Este fin de temporada triunfal, en el que exhibiremos maestría en celebrar ascensos, –el club que más veces lo ha conseguido en este siglo (también el que más veces ha descendido, detalle sin importancia)– hemos de incorporar un elemento a la liturgia de estos ... festejos. El pañuelo al cuello al Conde Ansúrez es innegociable, el paseo a bordo del 'Leyenda del Pisuerga' le dará utilidad al río, que parece no apto para zambullidas. La multitudinaria fiesta en Recoletos, garantía de éxito, como demuestran los fastos de 2022. Por cierto, cómo cambian las cosas en dos años, otro alcalde, otro entrenador y casi otro propietario.
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Pero a ese manual hay que añadir un acto de reparación, desagravio y perdón con sincero propósito de enmienda a Paulo Pezzolano, que nos trajo hasta aquí, superando a los rivales de una categoría más competitiva que su hermana mayor; poniéndonos en pie tras el infortunio de lesiones y errores arbitrales, limitaciones técnicas y tácticas de la plantilla, y, por último, pero clave, avanzando en un hábitat hostil expresado en las gradas y con continuidad en los medios de comunicación. Hostilidad que arrancó la temporada pasada, cuando no se entendió el cambio de Pacheta por un sustituto que rubricó el descenso, y que comenzó a alcanzar su cénit en febrero, cuando Alberto Cuesta escribía en El Norte: «Que una afición cante contra su propio entrenador con su equipo ganando 3-0 y con opciones reales de ascenso directo (...) no es algo habitual».
Tres semanas después, derrota en Ferrol por 2-0, Carlos Pérez decía: «Secuestrados por un supuesto proyecto deportivo que deportivamente tiene a una de las mejores plantillas de la competición fuera de los puestos de promoción», Ese día, Juan A. Méndez señalaba que la afición «ni le traga ni cree en sus pretextos». Menudo aldabonazo. A partir de ahí, 21 puntos de los 27 posibles en aquel momento. Aún se discutían sus alineaciones, pero el 'Pezzolano dimisión' daba paso al 'Vamos mi Pucela' y Cuesta reconocía: «Ha sido el único que veía una realidad a la que el resto no nos acercábamos» y Méndez aventuraba que «Pezzolano podría ser el Darwin del siglo XXI». Vale, de rodillas desde el estadio a la fuente de Zorrilla es inhumano, pero, no sé, alguna penitencia.
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