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Santiago Hidalgo
Valladolid
Viernes, 28 de junio 2024, 07:01
Es curioso que cuatro décadas después de que el Real Valladolid conquistara la Copa de la Liga el 30 de junio, un nuevo éxito deportivo haya asomado en la entidad blanquivioleta en forma de ascenso. Quizás denostado, no fue el de 1984 un título menor. La Copa de la Liga se celebró en cuatro ediciones con la participación de los mejores equipos de Primera y dos las ganó el Barcelona, una el Real Madrid y la otra el Real Valladolid. Si bien, su corta vida hizo que no lograra la jerarquía exigible en un torneo con pedigrí.
Sin embargo, toda competición, toda final tiene su intrahistoria y esta casi siempre iguala, cuando no supera, al menos en emoción, al propio título conseguido. El resultado es fruto de un proceso y aquí este es importante. Así sucedió con la Copa de la Liga. Primero, por cómo se produjo. Y es que había un convencimiento absoluto entre todos los componentes del plantel de que aquello no se les iba a escapar. Desde el míster Fernando Redondo, que vino al rescate del equipo cuando estaba en caída libre, hasta el secretario técnico, Ramón Martínez, que no solía viajar con el equipo, pero que en esas sufridas eliminatorias previas formó parte siempre de la expedición. De ahí, a los jugadores: Gail, Jorge, Eusebio, García Navajas, Richard, Fortes, Santos, Minguela, López, Fenoy, Da Silva, Yáñez, Aracil… Todos ellos tenían una convicción plena que los hacía muy superiores en el campo. Se lo creían. Como así fue. La suerte acompaña a los que la pretenden. A los vencedores.
Porque el Atlético de Madrid era un equipazo. Con Luis Aragonés de técnico, ese título de la Copa de la Liga se atisbaba como una oportunidad de salvar la temporada colchonera. Hugo Sánchez, Rubio, Marina, Landáburu, Julio Prieto, la defensa más que dura con Arteche, Ruiz y Tomás… Alojados en el hotel El Montico, la rutina tradicional los llevó después de desayunar a dar un paseo entre los pinares pisando tamujas, mientras 'El Sabio de Hortaleza' intentaba generar en los suyos el clima necesario para afrontar esa final. También desde el otro bando, el Real Valladolid se concentró en el Hotel Parque, del antiguo Paseo García Morato. Allí llegaron en sus coches particulares. El 'Pato' y Gail en un Renault 5 rojo. Eran otros tiempos. De esta misma forma subieron al Nuevo Estadio José Zorrilla, al que cuarenta años después algunos siguen manteniendo este apelativo. Estas pequeñas historias tienen algo de mágico también.
No se supo hasta tiempo después, pero Luis Miguel Gail, con la aquiescencia de los médicos, tuvo que aplazar una intervención quirúrgica de su hijo, felizmente resuelta. Eso le llevó a ganar el partido e inmediatamente después salir hacia el hospital; la partida de póker entre Jorge, Da Silva, Pepe Moré y 'El Loco' Fenoy, en un preludio de lo que iba a acontecer esa jornada en la que el portero argentino fue uno de los mejores de su escuadra; los miedos del palentino López, que contó con Eusebio de compañero de habitación. Todo un veterano joven aconsejando a otro. O Antonio Santos, que en esa final en la que no jugó ni un minuto (su puesto lo ocupó Gail echado hacia atrás) se despediría del equipo para dedicarse a dirigir al filial.
Santi Llorente, ejerciendo de segundo entrenador de Redondo y en alentador de 'El Loco', incluso dándole de fumar en el descanso. Llorente sabía que ahí iba a estar parte del triunfo. O Duque, que siendo el máximo goleador histórico de esa competición y habiendo jugado bastantes encuentros de la eliminatoria, no fue convocado, perdiéndose así parte de la prima… La afición y su comunión con Fortes, el revulsivo. El jugador número 12 que era capaz de cambiar el sino de un encuentro. La grada pedía su entrada. Lo que no sabían es que, de disputar esa final, Paco Fortes aumentaba su nómina según contrato y el club debía abonarle unos millones más en su cuenta. Por eso el presidente Gonzalo Alonso, siempre pendiente de las 'perras', se dirigió al cuerpo técnico con las palabras «que juegue sólo si es necesario». Y claro que lo fue. Porque la entrada tanto de Fortes como de Minguela y la prórroga resultó decisiva. Lo mismo que Pato Yáñez, uno de los mejores jugadores junto a Da Silva de esa plantilla, que fue el que participó con destreza en el primer gol obra de Votava en propia puerta.
En el reportaje que emitió la televisión de este campeonato se puede ver a un Tomás Martín, el utilero del equipo desde los 16 años, rondando los aledaños del trofeo nada más acabar el partido. Quería acercarse. Quería darla un beso como hacían todos los jugadores. Al final lo logró. Lo que no sabía es que esa copa, cuando todo el mundo acabó de festejarla con champagne en el vestuario, allí se quedó. Así que, según contaba él hace algunos años, por miedo a que vinieran los cacos y se la llevaran, decidió custodiarla. Se fue en un taxi al restaurante La Goya, donde cenó con ella de acompañante, después la llevó a su casa y al día siguiente la retornó al club. Como si se tratara de un encuentro amoroso, fue quien primero disfrutó de ella una noche. Sea o no cierto, sin duda Tomás se merecía este 'affaire'.
La prensa y la celebración
El tratamiento informativo que tuvo la Copa de la Liga, ese día D para la entidad blanquivioleta, en el que no solo se jugaba un campeonato, sino también su participación en la Copa de la UEFA fue, al menos curioso. Es verdad que los tiempos cambian, pero nadie nos podríamos imaginar que el mismo día del encuentro la portada de El Norte de Castilla, periódico de referencia, no reflejara una mínima alusión al partido de esa noche. El presidente francés Mitterrand y la entrada de España en la Comunidad Económica Europea tenía su razón de peso, también el Tour de Francia y la victoria de Hinault, pero ni siquiera una pequeña llamada hace pensar que el fútbol de entonces no era «la cosa más importante de entre las cosas menos importantes», como decía el técnico italiano Arrigo Sacchi.
Lo que aconteció periodísticamente a posteriori también es digno de mención. El encuentro comenzó a las 21:00 horas. Dado que el partido de ida en el campo colchonero había concluido con empate sin goles, y los antecedentes del club blanquivioleta, que accedió a la final tras superar otras dos prórrogas, la posibilidad de que pudiera darse ese tiempo añadido e incluso la tanda de penaltis estaba presente. Con ello se meterían en el 1 de julio. Como los contratos de algunos futbolistas concluían el 30 de junio, hubo que hacer una negociación con la AFE para lograr que se ampliara la cobertura.
Este desfase iba a afectar a la crónica deportiva, sobre todo en el tema fotográfico. Lejos de las nuevas tecnologías, el fotógrafo debía bajar del campo a la redacción, revelar las imágenes en el cuarto oscuro y después meterlas en página. Me imagino que, entrando en el tiempo extra, El Norte tiró de las fotos de Cantalapiedra que se marcharía deprisa en el descanso. Esa es la foto que preside la crónica de ese día. Una de juego. No la de Pepe Moré levantando la Copa, obra de los hermanos Cacho. Es decir: la imagen más importante de la historia del Real Valladolid que El Norte (por mor de que el lunes no salía periódico –hasta ese año precisamente era 'La Hoja del Lunes'–), esa foto, digo, no se publicó hasta el martes. ¡Tres días después!
La crónica la firmó Ángel María de Pablos, que sustituyó al titular con el Real Valladolid, Javier González. Esta es otra buena historia. Javier, trabajador de banca y colaborador en la sección de Deportes del decano, organizó sus vacaciones con su mujer (un viaje a Roma) una vez pensó que el 30 de junio el Pucela había acabado la temporada. Pero no fue así. Entonces, él escribió la previa, y dejó a los mandos a Ángel María que, por teléfono, tuvo que dar la ficha y los comentarios postpartido pendiente de la hora del cierre de la edición. Y que se despidió con estas palabras: «la crónica es de urgencia y a estas horas de la noche no da tiempo a contar muchas cosas más. Vamos a testificar el triunfo y la apoteosis. Lo demás lo escribiremos el martes». Así fue.
Un llavero
La otra curiosidad es que esta Copa de la Liga, el único título oficial del Real Valladolid o el más importante, no tuvo una celebración como tal. O al menos como ahora se presupone. Ni de los futbolistas, ni del Ayuntamiento que no pudo convocar a todos los jugadores, presidente y cuerpo técnico en su momento para homenajearlos. La fecha, al ser 30 de junio, propició que la mayoría lo festejara cada uno de una forma y que se marcharan de vacaciones casi sin esperar a la tarde del día siguiente. Así sucedió con el míster Redondo, por ejemplo. En una pequeña comitiva, el alcalde, Tomás Rodríguez Bolaños, los recibió y obsequió con un llavero que algunos miembros del plantel todavía conservan. Sin embargo, nada de barcos, ni de autobús, ni acompañamientos, ni de fiesta popular embadurnada de camisetas blanquivioletas. Fue un título que la ciudad (y los jugadores) apenas pudo disfrutar. Quizás alguien ponga remedio.
Son múltiples los factores que deben concitarse para que un club humilde como el Real Valladolid, a años luz en presupuesto de los grandes transatlánticos del fútbol español, conquiste un título nacional. Y todas esas circunstancias confluyeron hace cuarenta años para hacer realidad el que hasta la fecha sigue siendo el único trofeo oficial de la entidad blanquivioleta en sus 96 años de historia. Aquella imagen icónica de Pepe Moré levantando la Copa de la Liga, que hubo de pasar por los líquidos de revelado para ser publicada dos días después, continúa en el imaginario de los aficionados más veteranos. Y con esa foto acaparando la portada, El Norte lanza el sábado día 29 de junio un Suplemento Especial para recordar de la mano de los protagonistas todos y cada uno de los detalles que rodearon aquella gesta.
Una temporada irregular en lo deportivo, en lo que a la liga doméstica se refiere, que acabó en celebración gracias a una plantilla que se nutrió de la cantera y que hubo de sobreponerse a un cambio de entrenador. El relato de cómo se llegó a conquistar el título, las múltiples anécdotas que dejó el proceso para llegar a levantar el trofeo, y las vivencias de los jugadores que pasaron por aquel vestuario forman parte del Especial que publica El Norte de Castilla. También una conversación entre el director deportivo (Ramón Martínez) y el entrenador de aquel equipo (Fernando Redondo), que cuarenta años se han vuelto a encontrar para repasar, ya con la perspectiva y el poso que deja el paso del tiempo, todo lo que rodeó y acompañó a aquel éxito deportivo.
Un suplemento que es una pieza de coleccionista para los aficionados más veteranos del Real Valladolid, y que se entiende también como una lección de historia para los más jóvenes que no disfrutaron de aquel hito y que solo lo conocen por boca de sus padres y abuelos.
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