
David Arellano y el doctor Igea en el Valladolid del año 1927
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La reedición en Chile del libro 'El futbolista mártir' permite conocer con detalle cómo fueron las últimas horas del malogrado capitán del Colo-Colo en la capital castellanaSecciones
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La reedición en Chile del libro 'El futbolista mártir' permite conocer con detalle cómo fueron las últimas horas del malogrado capitán del Colo-Colo en la capital castellanaDavid Arellano está en su cama de la habitación número 37 del hotel Inglaterra, con fortísimos dolores internos. El Colo-Colo chileno acaba de jugar su segundo partido contra la Real Unión Deportiva de Valladolid y el capitán y fundador del equipo ha vuelto anticipadamente tras recibir un golpe en el abdomen en un salto con el futbolista local David Hornia. Es la noche del lunes 2 de mayo de 1927. Al hotel llega el doctor Igea, que parece traer buenas noticias. «Le examina la orina y la encuentra buena, el pulso marchaba con regularidad, la hernia no tenía la menor señal de golpe o herida y dijo después del examen que pronto calmarían los dolores. Ordenó, finalmente, a un practicante que allí había, que le aplicara una inyección; prometió estar listo a hacer una nueva visita si no calmaban los dolores», escribe su hermano Alberto Arellano, en el extenso libro 'David Arellano. El deportista mártir', reeditado ahora en Chile.
Sin embargo, la lesión es interna y grave, los dolores se agudizan de madrugada y el doctor Igea, llamado de nuevo, se encarga de gestionar una cita con el doctor Morales, «el mejor facultativo de Valladolid y jefe de la Escuela de Medicina», para que acuda a primera hora. Antes, aparece por hotel el doctor Cebrián: «Es caso perdido. Hay que esperar algunas horas para el desenlace final. No hay remedio», diagnostica.
El doctor Igea era Félix Igea Rodríguez, padre del también médico Francisco Igea Laporta y abuelo del igualmente doctor Francisco Igea Arisqueta, el actual vicepresidente de la Junta de Castilla y León. «Sí, aquel doctor Igea era mi abuelo seguro. 1927 fue el año en que nació mi padre, pero yo no había oído hablar de este asunto», explica ahora el 'número dos' del gobierno autonómico.
Félix Igea nació en Cantalapiedra (Salamanca) en 1885. Era hijo de un médico rural y, como luego sucedió con su hijo y su nieto, se especializó en el aparato digestivo. Después de una etapa en París, Félix Igea se casó con Luisa Laporta Girón y se instaló en Valladolid en 1914. Trece años más tarde será uno de los médicos de la ciudad que atiendan al futbolista David Arellano en sus últimas horas de vida.
La expedición del Colo-Colo llega a Valladolid a finales de abril de 1927 en el marco de una larguísima gira por América y Europa que había comenzado en enero de aquel año. Los jugadores viajan en tren desde Madrid. Desde el pasillo del ferrocarril observan una gran puesta de sol «con penumbra violeta» y arriban a la capital castellana a las 2 de la madrugada del sábado 30 de abril.
A la mañana siguiente pasean por Valladolid: «Con sobrados méritos guardaba aún tintes de gran capital [...]. Recorrimos el centro, agradable, muy comercial. Lo cruzan tranvías de 3 o 4 líneas, todos repletos de público. Mucha gente y animación en las calles; se nota a primera vista la enorme religiosidad de todos, pues aun cuando no era domingo, gran multitud de fieles salía de los templos [...]. En cuanto a la gente misma, especialmente estudiantes de medicina, con quienes intimamos, muy cultos, verdaderos hidalgos, y con un deseo manifiesto de servirnos y hacernos agradable nuestra estada en la ciudad», consigna Alberto Arellano en el libro. En Valladolid, «como en el resto de España», añade, se almuerza a las 13:30 y se cena a las 22 horas.
Los jugadores del Colo-Colo dedican el mediodía del domingo 1 de mayo de 1927 a pasear por el costado del río, visitar la «famosa Fuente Dorada» y dar algunas vueltas por la calle Regalado, «repleta de público». «Aquí pudimos apreciar tal vez más íntimamente la gran simpatía y distinción de las damas y niñas de sociedad: nos parecieron mejor que las madrileñas». Por la tarde, acuden al campo de la Plaza de Toros para jugar el primero de los dos partidos concertados ante la Real Unión Deportiva. «Terreno pelado, duro, espacioso, rodeado de empalizada baja, tribunas con pequeña capacidad», describe. El Colo-Colo golea en el primer amistoso al conjunto local: 2-6.
«Como había que actuar en revancha al siguiente día, la mayoría de acostó después de una breve charla. Pocos salimos [...]. En el centro de la ciudad, gran animación, especialmente entre la gente del pueblo, que en víspera de la Fiesta del Trabajo, y adelantándose a ella, cantaba y bailaba jotas en plena calle», escribe Alberto Arellano. De vuelta al hotel, escenas novelescas: «En las encrucijadas de angostas calles, y a luz de una luna casi llena, galanes nocturnos, envueltos en capas, conversaban a través de las rejas españolas con sus novias o prometidas. En el ambiente trascendía el olor a jardín que ya trae esta temprana primavera», añade el hermano de David Arellano. La estampa del sereno, «con un largo bastón y farol encendido, completaba el cuadro, dándole tintes antiguos y coloniales».
David Arellano pasa su penúltima noche de vida en el hotel Inglaterra, planteando hasta las dos de la madrugada junto a otros compañeros cómo formar una banda de jazz para alegrar la gira.
En la mañana del lunes 2 de mayo, varios futbolistas visitan el Mercado y la Catedral de Valladolid, «que es verdaderamente grandiosa desde la gran plataforma de piedra que le sirve de base y le da apariencias de estar en un segundo piso, hasta su gran torre y su maciza fachada». Por la tarde, David Arellano dice que prefiere no jugar, pero ninguno de los reservas había llevado equipación, así que se viste de corto. A las 18:30 empieza el segundo partido contra la Real Unión Deportiva. David Arellano elige «en contra del viento y el sol». A los 35 minutos, sufre un rodillazo en el vientre, zona muy delicada debido a la hernia que padece. «¡Ay, Alberto, parece que ya no me levantaré más!», le dice a su hermano. En el campo lo atiende el doctor Bustamante.
Ya en el hotel, la visita del doctor Igea hace albergar ciertas esperanzas. El resultado de una segunda inyección que aplaque los dolores se vive con fe, pero su estado no mejora. Llegan el doctor Cebrián, que lo considera ya un «caso perdido», y el doctor Morales que promete operarlo si «hay alguna reacción en el pulso», algo que no sucede. Finalmente, aparece un sacerdote y le aplica la extremaunción. «¡Cuiden a mi mamá! ¡Que se sepa poco a poco esta desgracia», dice David Arellano antes de morir «sin una mueca, sin una agonía, sin un quejido».
Sus compañeros velan el cadáver del capitán que es trasladado posteriormente a la Escuela de Medicina para practicarle la autopsia. El intestino aparece desgarrado por detrás el hígado: Arellano murió por una peritonitis traumática. Se le entierra en el Cementerio de Valladolid, rodeado de deportistas vallisoletanos y chilenos, y con más de seis mil personas en la comitiva fúnebre. En el responso, el arzobispo Gandásegui pronuncia: «El juego se hizo tragedia para ti; negra verdad el simulacro. En el estadio hizo su entrada un equipier siniestro: traía listado de negro y blanco su jersey. Era el destino adverso, guardameta de la Puerta fatídica; la del umbral seguro, que ningún nacido evitará».
Los otros dos hermanos Arellano, Alberto y Francisco, vuelven a Chile vía Vigo. El resto del equipo del Colo-Colo pone rumbo a Valencia para continuar con su gira europea. Las condolencias se suceden. Los restos de David Arellano se repatrian a su país natal en 1929 y, desde 1979, descansan en el Mausoleo de Viejos Cracks del Colo Colo, en el cementerio general de Santiago de Chile
El recuerdo de Arellano permanece muy vivo en 2021. La reedición de 'El deportista mártir' ha devuelto a Arellano a la actualidad chilena. Además, tras su trágica muerte, se creó un lazo histórico entre el fútbol vallisoletano y el Colo-Colo chileno que aún perdura. En el Valladolid del 27 murió un joven futbolista y nació un mito.
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