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La vida deportiva de Roberto Corral (Valladolid, 1997) es algo parecido al campeonato del mundo de pulsos. Ahí está el vallisoletano, agarrado a la silla, con el codo clavado en la mesa, la mandíbula tensa y la mirada enhebrada en su siguiente adversario. Los desafíos se le acumulan al otro lado de la tabla. Cada envite supera al anterior, pero el canterano blanquivioleta tiene carrete y fuerza para doblar el brazo al destino con la misma pericia que destila un niño haciendo jirones el envoltorio de los regalos de Papá Noel. Cada reto supera al anterior y ahora tiene enfrente un 'Vitorino' de seiscientos kilos y dos remos afilados que dejarían sin respiración al más pintado. No importa, Corral no se achanta ante nadie. No lo hizo cuando el club le comunicó, a unas horas del cierre del mercado, que no contaba con él, ni cuando se tuvo que buscar la vida en Polonia y Ucrania antes de recalar en Andorra (después de una sucesión de discutibles decisiones por parte de su representante). Tampoco se echó atrás para compaginar el fútbol con la exigencia que supone terminar la carrera de Fisioterapia.
El próximo 2 de enero, a primera hora de la mañana, entrará en el quirófano de una clínica de Barcelona para atarse los machos y ponerse enfrente de su siguiente enemigo. En ese instante comenzará su próxima batalla, la recuperación de su rotura de ligamentos, un episodio amargo que sufrió en el último encuentro liguero, justo antes de irse de vacaciones. Otra vez sobre la bocina.
«Fue una jugada totalmente fortuita. Yo progresaba por la banda, desdoblándome, iba hacia fuera, pero cambié de dirección para meterme por dentro y se me clavó el pie. Enseguida noté el cloc y me empezó a arder la rodilla. Ya sabía que me había roto algo. Es una faena por el momento. En Andorra estaba haciendo una gran temporada y tenía una cláusula que me permitía marcharme en cualquier momento para fichar por un club extranjero, que era mi intención este año. En mi club actual se han portado y se están portando conmigo de maravilla, no solo desde que llegué sino también ahora con la lesión. Me están facilitando todo y la verdad es que da gusto. Estoy muy agradecido», confiesa Roberto Corral.
Su formación como fisioterapeuta le ha servido para trabajar su cuerpo de tal forma que no ha tenido una lesión muscular en toda su carrera. «Siempre me he cuidado mucho en ese sentido», matiza. Ahora afronta un reto diferente. El enfoque y la lucha se trasladan a la psique, a ese intangible anímico que le permitirá salir airoso de este órdago. «Ahora me toca potenciar y trabajar la mente para afrontar este nuevo reto que me plantea la vida. Tendré que aprender a controlar las emociones y a llevar la recuperación de la mejor forma posible. Sé que son muchos meses, pero estoy preparado, soy fuerte y sé que voy a salir más reforzado», apunta.
El corazón de Corral late en blanco y violeta desde que era niño. Su padre le hizo socio del Real Valladolid a los cuatro años y su idilio con el club de sus amores ha permanecido imperturbable a pesar de que la entidad pucelana no estuvo muy fina, por decirlo de forma comedida, a la hora de comunicarle in extremis que no tenía hueco en la primera plantilla. Esta decisión impidió que el bravo lateral zurdo no tuviera demasiado tiempo para recomponer su futuro. Años después, recuerda el trance sin rencor. «Me fui con la conciencia muy tranquila. Sé que di todo de mí para estar ahí, no me dejé nada dentro. Debuté en Copa, pero Sergio no me dio la ocasión de jugar en la Liga», recuerda. Ahora, desde la distancia, compara su pasado con el presente blanquivioleta y lamenta que el vestuario de Diego Cocca siga malviviendo sin lateral zurdo, su posición en el campo. «En mi etapa me quedé fuera porque no se produjeron las salidas de El Yamiq y Olaza. Entonces éramos cinco laterales izquierdos y mira ahora, que no hay ninguno. Si me hubiera tocado vivir esta época, estoy seguro de que habría estado ahí para ganarme un puesto».
A pesar de los kilómetros que le han separado de Valladolid en los últimos años, Corral no pierde de vista al club de su vida. Su regreso es ahora algo utópico, pero confiesa que, si algún día se le presentara esa oportunidad, «jugaría gratis». El vallisoletano sigue con mucha preocupación la actualidad del conjunto blanquivioleta. Su perspectiva ensambla los dos espectros, el de la experiencia que le otorga su condición de futbolista profesional y la pasión que enciende su corazón albivioleta. ¿Confía en la salvación? «Ahora mismo, según están las cosas y viendo que la plantilla que tenemos, no nos da. Queda tiempo, porque aún tenemos por delante la segunda vuelta, pero el equipo necesita refuerzos urgentemente. Sin refuerzos, veo casi imposible que el equipo se salve. Si consiguen fichar bien ahora y la plantilla asimila rápido los conceptos del nuevo entrenador, puede haber alguna opción, pero en este momento veo muy complicado que el Valladolid se mantenga».
El teléfono de Corral echa humo estos días con llamadas y mensajes de ánimo. Ninguna de la zona noble del Real Valladolid, pero sí de excompañeros como Kike y del doctor Alberto López Moreno. Javi Sánchez también le dio buenas referencias del cirujano que va a restaurar su rodilla en Barcelona. Recién llegado a Valladolid, el canterano blanquivioleta se aferró a las muletas y se desplazó a Los Anexos para ver al Promesas. «Me encontré con mucha gente del fútbol y me dieron muchos ánimos, algo que se agradece en una situación así», añade.
A unos días de afrontar el reto más importante de su carrera deportiva, Roberto Corral descansa y desconecta acompañado de todos sus seres queridos. Sabe que vienen curvas, pero está preparado para afrontar este duro envite. A partir del 3 de enero comienza su particular travesía por el desierto, un capítulo que el vallisoletano encara con la misma energía con la que siente al Real Valladolid y con la misma fuerza que le ha llevado a hacerse un hueco en el fútbol profesional internacional.
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