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José Anselmo Moreno
Miércoles, 11 de diciembre 2024, 08:34
Dicen que los años felices son aquellos en que aprecias lo simple, tal y como le pasaba a César de chaval, cuando cruzaba del estadio a Continente para comprar un batido. No mucho después de eso, debutó ante el FC Barcelona. Salió a encajar un penalti de Koeman tras expulsión de Ravnic. Corría el año 1992, él era fuerte, ágil, con el pelo rizado, y se empeñó en atrapar todos los balones que veía por delante hasta jugar en su Pucela, el Madrid, la selección, la Premier y el rival de este viernes, el Valencia, entre otros. Recordamos esos días del 92 con detalle, ambos. Sale a relucir una entrevista días antes de su debut. Estábamos en Zorrilla viendo a España en el entrenamiento previo a recibir a Estados Unidos. Mirábamos a Buyo y me dijo: «ojalá un día yo ahí». Se cumplió.
Ya entonces César Sánchez (Coria, 1971) tenía cualidades de portero grande pero aún tuvo que devolver, blocar y rechazar muchos balones hasta ser titular. A veces se vestía de negro, como Iribar, pero César es de Coria (Cáceres). Y a Extremadura se fue Ramón Martínez para ver a un chaval «muy bueno». Con 16 años firmó de blanquivioleta aunque le querían Sevilla, Madrid y Barca, pero aquí tenía una tía y Ramón dio confianza a su madre.
«En Valladolid tengo los mejores recuerdos de mi vida, en muchos lugares y con mucha gente, por ejemplo en la Universidad, donde estudié Económicas, allí hice mis mejores amigos», es lo primero que deja claro César antes de transitar por sus recuerdos.
Tras irse de aquí y vivir el Europucela, atesoró un palmarés envidiable: Dos Ligas, una Champions, una Intercontinental, dos Supercopas de España y una Supercopa europea. Todo eso germinó en El Pinar porque ni existían los Campos Anexos. Habla de aquellos compañeros del Juvenil y del Promesas con verdadera devoción.
Después, sobre su etapa en el Madrid, manifiesta que era un vestuario maravilloso y apenas notó «egos» especialmente acentuados pese a llegar de un club humilde y familiar. «Era todo normal, lo pasé bien, disfruté años espectaculares y la gente era muy maja», dice.
Ahora que tiene un hijo jugando en el Alcorcón B y otro en el Roda, asegura que en su época no era fácil que un joven portero debutase. Él tuvo por delante a Higuita, Ravnic, Lozano o González antes de asentarse en Pucela. Firmó por el Madrid y se quedó aquí un año cedido. «Lo llevé bien porque además fue una campaña muy buena, acabamos octavos», dice.
Después llegó Madrid, Zaragoza, Tottenham, Valencia y Villarreal. Sin embargo, repite que su mejor época fue «en esa Valladolid amigable y con una calidad de vida impresionante, no lo digo por quedar bien», puntualiza. «Me hice una casa en Valencia, pero de irme sería a Pucela, aunque tengo dos hijos en Madrid y eso también pesa. A algunos amigos pucelanos hace tiempo no los veo, pero cuando nos encontramos sabemos que el aprecio está ahí», afirma.
De entrenadores habla mucho de Yepes. «Yo era un pipiolo y él era mi confidente. Tengo palabras suyas que digo como si fueran mías. Ramón Martínez también fue importante. A mi madre le dio mucha confianza. No quería dejarme ir, pero sabía que Ramón me cuidaría».
También habla de Redondo y agrega que no es capaz de resumir su época aquí. «Son muchas cosas, fuimos una generación que se mantuvo mucho tiempo y esa amistad quedó para siempre», subraya.
Al volver de Londres se fue al Valencia y como fue la última residencia en su carrera allí se quedó. «Aquí nos metimos en Champions y jugué mucho. Solo fueron dos temporadas y media pero aquí me quedé, ya que cuando fui al Villarreal seguí viviendo en Valencia, cerca de Sagunto. Valencia me acogió impresionante, con mucho cariño, llevo 16 años y mis hijos son como unos valencianos más». asegura.
Al resumir su carrera dice que no cambiaría un solo día porque fue fantástica. «Empezar en Valladolid y acabar en Villarreal, donde conocí a los Roig, fue todo perfecto», afirma
Sobre entrenadores destaca a Emery, Don Vicente (Cantatore), Manzano, Kresic o Yepes. «Sin Yepes no sería quien soy, me obligaba a sacar de puerta con el viento en contra y gracias a él acabé pegándole con la izquierda, que ya no sabía si era zurdo. Recuerdo cuando él me bajaba en el coche al centro para evitar el autobús. Éramos felices con nada», dice. En este contexto, cita a muchos compañeros del juvenil. «Nos cruzábamos a Continente a comprar un simple batido y con eso ya teníamos todo en la vida», ironiza.
Sobre Valencia y la reciente DANA hace varias reflexiones: «Hay que vivirlo, no se puede contar. Aquí en Valencia no hubo problema, estamos a 25 kilómetros al norte, pero todos hemos ayudado de un modo u otro. Pido que esto no se olvide. La gente ha sido solidaria y vino a echar una mano, pero falta mucho por hacer. No hemos tenido ninguna desgracia cerca aunque sí he conocido casos dramáticos».
Es decir, César no estuvo bajo el torrente, como Pedro López, que vive en Torrent, pero incide en que aún hay zonas próximas a la capital que son como un escenario de guerra y destrucción. Sin embargo, afirma que eso unió a la gente. «Todos ayudaron», subraya.
Actualmente, tras un tiempo en la dirección deportiva del Valencia, César es consultor y asesora a algunos clubes. Ya no es el Coyote (se lo puso un periodista de Valladolid) pero su forma de ser es la misma. Nada ha cambiado. Precisamente acaba contando una anécdota al respecto. «Un día llegué a Zorrilla y me encontré a Mari Mar en las oficinas. Nos dijimos que es como si no hubiera pasado el tiempo, que era como siempre. Sé que cambió todo pero llegar allí es especial, cuando empiezo a encontrarme con la gente siento que vuelvo». Así pasa con los buenos recuerdos.
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Mikel Labastida y Leticia Aróstegui (diseño)
Óscar Beltrán de Otálora y Gonzalo de las Heras
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