el estar. El Pucela se quedó en la butaca, no pisó un peldaño. «No nos salió nada», dijo Roque, de nuevo suplente. «Vamos, hostia», en el lenguaje de Pacheta. Ni vamos, ni hostia, ni nada. El Real Valladolid estiró el carnaval y se disfrazó de mimo. Gabri Veiga les cortó un traje sin enhebrar la aguja. Le bastó con estar en el sitio y aprovechar la parsimonia. Falló hasta Larin, que hizo más kilómetros que golpeos. Es un síntoma. Si el goleador tampoco marca, échate a temblar.
Cuando cinco cambios sirven para poco
Me imagino la libreta de Pacheta durante el primer tiempo como el folio de un niño de dos años dibujando borrones como si fueran un collage de la Patrulla Canina que solo se convierte en realidad en su mente. ¿Cinco cambios? El técnico habría necesitado once y dos ventanas de fichajes para depurar responsabilidades. Pacheta hizo tres de una tacada. Trató de hacer un torniquete al dibujo tras el descanso. El doble pivote estaba ya fuera de onda. Tal vez debería haber movido alguna ficha más antes de dar las cartas al árbitro. Monchu y Kike han agotado el tiempo. Los cambios, con el partido arruinado, tampoco le aportaron lo que buscaba.
El silbido de Pacheta se queda sin fuelle
Pacheta se pasó medio partido silbando. Y cuando Pacheta silba, al Pucela le tiemblan las canillas. Es como la fiebre, el síntoma de que algo no funciona ahí dentro. «El fútbol son los duelos», confiesa Pacheta. Es su resumen. El técnico reconoció su culpabilidad. Así, por encima, echo de menos la energía de Fresneda en el lateral diestro. Luis Pérez no está. Más contundencia en el eje de la zaga. Sacrificó a Hongla. Más ideas y mayor solvencia en el centro del campo. Mejores prestaciones por las bandas. Si sigo, al final me compro un equipo nuevo. El Pucela necesita recuperar las sensaciones y volver a creer todos a una.
La permanencia no entiende de pájaras
El Real Valladolid saltó a Balaídos con dos victorias y un empate en los tres últimos partidos. La racha puede invitar a la calma, pero la permanencia este año cotiza como el Bitcoin después de una ronda de inversión de Elon Musk. La vida te saca de la hamaca y te mete en la mina a poco que te despistes una semana. De hecho, el Pucela pisó el césped con la guadaña al ras después de las victorias del Cádiz, Valencia, Espanyol… El fútbol no tiene memoria. Y cuando lo que está en juego es el descenso, el pasado caduca en el minuto 91. Este año no valen los empates ni las medianías. Cualquier secuencia es insuficiente. Un día que no compites y estás muerto.
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