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Cuando los ridículos atraviesan el quicio del accidente para asentarse en el salón de lo cotidiano, la gravedad del drama abre en canal el melón de la responsabilidad, que ya no descansa exclusivamente en el banquillo, sino que se traslada con fuerza al césped y ... al palco. Pezzolano ya no es el motivo. Cocca, después de lo visto ayer, tampoco. Hay que empezar a mirar al verde, donde los futbolistas se travisten de guiñapos cada vez que se enfundan la blanquivioleta, y al palco, donde los mensajes de 'todo en oferta' y los rumores de venta descabezan a una plantilla que ni sabe ni quiere competir. El Ourense no es el Girona. El equipo gallego sobrevive, a duras penas, en Primera RFEF, pero ayer le regaló una clase magistral de orden, criterio, sacrificio y solidaridad a un Real Valladolid, con pocas ganas y menos fútbol. Es triste presenciar la descomposición interminable que vive el vestuario del Pucela.
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Que Cenk sea futbolista de Primera División imagino que se deberá a su físico. Suele ocurrir en las categorías inferiores. No juega el más hábil, sino el más grande, que utiliza su cuerpo para parecer superior. Pura mentira. Es cierto que, con el paso de los años, los cuerpos se igualan y los buenos ganan el sitio a los voluminosos, sobre todo a partir del centro del campo. En la retaguardia, la evolución se atasca y el grandullón mantiene los galones. A Cenk le debió ocurrir algo similar. Su corpulencia le regaló un hueco y ahí sigue. Su actuación contra el Ourense le debería relegar a la grada hasta que termine su contrato. El repliegue en el primer gol gallego, en el que se abre para dejar que el rival fusile a Hein, muy pobre también, es de infantil de primer año. Imagino que confió en el esprín de Comert. No sé. El caso es que ni achicó ni tapó. En el segundo tanto hizo pareja con Torres, que tampoco tiene nivel para defender al Pucela en Primera. El delantero del Ourense cabeceó, tras bote en el área pequeña, un centro destenso del extremo. Hein volvió a llegar tarde.
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La Copa tiene estas cosas. Algunas veces sirve para resucitar a futbolistas y otras para retratarles. En el caso del Real Valladolid, la eliminación en Orense entrega muchas certezas. Todas ellas duras y dolorosas. Vayamos por partes. La primera reside en el banquillo. Cocca ha llegado con energía, pero en dos partidos le han puesto la batería al rojo vivo. Sobre el verde, Hein continúa en depresión. Atrás, la defensa es un chiste. Torres y Cenk no llegan al mínimo. El resto bastante tiene con tapar boquetes. En el centro del campo continúa la incapacidad para generar juego. Dos pases con criterio son una quimera. Juric empezó vigoroso y terminó lesionado. Kike se pierde en la carrera sin sentido, en el aspaviento que no aporta. En las bandas, Moro, siempre Moro. El mejor. Da igual cuando lo lea. Marcó el primero y regaló el segundo. Esperemos que su rodilla esté sana. Amath se retrató. Es inadmisible el trote cochinero para ver en palco el 3-2 del Ourense. André estuvo aislado, Latasa vivió con más ímpetu que acierto y el resto dibujó un cortocircuito muy peligroso para la salud de una plantilla, que da la impresión de que quiere romper la dinámica sin enterrar las botas en el barro. El fútbol va de correr, no de mirar.
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En el último partido de 2024, el Girona descosió al Pucela. Le metió tres en medio de un trasiego futbolístico sonrojante para el conjunto blanquivioleta. No hizo más goles porque no los necesitaba. La excusa se acunó en la idea de que es un equipo de Champions, que era el debut de Cocca… bla, bla, bla. Ayer estaba enfrente el Ourense, que actúa dos categorías por debajo del cuadro castellano. El esperpento fue el mismo. Profesionales que corren sin cabeza, que se recriminan constantemente, que andan cuando tienen que apurar el esprín y que galopan cuando no hay balón alcanzable. El Real Valladolid es el mejor sparring para un rondo. Es el típico futbolista que sale del centro por piedad de sus compañeros. Si fuera por actitud y entrega, estaría dos meses corriendo detrás del balón.
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O Catoira y Mazziotti han engañado a Cocca o hay gato encerrado. El entrenador ha afirmado en varias ocasiones que el compromiso del club es reforzar al equipo. Imagino que se lo habrán comunicado en privado. En público, circulan más por el carril de hacer caja que por el cauce de mejorar la plantilla actual. Y en medio de esta encrucijada, el nuevo entrenador ve que tiene un vestuario descompuesto, sin personalidad ni actitud. Entiendo que se agarre con fuerza a la confianza de lo que le han prometido. Entre tanto, en dos partidos ha encajado seis goles. Ha llegado con un discurso, pero los hechos circulan por el camino contrario. Está claro que el preparador argentino confía en el mercado. Es su clavo ardiendo porque ya se ha dado cuenta de que así, de esta guisa, se va a Segunda como un avión. La pregunta debe virar hacia la zona noble. ¿Catoira también confía en el mercado? De fichajes, digo. En el de salidas está claro que sí.
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